La rebeli¨®n disfrazada
Me resulta preocupante la creciente ruptura entre los ciudadanos y la autoridad
No todas las rebeliones son iguales. Hay algunas que no lo parecen, pero que est¨¢n en marcha, silenciosas e implacables.
Esta semana una turba de 300 personas asesin¨® a dos hermanos que se identificaban como encuestadores en Ajalpan, estado de Puebla. Inicialmente los pobladores los acusaron de intentar plagiar a una menor y los entregaron a la polic¨ªa municipal. Como los hermanos afirmaron que levantaban una encuesta sobre consumo de tortillas y mostraron gafetes de acreditaci¨®n y los polic¨ªas carec¨ªan de pruebas para inculparlos, la autoridad rechaz¨® consignarlos. El rumor de que ser¨ªan liberados provoc¨® la indignaci¨®n de la multitud, que en respuesta saque¨® y quem¨® la alcald¨ªa, vapule¨® a los polic¨ªas e incendi¨® patrullas y termin¨® matando a golpes a los dos muchachos.
Hablamos de una reacci¨®n brutal y salvaje por parte de vecinos?
En los disturbios por temas raciales en Estados Unidos o en Francia es com¨²n observar en los noticieros que la gente rompe escaparates para extraer televisores y v¨ªveres de tiendas saqueadas. Toda pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n catastrofista que se precie incluye una escena similar, tr¨¢tese de zombis o del arribo de un meteorito mortal. Lo que tienen en com¨²n todas estas situaciones es la percepci¨®n colectiva de que el orden institucional se ha detenido al menos temporalmente. Es decir, que el Estado y sus normas son inviables o ileg¨ªtimas por una raz¨®n u otra, y que la ley del clan, del grupo familiar o del individuo son las ¨²nicas que prevalecen.
Me resulta m¨¢s preocupante la creciente ruptura que vemos entre los ciudadanos y la autoridad
Algo similar est¨¢ sucediendo en M¨¦xico. El diario El Universal reporta que el a?o pasado se registraron ocho incidentes de este tipo; en 10 meses de 2015 llevamos 16 casos. Podr¨ªa parecer un asunto menor en un pa¨ªs que desde hace una d¨¦cada registra m¨¢s de 10.000 muertes anuales relacionadas con el crimen organizado, pero no es as¨ª. Ac¨¢ hablamos de una reacci¨®n brutal y salvaje por parte de vecinos que no son muy distintos a muchos otros millones de habitantes.
Lo que tienen en com¨²n todos estos casos es el profundo hartazgo de los sectores populares en contra de una autoridad que no s¨®lo es incapaz de protegerlos, sino que con frecuencia es percibida como el impedimento para que se haga justicia. No bast¨® con arrebatar por la fuerza a los detenidos; la furia acumulada llev¨® a quemar y saquear el palacio municipal, s¨ªmbolo local del Estado mexicano.
Lo que est¨¢ sucediendo cada vez con mayor frecuencia en Puebla, en el estado de M¨¦xico y en Oaxaca (entidades con la mayor incidencia de casos), son variantes de las brigadas de autodefensa en Michoac¨¢n. O en ¨²ltima instancia de la zona de refugio que encuentran los mexicanos en la econom¨ªa informal, en el mercado pirata, en la sociedad subterr¨¢nea. M¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n econ¨®micamente activa opera al margen de la formalidad.
La gente est¨¢ haciendo su vida al margen del Estado, y cuando se ve confrontada, en contra de ¨¦l
Con frecuencia se habla de un Estado fallido haciendo alusi¨®n a la expansi¨®n incontenible del crimen organizado. Sin embargo, a m¨ª me sigue pareciendo que el Estado no ha sido rebasado en lo esencial. No todav¨ªa. En todo caso me resulta m¨¢s preocupante la creciente ruptura que vemos entre los ciudadanos y la autoridad.
Hace algunas semanas me pregunt¨¦ en este espacio por qu¨¦ un hecho tan traum¨¢tico como la desaparici¨®n de 43 estudiantes no hab¨ªa provocado una reacci¨®n m¨¢s radical. No se tradujo en una irrupci¨®n de los ciudadanos en la pol¨ªtica sino en algo peor, el desencanto absoluto por la pol¨ªtica y por los canales que el sistema ofrece para expresar la inconformidad, incluyendo la calle. En el mejor de los casos la gente est¨¢ haciendo su vida al margen del Estado, y cuando se ve confrontada, en contra de ¨¦l. Me temo que est¨¢ en curso una rebeli¨®n soterrada, de largo aliento y de muy dif¨ªcil reparaci¨®n.
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