Por qu¨¦ todos temen a Cunha
Hay algo misterioso en el miedo que Gobierno y oposici¨®n muestran frente a la pol¨¦mica figura del presidente del Congreso
Hay algo misterioso en el miedo que todos, Gobierno y oposici¨®n, demuestran frente a la pol¨¦mica figura del presidente del Congreso, Eduardo Cunha, investigado en el caso de corrupci¨®n de Lava Jato.
Parece temerle la presidenta Dilma Rousseff, que en su minireforma regal¨® un ministerio clave como el de Ciencia y Tecnolog¨ªa al diputado Celso Pansera, un pol¨ªtico sin la m¨ªnima calificaci¨®n para dicha tarea, una afrenta al mundo cient¨ªfico, solo porque era el diputado m¨¢s cercano a ¨¦l.
Le teme el expresidente Lula da Silva, si es cierto que fue ¨¦l qui¨¦n aconsej¨® a Rousseff favorecer al grupo m¨¢s cercano a Cunha, para tentar paralizar el proceso de impeachement. ?Por qu¨¦ le reconocen tanta fuerza, ya que prestigio no puede ser? ?Es solo por el poder de su cargo o por algo m¨¢s?
Le teme la oposici¨®n, a la que le cuesta romper con ¨¦l, porque podr¨ªa perder una ficha clave para abrir el camino al proceso contra Dilma Rousseff. ?Tan poderoso lo ven?
Quien parece tener mayor sentido de responsabilidad es quiz¨¢s la opini¨®n p¨²blica, donde se advierte el mayor rechazo al personaje por sus posibles responsabilidades en el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n de Petrobras. Y por sus posturas conservadoras en materias de fe y costumbres.
Es la sociedad, mucho m¨¢s que los pol¨ªticos del Gobierno o de la oposici¨®n, la que con mayor fuerza condena la figura de Cunha, como puede verse en las redes sociales.
Es la sociedad la ¨²nica que no teme a Cunha, quiz¨¢s porque sabe que ¨¦l es solo una ficha secundaria en un juego de ajedrez en el que el rey y la reina son las figuras claves. Cunha ser¨ªa uno m¨¢s de los que se han aprovechado de un fest¨ªn organizado por otros m¨¢s responsables que ¨¦l.
Junto con la opini¨®n p¨²blica, quien menos teme hoy a Cunha (y quiz¨¢s la ¨²nica instituci¨®n ante la que ¨¦l manifieste temor) sea a la Justicia.
Una buena parte del Congreso quiz¨¢s le tema porque haya navegado en las mismas aguas sucias en las que ¨¦l se est¨¢ ahogando ahora. ?Cu¨¢ntos congresistas temen acabar como ¨¦l? ?Cu¨¢ntos son los que saben todo lo que ¨¦l sabe y podr¨ªa contar de ellos?
Le teme parte del Legislativo que prefiere no enfrentarse a ¨¦l, y le teme parte del Ejecutivo porque es sabido que puede ser un mal enemigo. Todos prefieren, al final, no enfrentarlo, y prefieren quedar a la espera de que desaparezca de escena sin excesivos peligros para ellos.
Existe un temor casi generalizado sobre Cunha, que puede ser parte de su fuerza y del miedo a sus posibles chantajes. Se ha dicho de ¨¦l que podr¨ªa ¡°morir matando¡±. Y eso me ha hecho recordar la escena b¨ªblica de Sans¨®n que muere junto con sus enemigos los filisteos, aplastados por las columnas del templo que ¨¦l hizo derribar.
Como evang¨¦lico, Cunha debe conocer bien esa historia de la Biblia. Sans¨®n era un juez bendecido por Dios a quien le hab¨ªa concedido una fuerza especial capaz de estrangular a un le¨®n con sus propias manos. Los filisteos eran considerados hombres malos, enemigos de los israelitas, pero Sans¨®n traiciona a Jahv¨¦ y se enamora de la filistea Dalila. Esta, a su vez, lo traiciona por dinero, y revela a los suyos el secreto de la fuerza de su amante, que resid¨ªa en su larga cabellera. Los filisteos le cortan el pelo para quitarle su fuerza, le arrancan los ojos y lo convierten en su esclavo. Sin embargo, Jahv¨¦ vuelve en su ayuda y le hace crecer de nuevo el cabello. Sans¨®n recobra su fuerza y la usa para vengarse de quienes lo hab¨ªan cegado y humillado.
Y urde su venganza. Pide, ciego como estaba, que lo dejaran entrar en el templo donde 3.000 filisteos celebraban su culto. Ignorantes de que hab¨ªa recobrado su fuerza, le dejan entrar. A tientas, Sans¨®n entra en el templo, llega hasta una de las columnas, se apoya en ella, la sacude con su fuerza recobrada y grita: ¡°Aqu¨ª muere Sans¨®n con todos los filisteos¡±. El templo se fue abajo sepult¨¢ndolos a todos.
No s¨¦ cu¨¢ntos de los pol¨ªticos y gobernantes que manifiestan un temor reverencial a Cunha, temen, a pesar de haber perdido su fuerza por sus presuntos delitos de corrupci¨®n, que el Sans¨®n del Congreso les sorprenda derribando antes de morir las columnas de las instituciones, sembrando de cad¨¢veres el templo del poder pol¨ªtico.
Si resulta intrigante la narraci¨®n b¨ªblica en la que Dios devuelve el poder al infiel Sans¨®n para que pueda vengarse de sus enemigos, aunque solo fuera para morir con ellos, tambi¨¦n podr¨ªa sorprender que el infiel Cunha pueda recobrar su poder de destrucci¨®n aunque solo sea para no morir solo en la guerra en la que todos est¨¢n enzarzados.
?Ser¨¢ ese el verdadero miedo, casi reverencial, que el poder le est¨¢ demostrando? No tardaremos mucho en saberlo.
Por ahora, el Sans¨®n del Congreso parece haber perdido la fuerza que tantos le otorgaban. ?Por qu¨¦ entonces seguir temi¨¦ndole?
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