El feo rostro de las deportaciones, que la OEA prefiere no ver
La decisi¨®n de la OEA de negarse a una reuni¨®n para analizar las deportaciones es una de las m¨¢s vergonzosas de su historia reciente
La crisis entre Venezuela y Colombia nos recuerda la brecha que puede existir entre lo que alguien pretende ser y lo que es. El chavismo siempre se ha vanagloriado de defender a los m¨¢s pobres. Pero el gobierno de Nicol¨¢s Maduro orden¨® hace poco la cruel deportaci¨®n de m¨¢s de 1.000 colombianos, incluyendo ni?os. A muchos de los deportados les robaron sus pertenencias durante los desalojos y a otros les demolieron sus hogares. Pululan reportes de refugiados expulsados, ni?os separados de sus padres y hasta abusos sexuales a mujeres.
No es la primera vez que la c¨²pula chavista traiciona los valores que dice defender. Ya antes ha demostrado que ante la amenaza de perder poder es capaz de casi cualquier cosa. Porque seamos claros sobre lo que est¨¢ ocurriendo: Maduro decidi¨® utilizar a Colombia como chivo expiatorio de la grave crisis de su pa¨ªs. Y, para tratar de legitimar con acciones esta farsa, orden¨® un operativo que viola derechos elementales de personas sin recursos que no tienen c¨®mo defenderse.
Por supuesto, el gobierno ya fragu¨® una narrativa para camuflar esta fea realidad. El detonador de la crisis fue supuestamente un altercado con contrabandistas colombianos que dej¨® a varios militares venezolanos heridos. Pero Maduro ha aclarado que la causa de fondo es la presencia de paramilitares y otros criminales colombianos en su pa¨ªs. Asegura que ellos son los responsables del auge del contrabando y el crimen, raz¨®n por la cual orden¨® cerrar parte de la frontera y deportar indiscriminadamente a colombianos sin documentos.
Estas medidas no tienen sentido. No hay correlaci¨®n alguna entre la inmigraci¨®n colombiana y el crimen. En Venezuela, desde la ca¨ªda de la dictadura en 1958 hasta 1989 la tasa de homicidios se mantuvo estable, nunca superando las 10 v¨ªctimas por cada 100.000 habitantes a pesar de la masiva inmigraci¨®n colombiana durante ese per¨ªodo. Entre 1989 y el 1993 la tasa se duplic¨®, presumiblemente por la grave crisis institucional que sigui¨® al Caracazo. Pero a partir de 1994 la tasa se estabiliz¨®. No fue hasta 1998, cuando Hugo Ch¨¢vez ascendi¨® al poder, que la tasa se dispar¨®, cuadruplic¨¢ndose durante los siguientes tres lustros.
En Venezuela 90% de los homicidios no son castigados
?Por qu¨¦ el crimen aument¨®? Nunca es f¨¢cil establecer las causas de una ola de crimen. Pero una explicaci¨®n persuasiva es el colapso institucional que acarre¨® la revoluci¨®n bolivariana y la incompetencia de Maduro y su predecesor para lidiar con problemas como la falta de jueces y fiscales, los escasos recursos de las polic¨ªas y la proliferaci¨®n de armas. Hoy en Venezuela 90% de los homicidios no son castigados. Y de esto no se puede culpar a los colombianos ni a nadie que no sea el gobierno venezolano.
El boom del contrabando tambi¨¦n es culpa del chavismo. Es verdad que muchos colombianos son peque?os contrabandistas o incluso miembros o l¨ªderes de las poderosas mafias fronterizas. Pero muchos venezolanos tambi¨¦n lo son. Esta profesi¨®n no discrimina en base a nacionalidad porque las personas que la escogen simplemente responden a poderosos incentivos econ¨®micos.
Y en Venezuela los controles de precio y de cambio son poderos¨ªsimos incentivos. Una persona puede comprar un producto a precio regulado y revenderlo en Colombia a un precio mucho m¨¢s alto. Por ejemplo, una gandola llena de gasolina cuesta menos de siete d¨®lares en Venezuela y se vende por 25.000 en C¨²cuta. Con los alimentos, los medicamentos, la ropa y otros productos con precios ¡°solidarios¡± las ganancias del contrabando tambi¨¦n son incre¨ªblemente altas.
Lo cual deja al gobierno venezolano con dos opciones: atacar la ra¨ªz del problema desmontando los controles que estimulan el contrabando o enzarzarse en el juego eterno de capturar a un contrabandista para que surjan otros. En teor¨ªa el Gobierno ha escogido la segunda opci¨®n. Y digo ¡°en teor¨ªa¡± porque deportar indiscriminadamente a colombianos no es un m¨¦todo represivo racional. Entre los deportados hay personas que no se dedican al contrabando o que, si lo hacen, mueven vol¨²menes insignificantes. A los verdaderos capos, incluyendo los que trabajan en las instituciones venezolanas, no los afectan un ¨¢pice las deportaciones y pronto encontrar¨¢n maneras de burlar el cierre parcial de la frontera.
En el fondo, las medidas de Maduro parecen ser una simple maniobra electoral. Su popularidad est¨¢ por el suelo, se aproximan unas elecciones legislativas y seguramente busca una distracci¨®n a la crisis y desviar culpas. Quiz¨¢ s¨®lo le interesa que sus acciones ¡°parezcan¡± un ataque frontal contra el contrabando. Que en realidad no lo sean no parece importarle mucho, como tampoco parece importarle utilizar a colombianos pobres como desechables personajes de utiler¨ªa en esta burda obra teatral. La decisi¨®n de la OEA de negarse a convocar una reuni¨®n para analizar las deportaciones es una de las m¨¢s vergonzosas de su historia reciente.
Alejandro Tarre es periodista venezolano. Twitter: @alejandrotarre
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