La Uni¨®n Patri¨®tica, del cementerio a las urnas en Colombia
La formaci¨®n, que naci¨® en los ochenta de un proceso de paz con las FARC, regresa a unas elecciones despu¨¦s del asesinato de m¨¢s de 3.000 militantes
Aquel atasco en la carretera marc¨® la vida de A¨ªda Avella durante ¡°17 a?os, 6 meses y 4 d¨ªas¡±. Lo repite como si se tratase de la sentencia condenatoria de un juez, pero quienes iban en aquel veh¨ªculo del que asomaba un bazuca, y que tambi¨¦n descerrajaron m¨¢s de 40 disparos contra su coche lo que quer¨ªan era matarla. Aquel 17 de mayo de 1996 esta pol¨ªtica de izquierda, presidenta de la Uni¨®n Patri¨®tica, decidi¨® exiliarse. Regres¨® a Colombia hace dos a?os, de nuevo al frente del partido que naci¨® en 1985 de las negociaciones de paz frustradas entre las FARC y el Gobierno de Belisario Betancur; la formaci¨®n que este domingo volver¨¢ a tener presencia en las urnas, despu¨¦s del asesinato de m¨¢s de 3.000 integrantes por grupos paramilitares, incluidos dos excandidatos presidenciales.
El regreso de la UP no va a suponer un vuelco en el tablero pol¨ªtico colombiano, pero tiene una gran carga simb¨®lica. En 2002 el Consejo Nacional Electoral (CNE) les retir¨® la personer¨ªa jur¨ªdica al no conseguir curules suficientes. Era imposible, sus candidatos hab¨ªan sido asesinados. En 2013, el CNE reverti¨® esa decisi¨®n. Este domingo optar¨¢n a alcald¨ªas o gobernaciones, caso de Imelda Daza, en el Cesar, despu¨¦s de 26 a?os en el exilio. La vuelta de la UP ha recibido el respaldo de muchos sectores de la poblaci¨®n, periodistas, intelectuales que, m¨¢s all¨¢ de respaldarles con su voto, valoran el mero hecho de que puedan regresar a la vida pol¨ªtica.
¡°Volv¨ª por la paz, ver la luz en el largo t¨²nel de la violencia es algo que anima a cualquiera¡±, asegura Avella, quien a¨²n se tiene que mover con escoltas y denuncia la persecuci¨®n que sufren algunos de los candidatos de su partido en zonas del pa¨ªs con menos eco que Bogot¨¢, donde ella aspira a un puesto en el Concejo. Regres¨® a Colombia el a?o pasado y form¨® parte de la candidatura presidencial de Clara L¨®pez, hoy aspirante a la alcald¨ªa de Bogot¨¢, como vicepresidenta. Hasta entonces, vivi¨® en Ginebra, compatibilizando un trabajo con el activismo por los derechos humanos y de los trabajadores. ¡°Me sacaron, pero nunca me fui de Colombia¡±, zanja.
Los integrantes de la UP sufrieron desde el inicio la persecuci¨®n de grupos paramilitares. La violencia se acentu¨® cuanto m¨¢s crec¨ªan pol¨ªticamente. En 1986 llegaron a tener 15 parlamentarios. Cuando se le pregunta por el peor momento para el partido, Avella no deja de enumerar cap¨ªtulos siniestros, como el de la masacre de Segovia, en noviembre de 1988, cuando los paramilitares asesinaron a 43 integrantes de la UP e hirieron a otros tantos. O el asesinato de dos candidatos presidenciales, Jaime Pardo Lea y su sucesor, Bernardo Jaramillo¡ ¡°Hubo un tiempo en que la militancia la ten¨ªamos que hacer en los cementerios, todas las semanas ¨ªbamos al menos un par de veces¡±.
Con la vuelta a las urnas vuelve a aflorar la controversia de si la UP es o no el brazo pol¨ªtico de las FARC. ¡°Naci¨® para la paz, de unos di¨¢logos¡±, asegura Avella, que recuerda que Iv¨¢n M¨¢rquez, el jefe negociador de la guerrilla en el proceso de paz de La Habana fue elegido para la C¨¢mara de Representes por la UP en 1986. Cuando comenz¨® el exterminio de sus militantes, los que proven¨ªan de la guerrilla volvieron al monte. El resto, militantes que ven¨ªan del Partido Comunista o de organizaciones sindicales, trataron de seguir haciendo pol¨ªtica. Unos 3.000 fueron asesinados.
Sobre la incorporaci¨®n de las FARC a la pol¨ªtica en caso de firmar la paz con el Gobierno, Avella considera que la guerrilla ¡°piensa montar una formaci¨®n distinta a la UP¡±, aunque es partidaria de grandes alianzas en torno a pol¨ªticas sociales y de izquierda. Categ¨®rica, s¨ª rechaza los v¨ªnculos con los guerrilleros: ¡°No se puede insinuar que somos el brazo pol¨ªtico de un grupo armado porque nos pueden volver a matar¡±.
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