De la guerra de Colombia al olvido
La mayor¨ªa de desplazados por el conflicto malvive en las afueras de la capital, en asentamientos precarios y apenas sin ayudas
Se cansaron de esperar. M¨¢s de 300 personas desplazadas por la violencia tomaron un edificio en el centro de Bogot¨¢. Asomados por las ventanas, exigieron al Gobierno ayuda. Ocurri¨® el 21 de septiembre. La escena repet¨ªa lo que 11 d¨ªas antes paraliz¨® la terminal de vuelos nacionales. All¨ª, 500 personas en las mismas condiciones reclamaban atenci¨®n. En ambos casos dijeron sentirse invisibles. En una ciudad con m¨¢s de siete millones de habitantes, seg¨²n cifras del Distrito, al menos 649.000 llegaron huyendo de la guerra en sus regiones. Sin pensarlo, algunos terminaron casi como indigentes en la capital colombiana, en un pa¨ªs en el que el conflicto, de m¨¢s de medio siglo, ha dejado cerca de ocho millones de v¨ªctimas, de las que al menos siete millones fueron desplazadas por la violencia.
Encontrar en cualquier esquina a familias pidiendo dinero con un cartel en el pecho que indica que son desplazados es parte del panorama de los bogotanos. Las ayudas que el gobierno de la capital ha dado y que seg¨²n la Alta Consejera de v¨ªctimas del distrito, Ana Teresa Bernal, est¨¢n cerca de los 340 millones de d¨®lares en educaci¨®n y salud, principalmente, parecen no ser suficientes. Por eso, el municipio de Soacha, en la periferia al sur de la ciudad, es el refugio de quienes no tienen nada.
A Sandra Castro le dieron un d¨ªa para abandonar su finca. Viv¨ªa en Putumayo, en el sureste del pa¨ªs. Era agricultora y la obligaban, con violencia, a dar una cuota mensual a grupos armados. Pagar una extorsi¨®n, como una obligaci¨®n m¨¢s. Ella y su esposo cumplieron hasta que el monto aument¨® y super¨® sus ganancias. ¡°Les dijimos que no ten¨ªamos c¨®mo pagar y la respuesta fue darnos unas horas para irnos¡±. Ella ya hab¨ªa visto c¨®mo cumpl¨ªan su palabra. Sab¨ªa que si no se iban, los matar¨ªan. La historia la cuenta desde Altos de la Florida, una urbanizaci¨®n ilegal del municipio de Soacha, ubicada en una monta?a, desde donde se ve Bogot¨¢. Ah¨ª encontr¨® el techo que le fue esquivo en la capital tras tener que abandonar su finca.
Chatarra y cart¨®n
Metros m¨¢s arriba est¨¢ Ana Estrada. Su casa se sostiene con palos de eucalipto. Sabe que all¨ª existe riesgo s¨ªsmico y de deslizamiento de tierra, pero no tiene miedo. ¡°Miedo tuve cuando empec¨¦ a ver que donde viv¨ªa nos mataban por todo¡±, dice. Ella habla de sus ¨²ltimos d¨ªas en Buenaventura, el principal puerto colombiano sobre el Oc¨¦ano Pac¨ªfico. ¡°Esper¨¦ que fuera de noche para irme¡±, cuenta. En dos bolsas de basura empac¨® lo que pudo. Ropa y elementos de aseo. Antes de que la delincuencia le hiciera salir huyendo, vend¨ªa dulces frente a una escuela y ten¨ªa una vivienda, de ladrillo y cemento. Ahora es recicladora y su rancho apenas se mantiene en pie.
Aunque su nombre aparece entre las seis millones de personas desplazadas actualmente en el pa¨ªs, seg¨²n el Registro ?nico de V¨ªctimas, los subsidios que recibe apenas le alcanzan. ¡°Reciclo. La chatarra y el cart¨®n es lo que m¨¢s da. De eso vivo¡±, dice. Lo hace en Bogot¨¢, a una hora de su casa, por la que paga mensualmente 50 d¨®lares. Buena parte de las m¨¢s de 2.000 personas (al menos 900 familias) que viven en su mismo barrio improvisado compran cada semana 2.000 litros de agua por 10 d¨®lares. No tienen acceso a servicios b¨¢sicos. ¡°Aprendimos a valorar cada gota de agua¡±, dice Leonardo Narv¨¢ez, un exsoldado del Ej¨¦rcito que despu¨¦s de varios a?os de haber dejado las filas a¨²n lleva puesta una chaqueta de camuflaje. Le faltan los dedos de la mano derecha, que ense?a para hablar del drama del desplazamiento.
¡°Cuando llegu¨¦ a Bogot¨¢, hace 12 a?os, nadie me daba trabajo. Me miraban mal. No ten¨ªa d¨®nde vivir. Dej¨¦ el Ej¨¦rcito, mis cerdos y mis vacas. Todo lo que ten¨ªa. Las FARC me sacaron con miedo¡±. En un desalojo, perdi¨® los dedos. ¡°Usaron la fuerza para sacarnos y qued¨¦ as¨ª¡± dice. ¡°Ahora, a pesar de todo, vivo feliz, ac¨¢ nadie me rechaza y con poco dinero hay techo y comida¡±.
En Soacha, instancias como Acnur acompa?an a la poblaci¨®n desplazada, que supera el 40% de quienes viven all¨ª. Una escuela y otras acciones bajo el programa Construyendo Soluciones Sostenibles han favorecido un proceso de reparaci¨®n y de visibilidad de los desplazados, al menos ah¨ª en esas monta?as desde donde se ve Bogot¨¢.
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