El dilema del carb¨®n en Polonia: poluci¨®n o dependencia energ¨¦tica
La negativa del pa¨ªs a recortar la miner¨ªa toma el debate electoral y lo enfrenta a Bruselas
Entre la niebla se acerca "el hombre que ama el acero". As¨ª llaman sus compa?eros del Museo Silesio a Piotr Sworzen, un arque¨®logo industrial, aficionado a los recuerdos militares y dise?ador de tanques, que recorre las minas de la regi¨®n negociando adquisiciones para el museo. Su pieza estrella es una m¨¢quina de vapor. Los cuidadores abren la nave para mostrarla porque est¨¢ cerrada al p¨²blico. "Hace demasiado fr¨ªo y no tenemos calefacci¨®n", cuenta uno. El museo se inaugur¨® en junio en una mina cerrada en 1999. Se reparte por torres de extracci¨®n de carb¨®n y naves del siglo XIX a medio rehabilitar. Muchas piezas conseguidas por Sworzen se mojan a¨²n bajo la fina lluvia.
Esta instalaci¨®n, dedicada a la historia industrial de una regi¨®n donde se concentran 37 de las 38 minas del pa¨ªs, es parte de un gran proyecto para recuperar el brillo de Katowice (301.000 habitantes), una ciudad deslucida por el holl¨ªn y los aires de grandeza pasada. En pocos a?os se han inaugurado auditorios, centros comerciales, se ha potenciado como centro universitario, el paro en la regi¨®n ha bajado del 13% al 8%... "Katowice est¨¢ cambiando mucho", asegura una estudiante.
La raz¨®n de este esfuerzo por repensar la ciudad es que la miner¨ªa en Polonia (la mayor de Europa) se hunde, y no sin hacer ruido. Su colapso ha sido una de los protagonistas de la campa?a electoral, que se cierra este domingo con una votaci¨®n en la que el partido ultraconservador Ley y Justicia parte con una ventaja de 14 puntos sobre la derecha liberal de la Plataforma C¨ªvica. El pa¨ªs se debate entre la raz¨®n econ¨®mica (abandonar un sector no productivo y altamente subvencionado) y la estrat¨¦gica (usar el carb¨®n para frenar la dependencia de gas ruso); entre los compromisos internacionales (la Uni¨®n Europea le exige cortar las emisiones de CO2) y las presiones nacionales (la fuerza de los mineros). En este contexto, los dos partidos han entrado en una espiral de promesas al sector, que parecen dif¨ªciles de mantener.
Entre las cuatro minas de la compa?¨ªa p¨²blica KHW est¨¢ la m¨¢s ic¨®nica de la ciudad, la Wujek (apelativo cari?oso para "t¨ªo"). Con 14.400 trabajadores, la empresa lucha por sobrevivir mientras los precios han ca¨ªdo el 20% en un a?o. Wojciech Jaros es su portavoz. "Por ahora el carb¨®n es la ¨²nica fuente de energ¨ªa real en Polonia", explica. "En los pr¨®ximos a?os el 50% de la producci¨®n el¨¦ctrica del pa¨ªs saldr¨¢ de su combusti¨®n", asegura, aunque no se hace ilusiones: "Entendemos que su importancia y rentabilidad se est¨¢ reduciendo, pero en las pr¨®ximas d¨¦cadas el carb¨®n a¨²n tendr¨¢ su papel". Como responsable de una empresa p¨²blica, Jaros no critica al Gobierno, y asegura que su compa?¨ªa est¨¢ consiguiendo hacer m¨¢s rentable el negocio con progresivos recortes de personal, "pero es que los objetivos han cambiado demasiado r¨¢pido: antes no se trataba de ser rentable sino de explotar hasta el final nuestra gran riqueza nacional".
Desde 2014 las minas le han costado al Estado 750 millones de euros. Polonia incluso importa carb¨®n de pa¨ªses como Australia, de extracci¨®n m¨¢s barata, y algunos expertos aseguran que un sector rentable no podr¨ªa tener m¨¢s de 10 minas, frente a las 38 existentes. Todos los Gobiernos han evitado reestructurar una industria que escap¨® a la terapia de choque poscomunista, en parte en reconocimiento por su resistencia durante la ley marcial, cuando en 1981, en la misma Wujek, nueve trabajadores murieron por tiros del ej¨¦rcito.
