La necesaria pero insuficiente legalizaci¨®n
Inventar un futuro mejor, opciones de vida para quienes dejar¨¢n de ser criminales cuando las drogas se legalicen, es urgente
La actual discusi¨®n para legalizar la marihuana coincide con operativos militares en la sierra de Sinaloa para perseguir al Chapo, ¨¦pico contrabandista de ¨¦sta y otras sustancias. Como ocurri¨® con la Operaci¨®n C¨®ndor en los a?os 1970, la tierra que vio crecer al Chapo es v¨ªctima de violaciones a los derechos humanos similares a los que su pueblo sufri¨® cuando era joven. Ahora cientos de campesinos de la zona han sido empujados al frustrante destino del desplazamiento forzado por la persecuci¨®n de uno de los suyos.
?Tendr¨¢ la legalizaci¨®n de la marihuana alg¨²n efecto en la vida de las familias desplazadas por la persecuci¨®n del Chapo? ?Lograremos que los desplazados de hoy, sobre todo los j¨®venes, no tengan el destino que ¨¦l tuvo?
Los triunfos jur¨ªdicos para acceder a la marihuana medicinal y recreativa autocultivada, por lo pronto, s¨®lo beneficiar¨¢n a los ciudadanos que iniciaron las acciones legales individualmente. Est¨¢ por verse si se transformar¨¢n en jurisprudencias, que beneficien a todos los mexicanos, cuando se cumpla con un largo y complicado proceso judicial. Lo que s¨ª es seguro es que la agenda de la legalizaci¨®n de las drogas lleg¨® para quedarse, pues sus defensores somos un grupo de activistas intensamente din¨¢mico, contamos con alianzas internacionales y, sobre todo, con el apoyo de un grupo importante de mexicanos hartos de las consecuencias de una ¡°guerra¡± contra las drogas que parece beneficiar s¨®lo a capos violentos y pol¨ªticos corruptos.
Parte fundamental del ¨¦xito de este movimiento depende de nuestra capacidad para discutir los ataques prejuiciosos e ignorantes de moralistas simples y responder a quienes se preguntan sobre la trascendencia real de la legalizaci¨®n de la marihuana en ese mundo donde el narcotr¨¢fico y su violencia parecen haberlo destrozado todo.
Efectivamente, la legalizaci¨®n de marihuana no solucionar¨¢ todos los problemas que la inmadurez prohibicionista ha causado hist¨®ricamente: abrir una puerta jam¨¢s ha sido el final del camino.
En primer lugar, la legalizaci¨®n de la marihuana no educar¨¢ a los ignorantes de los beneficios y los da?os del consumo. Como ocurri¨® con la educaci¨®n sexual durante el siglo XX, deberemos pugnar para que la educaci¨®n sobre drogas transite de s¨®lo promover la abstinencia, hacia proveer informaci¨®n para consumirlas responsablemente. En segundo lugar, la legalizaci¨®n de la marihuana no conseguir¨¢ justicia y reparaci¨®n de los da?os causados por su prohibici¨®n en el pasado. Como ocurri¨® durante las transiciones hacia la democracia de algunas dictaduras latinoamericanas, deberemos crear mecanismos de justicia restaurativa, Comisiones de la Verdad y fondos para la reparaci¨®n de da?os sociales, para los cientos de miles de muertos, desaparecidos, desplazados y dem¨¢s v¨ªctimas de las injusticias provocadas por la prohibici¨®n en zonas productoras, de trasiego y consumo de drogas. En tercer lugar, la legalizaci¨®n de la marihuana no eliminar¨¢ inmediatamente la violencia y la corrupci¨®n inercial que su prohibici¨®n ha provocado en zonas de producci¨®n, ni crear¨¢ oportunidades para que las personas que se han acercado al crimen organizado se dediquen ahora a una actividad l¨ªcita.
Inventar un futuro mejor, opciones de vida para quienes dejar¨¢n de ser criminales cuando las drogas se legalicen, es urgente.
¡°Mi ni?ez fue muy triste y de eso no quiero hablarles¡±, dijo el carism¨¢tico capo Rafael Caro Quintero luego de que le incautaran m¨¢s de 8000 toneladas de marihuana y lo apresaran a mediados de los 1980, acusado de participar en el asesinato de un agente de la DEA.
Durante los a?os 1970, los pueblos de origen de Rafael Caro Quintero y el Chapo, al igual que hoy, fueron v¨ªctimas de violaciones a los derechos humanos. Legalizar la marihuana es un paso necesario para desarticular el sistema de incentivos que volvieron a estos capos en victimarios violentos y corruptos, abrir la puerta hacia una relaci¨®n m¨¢s madura con estas sustancias. No es suficiente, empero, para evitar que superemos la ansiedad de que la marihuana est¨¦ m¨¢s disponible, el resentimiento de abusos en el pasado y el miedo ante la perpetuaci¨®n de la criminalidad y la miseria en el futuro. Cuando la marihuana y otras drogas prohibidas sean legalizadas en M¨¦xico, como ocurri¨® en 1940, durante el gobierno de L¨¢zaro C¨¢rdenas, tendremos mucho m¨¢s por hacer para educarnos y conseguir justicia, en una circunstancia nueva en que la dicotom¨ªa v¨ªctima/victimario de la ¡°guerra¡± contra las drogas empezar¨¢ a sonar insuficiente. Tendremos que imaginar una agenda de futuro no s¨®lo para quienes con justicia reivindican el derecho a buscar el placer y la salud, sino para las v¨ªctimas de la prohibici¨®n y para los actores econ¨®micos m¨¢s d¨¦biles en el mundo de la producci¨®n y el contrabando de drogas ilegales.
* Froyl¨¢n Enciso es historiador y autor de Nuestra hist¨®rica narc¨®tica (Debate).
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