La trastienda del proceso de paz de Colombia con las FARC
El Gobierno y la guerrilla cumplen tres a?os de negociaciones y m¨¢s de 500 d¨ªas de reuniones en Cuba
Hab¨ªa combatido contra ellos y ahora los iba a tener delante para negociar. El general retirado Jorge Enrique Mora, excomandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, 42 a?os de carrera, una de las personas con m¨¢s ascendencia en el estamento militar, trasladaba hace tres a?os en voz alta sus dudas: ¡°?C¨®mo tengo que comportarme? ?Tengo que ser amable u hosco?¡±. Las preguntas nac¨ªan de la incertidumbre ante el reto de un nuevo proceso de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC para poner fin a un conflicto de m¨¢s de cinco d¨¦cadas y 220.000 muertos. Un camino de obst¨¢culos que cumple este jueves tres a?os, la recta final hacia la firma de un acuerdo o la continuaci¨®n de la guerra.
Aunque nunca antes se hab¨ªa avanzado tanto y el optimismo busca colarse en las conversaciones, la cautela impregna el d¨ªa a d¨ªa. El ¨²ltimo escollo, el acuerdo de justicia que parec¨ªan haber alcanzado el presidente, Juan Manuel Santos, y el l¨ªder de las FARC, Timochenko, el pasado 23 de septiembre. El Gobierno mantiene que lo firmado es un acuerdo de 10 puntos ¡ªel comunicado que leyeron¡ª, mientras que la guerrilla sostiene que se rubricaron los 75 de los que est¨¢ compuesto el pacto que crea un marco jur¨ªdico especial para juzgar a todos los actores del conflicto.
El acuerdo de justicia es el mayor quebradero de cabeza desde que se instalara, el 19 de noviembre de 2012, la mesa de negociaciones en La Habana, donde las conversaciones pasan pr¨¢cticamente desapercibidas. Salvo casos puntuales, y con permiso de la omnipresente seguridad cubana, que tiene que estar al tanto de cada movimiento de las delegaciones, poca gente en la isla es consciente de qui¨¦nes son los habitantes de algunas de las casas de El Laguito, el complejo de mansiones de la ¨¦poca del dictador Fulgencio Batista, donde se alojan las delegaciones, que no pueden superar las 40 personas. Cada equipo tiene tres casas; una de la de las FARC perteneci¨® al hijo del dictador cubano. ¡°Si ahora levantara la cabeza¡¡±, bromeaba un miembro de la delegaci¨®n guerrillera la pasada semana. El complejo est¨¢ completamente equipado y con una buena se?al de Internet, algo que, por ejemplo, las FARC han aprovechado para desarrollar una activa campa?a de comunicaci¨®n en las redes sociales.
Tampoco los cubanos prestan mucha atenci¨®n a lo que ocurre en el Palacio de Convenciones, en el barrio de Miramar, alejado del ajetreo diario. En este edificio conocido como Palco, construido en 1979 para la Cumbre de Pa¨ªses No Alineados, se han celebrado ya m¨¢s de 40 sesiones, conocidas como ciclos, generalmente de unos 11 d¨ªas. Los negociadores han podido llegar a estar reunidos, en total, algo m¨¢s de 500 d¨ªas.
Lejos quedan ya aquellas primeras reuniones llenas de ret¨®rica, especialmente por el lado de la guerrilla. En una ocasi¨®n, a principios de 2013, Humberto de la Calle intervino de forma airada y pidi¨® que, para no eternizar las sesiones, se dejase de ¡°marear el pavo¡±, una expresi¨®n que el representante de Noruega, pa¨ªs garante de las negociaciones, no lograba entender. Al d¨ªa siguiente, las FARC recogieron el guante y aparecieron con dos carritos con pavo cocinado por guerrilleros, lo que provoc¨® las risas de todos.
Pese a los momentos de distensi¨®n, ambas delegaciones admiten que no se ha labrado una relaci¨®n de confianza. Si acaso, conceden, se ha incrementado el respeto y la credibilidad por el otro. Las FARC se entienden mejor con los generales Mora y Naranjo. ¡°Hablamos el mismo c¨®digo, el de la guerra¡±, asegura un miembro del secretariado, opini¨®n que comparten en el Gobierno. Al que fuera comandante general de las Fuerzas Armadas, Jorge Enrique Mora, uno de los que m¨¢s someti¨® a la guerrilla, se le conoce a veces como ¡°el hombre de los chistes¡±, pues en m¨¢s de una ocasi¨®n ha tenido que recurrir a las bromas para destensar alguna situaci¨®n. Estas tienen que ver con c¨®mo se desarrollaron algunos operativos, lo que encuentra su replica en las FARC, que les explican c¨®mo robaron material a las fuerzas armadas en alguna ocasi¨®n.
