Helmut Schmidt, un estadista valiente
Schmidt supo cumplir con la funci¨®n que se le asignara, m¨¢s alta o m¨¢s baja, siempre con pleno rendimiento
A los 96 a?os ha muerto Helmut Schmidt, portavoz parlamentario que fue de su partido, el SPD, ministro de Defensa y de Hacienda con Willy Brandt, y de 1974 a 1982 su sucesor como canciller federal. Al perder en 1982 el apoyo de los liberales que de repente pasaron a apoyar a los dem¨®cratas cristianos de Helmut Kohl, continu¨®, sin embargo, hasta 1987 ejerciendo de jefe parlamentario de la oposici¨®n. Schmidt ha sabido cumplir con la funci¨®n que se le asignara, m¨¢s alta o m¨¢s baja, siempre con pleno rendimiento.
Despu¨¦s de una larga vida de pol¨ªtico activo que le llev¨® de senador (ministro) de su ciudad natal, Hamburgo, a canciller de la Rep¨²blica Federal de Alemania, lo m¨¢s admirable es que a los 64 a?os iniciase una segunda vida como editor y colaborador del semanario Die Zeit, columnista pol¨ªtico, autor de numerosos libros y sobre todo comentarista perpetuo de la pol¨ªtica alemana, europea, mundial.
Son pocos los pol¨ªticos que han llegado a la cima y, una vez jubilados, cuentan con la ilusi¨®n y la energ¨ªa necesarias para estrenar una carrera literaria que ponga de manifiesto que, adem¨¢s de ser capaces de tomar las decisiones necesarias por duras y arriesgadas que hayan sido ¡ªprincipal virtud del pol¨ªtico con rango de estadista¡ª expresan un pensamiento pol¨ªtico que se caracterice por su originalidad y valent¨ªa. Porque si siempre es arriesgado tomar decisiones, no lo es menos pronunciarse con opiniones propias.
Lo que singulariza al pol¨ªtico Schmidt es que siempre haya hablado con la m¨¢xima claridad, por controvertida que haya sido su opini¨®n. Por mi parte, tengo que confesar que a menudo he disentido, aunque tambi¨¦n haya tenido que darle la raz¨®n a la larga.
Schmidt mostr¨® toda su capacidad de arriesgarse, al mantener posiciones que consideraba indeclinables, como no aceptar nunca, aunque estuviere en juego la vida de inocentes, las imposiciones que viniesen del terrorismo. En ¡°el oto?o terrible de 1977¡± tuvo que enfrentarse al secuestro de Hanns-Martin Schleyer, el presidente de la patronal, y de un avi¨®n de Lufthansa en Mogadiscio, la capital de Somalia.
La Fracci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo, grupo terrorista de la izquierda revolucionaria alemana, exig¨ªa la liberaci¨®n de los miembros de su grupo encarcelados. Schmidt no negoci¨® ni capitul¨®. El resultado fue el asesinato del jefe de la patronal, pero con la intervenci¨®n de tropas especiales logr¨® liberar a los pasajeros secuestrados en el avi¨®n de Lufthansa. Si la operaci¨®n, harto arriesgada, hubiera implicado una masacre de los pasajeros, Schmidt hubiera tenido que dimitir de inmediato.
En realidad, se gan¨® a pulso el haber sido considerado un mago en la soluci¨®n de situaciones cr¨ªticas. Ya en 1962, siendo senador en Hamburgo, con el fin de paliar los da?os de la inundaci¨®n de la ciudad, recurri¨® al Ej¨¦rcito sin tener la competencia para ello. A veces hay que saltarse las normas para evitar males mayores.
Helmut Schmidt se ha distinguido por hablar claro, llamar a las cosas por su nombre, y actuar salt¨¢ndose normas y convenciones, siempre que fuese imprescindible para controlar la situaci¨®n. En caso de que fracasase, estaba siempre dispuesto a asumir los riesgos personales. Para ejercer el poder con eficacia, y a veces con dignidad, hay que estar permanentemente dispuesto a perderlo.
Helmut Schmidt se ha distinguido por su pragmatismo, a veces demasiado a ras de suelo. Me ha fastidiado siempre su lema de que el que necesite de una visi¨®n que vaya al oftalm¨®logo. Un pensamiento sin su pizca de utop¨ªa, sin imaginaci¨®n ni fantas¨ªa no permite m¨¢s que la reproducci¨®n de lo ya existente. Y lo menos que hay que decir es que todo cambia, para peor, pero tambi¨¦n a veces para mejor.
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