No estamos hablando de centrifugadoras
El ¡°nunca amenace a un iran¨ª¡± pronunciado por Zarif revela los arraigados recelos de su pa¨ªs hacia el resto del mundo
Hay debate sobre si la frase fue ¡°nunca amenace a un iran¨ª¡± o ¡°nunca amenace a los iran¨ªes¡±. En cualquier caso, el exabrupto en Viena de Mohammad Javad Zarif, el ministro de Exteriores de Ir¨¢n, revela mucho del car¨¢cter (y las inseguridades) de su pa¨ªs. Desde el principio de las negociaciones, los iran¨ªes han insistido en la idea de un acuerdo ¡°justo¡±, en la equidad del esfuerzo, en ser tratados como iguales en el proceso, en que no les aleccionen como si fueran socios menores. No es (s¨®lo) ret¨®rica persa, sino fruto de una arraigada desconfianza hacia el resto del mundo, y en particular hacia Occidente.
La historia reciente ha convencido a los iran¨ªes de que son v¨ªctimas de un trato desigual en las relaciones internacionales. El rechazo internacional a la revoluci¨®n con la que se libraron de la tiran¨ªa del Shah en 1979, el respaldo generalizado (incluida la venta de armas qu¨ªmicas) a la guerra que el Irak de Sadam Husein desat¨® contra su pa¨ªs al a?o siguiente, su singularizaci¨®n en los informes de derechos humanos cuando en su vecindario se cometen tropel¨ªas similares sino mayores, todo ello ha persuadido a esta naci¨®n orgullosa y nacionalista hasta la m¨¦dula de que el mundo est¨¢ en su contra. Porque el mundo, el mundo que contaba, era hasta hace cuatro d¨ªas Occidente, y adem¨¢s tampoco de sus vecinos de Oriente se ha terminado de fiar nunca. (Desde los p¨²lpitos, los cl¨¦rigos suelen atacar a EEUU y sus aliados; pero Rusia y China tampoco se libran de su suspicacia).
Por supuesto simplifico. Es inevitable cuando se condensa en unas pocas l¨ªneas un pa¨ªs de 78 millones de habitantes y cientos de a?os de historia. Pero incluso entre las ¨¦lites occidentalizadas se percibe con frecuencia una cierta mentalidad de sitio.
Los iran¨ªes no se juegan en Viena un programa at¨®mico que, como me recuerda a menudo un diplom¨¢tico amigo ¡°no ha dejado de crecer bajo las sanciones¡±, sino su lugar en el mundo. El asunto trasciende las habituales divisiones internas entre conservadores y reformistas, ultras y moderados. Tal vez discrepen en el precio que est¨¢n dispuestos a pagar (m¨¢s o menos centrifugadoras, m¨¢s o menos acceso a los inspectores) o en el alcance (si abrir¨¢ o no las puertas a la reconciliaci¨®n con EEUU), pero no con la esencia: el reconocimiento de su derecho a la tecnolog¨ªa nuclear para fines pac¨ªficos, incluido el enriquecimiento de uranio y la investigaci¨®n, aunque tengan que ralentizar el programa durante unos a?os para calmar los recelos que despierta.
Reclaman un trato normal (fuera del Consejo de Seguridad y el r¨¦gimen de sanciones), y a pie de calle, recuperar poder adquisitivo. Pero no a cualquier precio. Aunque muchos aceptan que el comportamiento internacional de la Rep¨²blica Isl¨¢mica no ha sido ejemplar (asalto a la Embajada de EEUU, apoyo a grupos armados en el exterior, operaciones secretas) tampoco creen que en eso su pa¨ªs haya sido excepcional. La guerra sucia ha tenido (a¨²n tiene) muchos actores.
No s¨®lo Zarif o los gobernantes no aceptan que se les amenace, tampoco los iran¨ªes como naci¨®n est¨¢n dispuestos a encajar chantajes o intimidaciones. Otra cosa distinta es que a muchos les gustar¨ªa un sistema de gobierno m¨¢s abierto y participativo, o que tengan la esperanza de que una cosa lleve a la otra. Pero mientras tanto, Zarif y su equipo, les representan. Que a un hombre de modales tan cuidados se le escapara la advertencia, da una idea de las susceptibilidades que despierta el asunto. No estamos hablando de centrifugadoras.
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