A De la Calle lo perciben como el m¨¢s pol¨ªtico del equipo del Estado y ha sido el m¨¢s respetado aunque la crisis sobre el acuerdo de justicia ha hecho levantar suspicacias. ¡°Fr¨ªo y anal¨ªtico¡± son algunas de las expresiones que utilizan para referirse a Sergio Jaramillo. La guerrilla sabe, sin embargo, del papel crucial del Alto Comisionado por la Paz, en el devenir del proceso. ?l se encarga de la redacci¨®n de los acuerdos, casi siempre con Jes¨²s Santrich, con quien mantiene arduas discusiones sobre el lenguaje a emplear. Del lado guerrillero se destaca la moderaci¨®n del discurso de Iv¨¢n M¨¢rquez y el papel protag¨®nico en las negociaciones de Pastor ?lape, otro miembro del secretariado, que lleg¨® a La Habana en octubre de 2014.
Las FARC son una organizaci¨®n que, aunque con matices, funciona en bloque, como si hubiese trasladado un campamento de la selva a La Habana. En el caso del Gobierno los perfiles son m¨¢s variados. La lectura suele ser la principal v¨ªa de escape al ¡°enclaustramiento¡±, como denominan su d¨ªa a d¨ªa. De la Calle procura leer tres o cuatro horas diarias, combinando varios libros y la preparaci¨®n de la sesiones. Ahora anda inmerso en Pr¨®ceres, de Pablo Montoya; releyendo la biograf¨ªa de Jon Lee Anderson del Che Guevara y Back Channel to Cuba, de LeoGrande, sobre las conversaciones secretas de Cuba y EE UU. Y siempre, antes de dormir, recurre a poemas de Borges que guarda en el tel¨¦fono. Para hacer m¨¢s llevadera la vida en la Casa 25, los miembros del Gobierno suelen llevarse cosas de Colombia, como relataba la periodista de Semana Marta Ruiz en la mejor cr¨®nica que se ha escrito sobre las conversaciones: Mora, por ejemplo, viaja con lechugas cultivadas por su nuera, Jaramillo alg¨²n bote de tabasco y De la Calle vegetales para poder seguir una estricta dieta.
Para destrabar las negociaciones muchas veces se recurre a un formato que denominan 3x3 o 4x4, y en las que solo est¨¢n presentes plenipotenciarios de ambas delegaciones. Ah¨ª se habla sin tapujos. Entre finales de junio y principios de julio, en plena oleada de ataques de las FARC y la aprobaci¨®n del proceso por los suelos, se produjo un tenso encuentro. Seg¨²n al menos tres de los presentes y dos personas m¨¢s conocedores de aquella escena, a gritos, un miembro de las FARC solt¨®: ¡°Si piensan que por llevar aqu¨ª tanto tiempo somos incapaces de volver al monte, est¨¢n muy equivocados¡±. ¡°?Pues v¨¢yanse!¡±, le replicaron desde el Gobierno. Los pa¨ªses garantes, Cuba y Noruega, tuvieron que intervenir. Fue la antesala del desescalamiento del conflicto. Al recordar ese momento, meses despu¨¦s algunos de los implicados comparten, por separado, esta reflexi¨®n: ¡°Nunca antes hab¨ªa habido tanta voluntad por parar la guerra¡±.
La fecha final, en entredicho
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el l¨ªder de las FARC, alias Timochenko, acordaron el pasado 23 de septiembre en La Habana darse seis meses para la firma definitiva despu¨¦s de anunciar el acuerdo de justicia y poner como fecha l¨ªmite el 26 de marzo de 2016. Sin embargo, las diferencias sobre lo que se pact¨® y lo que no aquel d¨ªa han enturbiado el anuncio y puesto en cuesti¨®n la fecha definitiva.
Santos y Timochenko anunciaron que hab¨ªan alcanzado un acuerdo para crear sistema de justicia basado en el ofrecimiento de verdad y reconocimiento de responsabilidad, que juzgar¨¢ a todos los actores implicados en el conflicto armado de Colombia, combatientes y no combatientes, es decir, guerrilleros, militares, pero tambi¨¦n pol¨ªticos y tambi¨¦n financiadores del paramilitarismo. Este nuevo mecanismo no depender¨¢ del poder judicial colombiano y estar¨¢ formado por jueces colombianos y extranjeros. Si colaboraban con este tribunal, las sanciones oscilar¨ªan entre los 5 y 8 a?os, pero no en una c¨¢rcel. Ambos celebraron que el acuerdo garantizaba que no habr¨ªa impunidad.
La puesta en escena, con apret¨®n de manos incluido entre Santos y Timochenko en presencia del presidente cubano, Ra¨²l Castro, daba a entender que lo anunciado era definitivo. De Cuba, Santos viaj¨® a Nueva York, donde se llev¨® las felicitaciones de todos los l¨ªderes con los que se reuni¨®n en la Asamblea General de la ONU. La controversia. El Gobierno sostiene que lo acordado solo fueron los 10 puntos que se leyeron aquel d¨ªa y que los restantes, hasta 75, ten¨ªan que ser matizados. Las FARC no lo cre¨ªan as¨ª. Mientras se trata de llegar a un acuerdo definitivo antes del final de este mes, la guerrilla ha insistido en que los seis meses hasta la fecha definitiva solo empezar¨¢n a contar cuando se confirme el pacto.
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