?xodos y holocaustos
La llegada de refugiados evoca los fantasmas del pasado de guerra y exterminio en Europa
Tony Judt terminaba su impresionante Posguerra con un ep¨ªlogo titulado ¡°Desde la casa de los muertos. Un ensayo sobre la memoria moderna europea¡±. Su libro sobre la historia de Europa desde 1945 culminaba con una idea original y certera respecto al exterminio de los jud¨ªos de Europa durante la II Guerra Mundial. El billete para entrar en Europa es el reconocimiento del Holocausto, dec¨ªa el intelectual jud¨ªo, brit¨¢nico y estadounidense fallecido en 2010.
Para convertirnos en plenamente europeos, como individuos y como pa¨ªses, debemos partir de una memoria y de un reconocimiento del destino tr¨¢gico de los jud¨ªos europeos que se extiende a la memoria y el reconocimiento de todos los otros casos de limpieza ¨¦tnica y exterminio sufridos en tierra europea en el siglo XX. No se puede ser europeo sin reconocer los intentos de aniquilaci¨®n de un grupo de europeos en manos de otros europeos: sirve para Turqu¨ªa respecto a Armenia, Serbia en relaci¨®n con Bosnia o todos los pa¨ªses que en un momento u otro colaboraron con Hitler.
Pudieran parecer cuestiones que afectan ¨²nicamente a la historia. No es as¨ª, tal como acaba de recordarnos otro historiador, que nos restriega otra idea fuerte y desagradable por nuestro rostro de europeos indiferentes o con buena conciencia: el Holocausto no es cosa del pasado; no hay nada que permita a los actuales europeos colocarse a resguardo exhibiendo alg¨²n tipo de superioridad ¨¦tica respecto a los europeos de los a?os 20 y 30; los genocidios se producen en las zonas grises, tierras de nadie donde la regla de juego deja de funcionar y el Estado se aparta, como fue el caso de los pa¨ªses de Europa oriental durante la Guerra Mundial donde empez¨® propiamente la Shoa. Ese otro historiador, que nos golpea con estas ideas en un ensayo publicado en The Guardian ('El mundo de Hitler puede que no est¨¦ tan lejos', 16 de septiembre), es precisamente Timothy Snyder, disc¨ªpulo y amigo de Judt que public¨® un formidable libro de conversaciones con el maestro fallecido (Pensar el siglo XX).
En las fronteras, se abre el campo abonado para una vulneraci¨®n masiva de derechos
Lo m¨¢s inquietante de la met¨¢fora de Hitler, que iguala cualquier atrocidad real o imaginada con el nazismo, es que contiene una mentira y una verdad. La comparaci¨®n es abusiva, mentira, pero ?ay de nosotros si nos resguardamos en el exceso metaf¨®rico para cerrar los ojos ante las atrocidades de las que podr¨ªamos ser capaces en determinadas circunstancias!: la verdad. Esas lecturas del pasado convienen al momento actual, cuando llega a Europa un ¨¦xodo masivo que escapa de la guerra y del genocidio en Oriente Pr¨®ximo, provocando reacciones ambivalentes y confusas, en las que se combinan la generosidad representada por Angela Merkel y la xenofobia nacionalista de Viktor Orb¨¢n.
Tenemos enormes dificultades para recibir a esos centenares de miles de personas que se desplazan del sur al norte y para hacerlo de acuerdo con la legislaci¨®n europea e internacional y con nuestros convenios y cartas de derechos humanos. El derecho de asilo fue concebido para casos singulares, pero no para desplazamientos en masas. Hay problemas materiales, pero tambi¨¦n hay temores culturales e identitarios. ?Mucho cuidado!, porque adem¨¢s, en las fronteras, donde se hallan las zonas grises de recepci¨®n, se abre el campo abonado para una vulneraci¨®n masiva de derechos e incluso para el exterminio. Los europeos, para empeorar las cosas, nos hallamos pr¨¢cticamente paralizados para toda acci¨®n urgente, fundamentalmente por ausencia de un poder ejecutivo fuerte y central, la federaci¨®n europea con ej¨¦rcito y pol¨ªtica exterior que el euroescepticismo y la europereza nos han hurtado.
Merkel asegura que Alemania saldr¨¢ transformada por la llegada de los refugiados. Europa entera cambiar¨¢. Y el mejor y mayor cambio que podr¨ªa realizar es convertirse en la uni¨®n pol¨ªtica capaz de gestionar esta crisis en todos sus aspectos: los militares, para resolverla en origen, Siria; los materiales, para organizar los campos de acogida en las fronteras en buenas condiciones; y luego los sociales de cada pa¨ªs para instalar a los asilados e integrarlos. Tambi¨¦n los diplom¨¢ticos, para obligar a la comunidad internacional a compartir la carga en sus debidas proporciones. ?Un sue?o!
Sabemos que esto es solo el comienzo. ?xodos como el de Siria los hay tambi¨¦n en Asia y en ?frica ahora mismo. Los hay donde hay Estados fallidos, guerras civiles, golpes de Estado y terrorismo. Los habr¨¢ todav¨ªa m¨¢s, vinculados a las cat¨¢strofes provocadas por el cambio clim¨¢tico. Naciones Unidas calcula que hay 60 millones de refugiados en el mundo, una cifra peque?a frente a los 7.300 millones de habitantes del planeta, pero inquietante si todos se dirigen hacia la misma tierra prometida.
Los pa¨ªses del Golfo, empezando por la opulenta Arabia Saud¨ª, no han recibido un solo desplazado sirio
Los europeos tenemos todos los motivos, surgidos del pasado e incrustados en el presente, para evitar la buena conciencia. Pero a la vez debemos observar con la misma visi¨®n cr¨ªtica los nulos esfuerzos que hacen algunos pa¨ªses vecinos de Siria con los que tenemos estrechas relaciones econ¨®micas e incluso pol¨ªticas, militares y culturales, hasta el punto de que patrocinan clubes de futbol e invierten en nuestras empresas e instituciones. Nada contrasta m¨¢s duramente con la complejidad de la crisis en Europa y con el peso que sufren pa¨ªses vecinos como L¨ªbano, Jordania y Turqu¨ªa, que acogen a los refugiados a millones, como su impacto en los seis pa¨ªses socios del Consejo de Cooperaci¨®n del Golfo, algunos de los cuales se hallan entre los m¨¢s ricos del mundo.
Estos pa¨ªses, empezando por la opulenta Arabia Saud¨ª, no han recibido ni un solo refugiado sirio y se han limitado a desenfundar la chequera para atender a Naciones Unidas, aunque comparten lengua, cultura y religi¨®n con los sirios en desbandada y, para colmo, est¨¢n en algunos casos en el origen de la crisis. Mucho m¨¢s que en los refugiados estos pa¨ªses han venido invirtiendo en ayuda a las guerrillas sirias que combaten contra El Assad, incluyendo grupos vinculados a Al Qaeda y al Estado Isl¨¢mico, y sobre todo en la guerra de Yemen, que a su vez ha fabricado ya 100.000 refugiados en direcci¨®n a ?frica. Ninguno de estos pa¨ªses ha firmado el Convenio de Asilo de 1951, en consonancia con su peculiar sistema de ciudadan¨ªa, estrictamente limitada a la peque?a fracci¨®n nativa de la poblaci¨®n. No es an¨¦cdota ni casualidad que tambi¨¦n sea all¨ª donde m¨¢s f¨¢cilmente se difunde la propaganda negacionista del Holocausto.
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