La larga vida de Isabel ¡®la Silenciosa¡¯
La reina de Inglaterra supera este mi¨¦rcoles a su tatarabuela Victoria como la monarca que durante m¨¢s tiempo ha ocupado el trono brit¨¢nico
Puede que las palabras m¨¢s sabias sobre la reina Isabel II, que este mi¨¦rcoles a las 17.30 se convierte en la monarca que m¨¢s tiempo ha reinado en la historia de Inglaterra, las escribiera all¨¢ por 1969 Sir Paul McCartney en los primeros dos versos de Her Majesty, la canci¨®n que cierra Abbey Road: ¡°Su Majestad es una chica simp¨¢tica, pero no tiene mucho que decir¡±. Efectivamente, resultar¨ªa dif¨ªcil extraer algo pol¨¦mico, extraordinario o sencillamente interesante de todos los discursos que la reina ha pronunciado desde que asumi¨® el trono el 6 de febrero de 1952 tras la muerte de su padre, Jorge VI.
Si se mantuviera la costumbre de adornar con ep¨ªtetos los nombres de los monarcas, Elizabeth Alexandra Mary de Windsor podr¨ªa pasar a la historia como Isabel la Silenciosa. Y esa, probablemente, haya sido su principal virtud. De eso es de lo que se trata en una monarqu¨ªa constitucional. La labor del monarca es unir, aportar estabilidad. Y en eso, pocos dir¨¢n que la labor de Isabel II no ha sido ejemplar.
Isabel II, jefa de Estado de Reino Unido y de los territorios de la Commonwealth, gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra, ha reinado durante 63 a?os y 216 d¨ªas. De Winston Churchill a David Cameron, ha despachado con 12 primeros ministros brit¨¢nicos -ah¨ª la supera Jorge III, cuyo reinado, de 1760 a 1820, abarc¨® 14 jefes de Gobierno- y casi 200 de los otros 15 reinos de la Commonwealth, que eran 32 cuando la reina asumi¨® el trono.
En t¨¦rminos globales, Isabel II es, desde esta tarde, la mujer que durante m¨¢s tiempo ha reinado. Pero, entre sus colegas varones, a¨²n est¨¢ lejos de la marca de Sobhuza II, que reino Suazilandia durante 82 a?os hasta su muerte en 1982. En el continente europeo, Luis XIV, el Rey Sol, supera a la reina de Inglaterra al haber reinado Francia durante 72 a?os entre los siglos XVII y XVIII.
El reinado de Isabel II coincide con uno de los periodos hist¨®ricos en que m¨¢s ha cambiado su pa¨ªs. Al contrario que su tatarabuela Victoria -que ostentaba el r¨¦cord de longevidad en el trono hasta hoy-, cuyo reinado coincidi¨® con el apogeo y esplendor imperial de Gran Breta?a, Isabel II ha sido testigo de la p¨¦rdida de poder e influencia global del pa¨ªs. Ha visto desaparecer el imperio, pero sigue reinando sobre un pa¨ªs pr¨®spero con instituciones s¨®lidas, y con un peso internacional ¨Ces miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y del G-7- considerablemente alto para su relativamente peque?o tama?o en t¨¦rminos de territorio y poblaci¨®n.
Entre 1945 y 1965, el n¨²mero de s¨²bditos de la monarqu¨ªa brit¨¢nica fuera de Reino Unido pas¨® de 700 a cinco millones. Isabel II se sent¨® en el trono de una potencia imperial y hoy es la jefa de Estado de un pa¨ªs miembro de la Uni¨®n Europea. Tambi¨¦n eso puede cambiar, y puede que Isabel II acabe su reinado en un pa¨ªs m¨¢s aislado. Y puede que m¨¢s peque?o: pocos dan por cerrado, hoy por hoy, a un a?o de la victoria del no en el refer¨¦ndum, el asunto de la independencia escocesa.
Sobrevivi¨® al swinging London y al punk, que proporcion¨® a la historia una de las im¨¢genes m¨¢s ic¨®nicas de Isabel II, estampada en la portada del single God Save The Queen de los Sex Pistols. Pero hoy el punk ha muerto, Johnny Rotten anuncia mantequilla en la televisi¨®n e Isabel II sigue sentada en su trono con 89 a?os.
Si el mundo y el pa¨ªs han cambiado dram¨¢ticamente en estos 63 a?os, la propia instituci¨®n mon¨¢rquica no se ha quedado atr¨¢s. Isabel, que sigue unida al mismo hombre del que se enamor¨® a los 13 a?os, ha tenido que asistir a los err¨¢ticos intentos de sus descendientes de conjugar las estrictas tradiciones de la instituci¨®n con los usos de la vida moderna. O, en otras palabras, ha asistido a c¨®mo todo el mundo se enteraba de que su hijo, el pr¨ªncipe de Gales, explicaba a su amante que desear¨ªa ser su t¨¢mpax.
Los acontecimientos, en los a?os noventa, en torno a la separaci¨®n de Carlos y Diana y la posterior muerte tr¨¢gica de esta en 1997, pusieron a prueba a la monarqu¨ªa y le proporcionaron sus ¨ªndices m¨¢s bajos de popularidad. ¡°Muestre un poco de afecto, se?ora¡±, titul¨® el Express, al conocer que la reina pretend¨ªa permanecer en Balmoral tras la muerte de la que fuera su nuera. Pero Diana recibi¨® un funeral de Estado e Isabel II asisti¨®, la calific¨® de ¡°ser humano excepcional¡±, y con el tiempo fortaleci¨® su popularidad. A partir de entonces, la monarqu¨ªa comprendi¨® el delicado juego del que depend¨ªa su supervivencia en los nuevos tiempos: compaginar la distancia con una cierta apariencia de apertura.
M¨¢s all¨¢ de simp¨¢ticos gestos como el acceder a simular su salto desde un helic¨®ptero en la ceremonia de inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2012, la renovada popularidad de la monarqu¨ªa brit¨¢nica tiene cuatro nombres propios: Guillermo, Kate, Jorge y Carlota. La familia de los duques de Cambridge, que incluye al segundo y tercer herederos al trono, parece haber conectado con el pueblo. M¨¢s que el pr¨ªncipe de Gales, golpeado de nuevo por la reciente publicaci¨®n de su correspondencia con miembros del Gobierno que compromete ese deber de neutralidad que tan bien ha comprendido su madre durante 63 a?os.
Walter Bagehot, el famoso periodista brit¨¢nico que hoy da nombre a la influyente columna del Economist, dijo hace 150 a?os que la funci¨®n de la monarqu¨ªa era ¡°ser un s¨ªmbolo visible de unidad para aquellos tan imperfectamente educados que necesitan un s¨ªmbolo¡±. En 63 a?os de reinado, Isabel II parece haberlo logrado. Que lo consigan sus herederos, est¨¢ por ver.
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