M¨²sica celestial entre los santeros
La Iglesia ha perdido mucho terreno en Cuba ante los ritos sincretistas y el laicismo
El Papa predicar¨¢ en Santiago de Cuba, donde s¨®lo un 25,6% de sus habitantes son blancos frente a un 74,4% de mulatos y negros, m¨¢s devotos de las deidades yorubas y la adivinaci¨®n con caracoles que afectos al sacramentario gregoriano y al Cristo resucitado. Por la bah¨ªa de Santiago entraron los primeros esclavos negros despu¨¦s de que el rey Carlos I de Espa?a expidiera en 1517 la primera licencia para la trata en las Antillas. Con ellos llegaron las creencias africanas y el criollaje religioso. Como Francisco quiere evangelizar sumando fieles, deber¨¢ adentrarse en el sincretismo dominante, en los vericuetos de la conciliaci¨®n entre el catolicismo de los esclavistas y el culto de sus v¨ªctimas. Nada f¨¢cil porque el eclecticismo es mayoritario y est¨¢ muy arraigado. Venerados entre la feligres¨ªa, los sermones papales sonar¨¢n a m¨²sica celestial entre las filas santeras, raros, sin sustancia, ni utilidad.
La gira de Francisco por Cuba y Estados Unidos tiene un fuerte contenido pol¨ªtico, y diplom¨¢tico, y tambi¨¦n una carga ilusionante y dinamizadora mayor que la registrada durante las visitas de Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero poco m¨¢s. La historia y composici¨®n racial de Cuba determinan la escasa penetraci¨®n social de los tres viajes papales a la isla caribe?a, incluido el que ahora desarrolla el atrevido Jorge Bergoglio, popular entre los no creyentes y babalaos isle?os por sus aldabonazos doctrinales: por el remeneo de dogmas y mandamientos. Cuba tiene once millones y medio de habitantes, el 65% blancos, el 35% mulatos y negros, y entre el 70 y un 80% de la poblaci¨®n desarrolla alg¨²n tipo de liturgia afrocubana. No cabe esperar mucho fervor entre la creencias adormecidas, ni menos entre los santeros m¨¢s conocidos, que ya se consideraron desairados al no ser recibidos en 1998 por el papa polaco, coherente con la tradici¨®n vaticana contraria a los sincretismos y a las iglesias sin liderazgo institucional.
El alejamiento del preceptismo antiguo y el renovado celo apost¨®lico del Santo Padre facilitar¨¢n la labor de sus obispos y p¨¢rrocos en Cuba, los m¨¢s conservadores faltamente resignados a la cohabitaci¨®n con el Gobierno cubano y a las innovaciones de Francisco: m¨¢s obedientes que convencidos. La siembra eclesial es a largo plazo. El laicismo revolucionario no incendi¨® iglesias ni fusil¨® curas durante la vigencia del pared¨®n a principios de los sesenta, pero amedrent¨® a los cat¨®licos consider¨¢ndolos enemigos en potencia y expulsando a parte de sus sacerdotes. Levantadas las prohibiciones y autorizado el culto, nada fue lo mismo. Numerosos hijos y nietos de los cat¨®licos practicantes no fueron bautizados ni catequizados porque perjudicaba hacerlo en la Cuba movilizada contra la contrarrevoluci¨®n. Perdieron la fe de sus mayores, casi todos de ascendencia espa?ola, y asisten a la visita del Papa con curiosidad, difusas expectativas y comez¨®n de conciencia religiosa quienes la recuperaron.
El acercamiento de la Iglesia al Estado, y las tres visitas pontificias disiparon temores porque el partido comunista decret¨® el fin del hostigamiento a los cat¨®licos practicantes, pero para entonces la Iglesia de Pedro hab¨ªa perdido mucho terreno, arrinconada por el nihilismo, el protestantismo y la fusi¨®n de rituales.
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