Solidaridad por obligaci¨®n
La opini¨®n p¨²blica europea est¨¢ dividida ante la tragedia de los refugiados
La acogida de los refugiados, voluntaria u obligada, es una necesidad humanitaria, un deber moral, una huella de lo que queda de civilizaci¨®n en un mundo donde proliferan la xenofobia, el racismo, el odio. Pero la opini¨®n p¨²blica europea est¨¢ dividida a la hora de hacer frente a la tragedia de los refugiados: dos sentimientos contradictorios se entremezclan. Por un lado, se quiere expresar la solidaridad y por otro se teme aceptar un grado elevado de inmigrantes econ¨®micos.
Los Gobiernos, siempre oportunistas, empezaron por rechazar la ayuda pero cuando vieron c¨®mo la ciudadan¨ªa, en especial en Alemania, se movilizaba para organizar la solidaridad con los refugiados, cambiaron de postura. Otra vez, fue la se?ora Merkel la que dio la se?al de la orientaci¨®n a seguir; declar¨® la apertura de las fronteras a centenares de miles de personas pero, unos d¨ªas despu¨¦s, decidi¨® cerrar las fronteras con Austria. Muchos denunciaron este repentino cambio de actitud. Pero en realidad era perfectamente l¨®gico: Alemania quiere acoger a los refugiados e inmigrantes, con tal de poder elegir lo que le conviene seg¨²n sus necesidades, aunque haciendo de los verdaderos refugiados (sirios, iraqu¨ªes y afganos) una prioridad. Lo importante es que, siguiendo a Alemania, unos Gobiernos europeos decidieron hacerse eco de la emoci¨®n de su opini¨®n p¨²blica a favor de la acogida mientras que otros, cuya punta de lanza es el Gobierno ultraconservador de Hungr¨ªa, adoptaron una l¨ªnea tajante de rechazo.
Esta divisi¨®n demuestra, otra vez, la debilidad identitaria de Europa: no hay un cuerpo de valores europeos plena y mayoritariamente compartidos. Intereses econ¨®micos, s¨ª, pero valores de pertenencias que puedan generar reacciones ¨¦ticas comunes, muy pocos. Es la cruda realidad. De ah¨ª la multiplicaci¨®n de reuniones de ministros del Interior europeos, de cumbres de jefes de Estado y de declaraciones amenazantes de unos o intempestivas de otros. El resultado es conocido: la ¡°obligatoriedad¡± de cumplir las decisiones de los m¨¢s potentes.
Cuando un ministro alem¨¢n amenaza cortar los fondos estructurales para los pa¨ªses reacios a la ayuda, el camino est¨¢ claramente dise?ado. As¨ª se confirma otra vez que el proceso de construcci¨®n europeo avanza o retrocede en funci¨®n de las crisis que sufre y siempre bajo la batuta de los m¨¢s fuertes. Se trata, en realidad, de una Europa disciplinaria, despu¨¦s de haber sido voluntaria. Es decir, ?cu¨¢n profunda es la crisis de Europa! Adem¨¢s, la ¡°obligatoriedad¡±, pese a que es necesaria y parad¨®jicamente civilizadora en el caso actual de los refugiados, no fortalece la identidad europea sino que favorece el auge de los resentimientos nacionalistas. Lo que demuestra, otra vez, la necesidad de abrir el debate de valores sobre lo que quiere ser en s¨ª misma Europa. Cuando en Siria, pa¨ªs vecino, hay ocho millones de desplazados, cuatro millones de refugiados y m¨¢s de 200.000 en las fronteras europeas, este debate de valores se vuelve m¨¢s que imprescindible, sobre todo si, al mismo tiempo, unos pa¨ªses europeos est¨¢n interviniendo militarmente en este pa¨ªs.
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