R?szke mira hacia otro lado
Los vecinos del pueblo m¨¢s cercano a Serbia evita el contacto con los desplazados
Los habitantes de R?szke no quieren hablar sobre el ¡°problema¡± que est¨¢ a apenas medio kil¨®metro de sus casas. Mientras los desplazados de al menos una decena de pa¨ªses ¡ªla mayor¨ªa son refugiados sirios en busca de asilo¡ª se acumulan en una explanada cercana a las v¨ªas del tren, los vecinos de esta peque?a localidad, gobernada por el partido Independiente, no quieren ni o¨ªr hablar del tema. ¡°Estamos hartos¡±, sostiene un joven de 21 a?os que trabaja en la biblioteca local.
Martha Borbasr¨¦ M¨¢rki, alcaldesa de este municipio de 3.000 habitantes, tampoco quiere hablar. De hecho, no regresar¨¢ a su puesto de trabajo hasta el mi¨¦rcoles que viene, explica una funcionaria del Consistorio. ¡°Es mejor que hable con la polic¨ªa¡±, insisten en el peque?o Ayuntamiento. Precisamente la autoridad policial, seg¨²n narra por tel¨¦fono Bal¨¢zs, de 24 a?os y vecino de la localidad, ha prohibido acercarse a echar una mano a los refugiados. ¡°Tampoco queremos¡±, insiste el joven.
El joven bibliotecario sostiene que ¡°los inmigrantes lo dejan todo hecho un asco¡±. Hace dos d¨ªas, un nutrido grupo de refugiados que esperaba en la explanada bajo un sol abrasador a ser trasladados al centro de registro ech¨® a correr por las calles de este pueblo des¨¦rtico formado por sucesiones de chal¨¦s, causando un gran revuelo entre los lugare?os. Desde aquel incidente, por R?szke no transita casi nadie. ¡°Roban nuestros cultivos, nuestra fruta¡±, se queja el joven desde su bicicleta.
¡°Yo colaboro no dejando pasar inmigrantes¡±
Pero lejos de desentenderse de manera absoluta de sus visitantes, muchos residentes ayudan a la Polic¨ªa a terminar la valla de concertinas que el Gobierno h¨²ngaro, del ultraconservador Viktor Orban, pretende finiquitar en un par de d¨ªas. ¡°Yo colaboro no dejando pasar a los inmigrantes¡±, gesticula otro de los pocos vecinos que opinan sobre el tema. La valla tendr¨¢ una longitud de 175 kil¨®metros y adem¨¢s se construir¨¢ de manera adicional una segunda alambrada de cuatro metros.
La mayor¨ªa de vecinos sigue con sus vidas ¡°de manera normal¡±, seg¨²n algunos transe¨²ntes, y dan la espalda al mayor drama migratorio que sufre el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Seg¨²n ACNUR, son 50 millones los desplazados por los conflictos y la pobreza alrededor del planeta, cuatro millones son sirios que huyen del r¨¦gimen de Bachar el Assad y de las atrocidades del autodenominado Estado Isl¨¢mico (EI), que ha acaparado ya el norte del pa¨ªs y buena parte del vecino Irak. Una familia de Alepo (norte de siria) caminaba anoche por las v¨ªas del tren entre Serbia y Hungr¨ªa. ¡°[El EI] est¨¢ cortando la cabeza a ni?os de la edad de mi hijo¡±, lamentaba el padre, que cargaba con tres mochilas y tres ni?os.
Cuando cae la noche
En el cruce de caminos entre las v¨ªas del tren y la frontera con Serbia hay a¨²n m¨¢s tensi¨®n por la noche que a la luz del d¨ªa. Entonces, las miles de familias que se acercan deben decidir si cruzar a Hungr¨ªa ¡ªy ser registrados e identificados¡ª o esperar a que la oscuridad les facilite esquivar a las autoridades y continuar su camino hacia el norte, a Alemania o Suecia.
Durante el ocaso del jueves, la Polic¨ªa increment¨® considerablemente su presencia en las inmediaciones de la alambrada. El Gobierno, seg¨²n anunci¨® el viernes un portavoz, quiere endurecer la ley contra los inmigrantes e incluso, si fuera necesarios, sacar al Ej¨¦rcito. Una decena de camiones militares transitaban las carreteras colindantes y un helic¨®ptero de la Polic¨ªa vigilaba la l¨ªnea fronteriza. Miles de agentes, armados y equipados con gafas de visi¨®n nocturna, fueron desplegados para ¡°interceptar inmigrantes¡±, seg¨²n uno de ellos, que se intenten ¡°colar¡± sin pasar por el registro.
Adem¨¢s, la Polic¨ªa ha recurrido al encendido de peque?as hogueras puntuales a lo largo de la valla. ¡°Es para los mosquitos y para alumbrar¡±, se?alan un par de polic¨ªas que dicen que no est¨¢n autorizados a hablar con la prensa. Media hora despu¨¦s, las mantas y abrigos de aquellos que cruzaron d¨ªas atr¨¢s y que quedaron enganchadas en las cuchillas se consum¨ªan tambi¨¦n entre las llamas. Los murmullos y susurros bajo los arbustos del lado serbio de la valla eran constantes. Nadie est¨¢ solo all¨ª.
Presos como mano de obra
Cada ma?ana un furg¨®n de la c¨¢rcel m¨¢s cercana aparca en el centro de registro de inmigrantes y refugiados de R?szke. Escoltados y acompa?ados todo el tiempo por Polic¨ªa armada, un grupo de unos 15 presos levanta los centenares de tiendas de campa?a militares para alojar a los miles de inmigrantes y refugiados. ¡°Son ciudadanos h¨²ngaros¡±, intenta disimular uno de los polic¨ªas.
Las autoridades magiares comenzaron ayer a ¡°marcar¡± a cada persona con pulseras verdes con la fecha de llegada al centro, la nacionalidad, y su n¨²mero de registro. Nada de nombres propios o apellidos. Adem¨¢s, los controles se intensifican y este viernes un equipo de operarios ha rodeado este campamento improvisado de c¨¢maras de vigilancia y detector de movimientos. Pero los all¨ª encerrados ¡ªno les est¨¢ permitido salir a no ser que sean trasladados en tren hasta los otros centros repartidos por todo el pa¨ªs¡ª siguen diciendo lo de siempre: ¡°No hay agua¡±.
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