La Plataforma C¨ªvica ha permitido el recorte de empleos (quedan 96.000, la mitad que en 2001) pero siempre a base de huelgas. Una de ellas llev¨® este jueves a miles de mineros que protestaban contra la ca¨ªda de precios. La primera ministra Ewa Kopacz ha aprobado antes de elecciones un plan multimillonario en la regi¨®n que incluye exenciones fiscales para empresas que usen carb¨®n y pr¨¦stamos para modernizar las plantas energ¨¦ticas.
Ley y Justicia es todav¨ªa m¨¢s firme en la necesidad de invertir en el sector y, dentro de su estrategia de reindustrializaci¨®n del pa¨ªs, quiere construir ocho gigavatios de plantas el¨¦ctricas alimentadas por carb¨®n. Y desliza que presentar¨¢ a Bruselas una propuesta de exenci¨®n de las obligaciones de recortar emisiones de CO2 (la exigencia de la UE es reducirlas en 2030 un 40% respecto a los niveles de 1990). "Nuestro proyecto econ¨®mico rechaza el dogma de la descarbonizaci¨®n", declar¨® recientemente Piotr Naimski, responsable de la pol¨ªtica energ¨¦tica del partido.
Gane quien gane el domingo, la apuesta es firme. El Estado ya est¨¢ en proceso de creaci¨®n de un campe¨®n carbon¨ªfero en Katowice a partir del cad¨¢ver de la Kompania Weglowa. Ante la perspectiva de que ¨¦sta, la minera m¨¢s importante de Europa, se quede sin liquidez para pagar a 40.000 trabajadores, el Gobierno anunci¨® hace unas semanas que la incluir¨¢ en un fondo de inversi¨®n p¨²blico junto a varias plantas energ¨¦ticas y que, hasta que aparezca un supuesto comprador, transferir¨¢ 325 millones de euros a ese fondo para ayudar a la mina sin levantar la ira de los reguladores de competencia de la Uni¨®n.
El sindicato Solidaridad, el mayor del pa¨ªs, considera el plan un "insulto" ante el convencimiento de que la Comisi¨®n Europea lo tumbar¨¢. Slawomir Lukasiewicz, responsable de la plataforma Przerobka, tiene m¨¢s matices. Sentado en su despacho entre fotos de piquetes y un calendario de mujeres en bikini, se alegra porque todos los partidos apuesten por "cuidar" su sector. En una opini¨®n com¨²n en la regi¨®n, Przerobka cree que el carb¨®n de Silesia deber¨ªa ser casi considerado una energ¨ªa limpia. "Es tan bueno que contamina muy poco", insiste, "y con los avances tecnol¨®gicos lo har¨¢ menos". Lukasiewicz cree que prescindir del carb¨®n ser¨ªa un suicidio geoestrat¨¦gico, y que no hay que someterlo a la l¨®gica del mercado. Tampoco a la del cambio clim¨¢tico, que en Polonia se considera un problema secundario.
"La gente aqu¨ª siempre estuvo orgullosa del carb¨®n. Trabajaban duro y ve¨ªan que el dinero que produc¨ªan iba a Varsovia", se despide en el Museo de Silesia otro de sus cuidadores. Pero puede que la distancia con el mundo de las mina no se mida s¨®lo en kil¨®metros: apenas a 80, en Cracovia, el Ayuntamiento acaba de anunciar que prohibir¨¢ las calefacciones de carb¨®n, responsables del 88% de la contaminaci¨®n no industrial en el pa¨ªs. Cracovia es la tercera ciudad de la UE con m¨¢s poluci¨®n, seg¨²n la Agencia Medioambiental Europea. La medida ha infundido esperanza entre los escuetos sectores ecologistas del pa¨ªs, que espera que peque?as administraciones act¨²en donde el Gobierno tiene demasiadas hipotecas. En Silesia no celebran la noticia.
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