¡°Esta es la Navidad que nos gusta¡±: Quinamay¨®, el pueblo afrocolombiano que celebra la llegada del Ni?o Dios en febrero
Los habitantes conmemoran a sus ancestros esclavizados, que no pod¨ªan celebrar en diciembre. Las festividades, heredadas por generaciones, dan el protagonismo a los ni?os para que mantengan la tradici¨®n

Una procesi¨®n atraviesa Quinamay¨®, un poblado en el suroccidente colombiano. Es mediod¨ªa y el calor es abrasador, pese a la presencia de algunas nubes. Seis mujeres afrocolombianas encabezan la marcha con la figura de un Ni?o Dios negro. Bailan mientras caminan, moviendo las faldas de sus vestidos al ritmo de una banda de m¨²sica que las acompa?a con bombos, trompetas, tubas, clarinetes. Se detienen al llegar a una casa con un amplio jard¨ªn, estatuas hind¨²es y una figura de San Miguel Arc¨¢ngel. Depositan a Jes¨²s en un refugio construido con hojas verdes y heliconias naranjas, sobre una manta con im¨¢genes de Pap¨¢ Noel. El Ni?o Dios negro se queda solo, a la espera de su propio nacimiento. La Navidad en este pueblo de afrodescendientes, en el departamento del Valle del Cauca, es el tercer s¨¢bado de febrero.
Casi todos los habitantes (unos 6.000) toman parte de las festividades, que comienzan el viernes y se extienden hasta el lunes. Algunos todav¨ªa duermen tras una noche de fiesta. Otros trabajan en los preparativos para esa noche del s¨¢bado, la m¨¢s importante. Olivia Carabal¨ª, por ejemplo, pela papas para el puesto de comida r¨¢pida que sus hijos y nietos instalar¨¢n en la calle principal. Unos 40 ni?os, en tanto, est¨¢n ilusionados porque en unas horas se convertir¨¢n en personajes del nacimiento de Jes¨²s: ¨¢ngeles, soldados, una Estrella de Oriente, una madre Mar¨ªa. Solo algunos adultos mayores se mantienen al margen. Dicen que prefieren quedarse con el recuerdo de cuando eran ni?os y celebraban las mismas fiestas.
Esta Navidad tiene varias similitudes con las adoraciones al Ni?o Dios que otros pueblos del sur del Valle del Cauca y el vecino norte del Cauca celebran entre diciembre y marzo. Axel Rojas, soci¨®logo y profesor de la Universidad del Cauca, explica que todas tienen su origen en la imposici¨®n del catolicismo en los esclavos tra¨ªdos de ?frica para trabajar en las grandes haciendas de ca?a de az¨²car de los alrededores. ¡°Apropian los cantos religiosos y los mezclan con otras tradiciones, que pueden ser de origen espa?ol o africano¡±, dice. El recuerdo de c¨®mo sufrieron los ancestros tiene un lugar central. Se baila la juga ¡ªtambi¨¦n conocida como fuga¡ª, un currulao en el que los participantes caminan en ronda arrastrando los pies por el peso de las cadenas.

La celebraci¨®n de Quinamay¨® sobresale por dos razones. La primera es su magnitud: mientras la fiesta se redujo o extingui¨® en otros lugares, ac¨¢ no dej¨® de crecer. Durante las cuatro noches de celebraciones, la calle principal se llena de visitantes de la ciudad de Cali y de pueblos cercanos como Robles, Villa Paz, Su¨¢rez o Buenos Aires. La segunda raz¨®n es que se hace en febrero. Los habitantes explican que los esclavistas no dejaban que sus ancestros celebraran en diciembre; solo lo permit¨ªan dos meses despu¨¦s, una vez concluida la cosecha. No hay pruebas documentales, pero es parte de la tradici¨®n oral transmitida desde la fundaci¨®n del pueblo, a finales del siglo XIX, unos a?os despu¨¦s de la abolici¨®n de la esclavitud. Se complementa con otra versi¨®n similar: los esclavos celebraban 40 d¨ªas despu¨¦s que los blancos, cuando Mar¨ªa terminaba su dieta posparto y pod¨ªa festejar con ellos.
El arrullo a Jes¨²s
La casa de Aleisi Lasso est¨¢ repleta hacia las nueve de la noche. La lluvia ha obligado a interrumpir la procesi¨®n que recoger¨¢ al Ni?o Dios en el jard¨ªn del San Miguel Arc¨¢ngel y lo llevar¨¢ hasta una tarima, d¨®nde ser¨¢ adorado hasta el amanecer. Algunos participantes se resguardan en el porche. Otros llenan la sala de estar. Alrededor de la mesa, un grupo de cantores juveniles aprovecha para calentar sus gargantas. Eligen una canci¨®n para arrullar a un Jes¨²s reci¨¦n nacido. ¡°Llora mi ni?o, llora mi amado¡±, comienza Gustavo Carabal¨ª. ¡°Ay mi ni?ito llorando¡±, responde el coro. Despu¨¦s, Carabal¨ª relata las dificultades del nacimiento: la decisi¨®n de Mar¨ªa de ir a Bel¨¦n, los intentos de Jos¨¦ de conseguir posada, los rechazos ante la orden del rey Herodes de matar a todos los menores de dos a?os. ¡°Ay mi ni?ito llorando¡±, replican los dem¨¢s cantores.
Lasso cuenta que todos los a?os prepara su casa para ser una de las paradas de la procesi¨®n. Los participantes se detienen en homenaje a su abuela, Mar¨ªa Isabel Aponz¨¢, quien organiz¨® las fiestas hasta su muerte, hace 40 a?os. Algunos todav¨ªa recuerdan las adoraciones que se hac¨ªan en la casa de barro en la que viv¨ªa la matrona, a unas cuadras, y que ya no existe. ¡°Qu¨¦ lindo est¨¢ el mes¨ªas con los ojitos abiertos viendo celebrar su d¨ªa¡±, exclamaba ella con una voz juvenil pese a su edad, rememoran. Para su nieta, esta es la Navidad que importa. ¡°En diciembre comienza la cuenta regresiva para esta, que es la que nos gusta. [Nuestros ancestros] nos ense?aron que nuestro Ni?o Dios naci¨® en febrero¡±, dice. ¡°Tanto me gusta que todos los mu?ecos de mi ni?a son negros¡±, agrega.

Minutos despu¨¦s, se reanuda la procesi¨®n. No ha parado de llover, pero la matrona actual, Mirna Rodr¨ªguez, ha decidido seguir adelante. La banda, los cantores y otros habitantes prosiguen el camino hacia Bel¨¦n. Brillan gotas sobre las tubas y los vestidos lucen pesados por el agua que los ha empapado. Es dif¨ªcil distinguir entre el pavimento, el barro y los charcos. En cada parada aparecen ni?os disfrazados de personajes b¨ªblicos y se suman a la caminata. Los creyentes recogen a Jes¨²s en el jard¨ªn del San Miguel y comienza el regreso hasta la otra punta del pueblo, donde hay una tarima improvisada bajo un techo de chapa. Al llegar, una presentadora explica que un ¨¢ngel le anunci¨® a Mar¨ªa que de su vientre nacer¨ªa ¡°el salvador del mundo¡±, que los soldados custodiaron al Ni?o Dios y que las indias mostraron que Colombia ¡°es un pa¨ªs multi¨¦tnico y multicultural¡±.
La religi¨®n est¨¢ en todos lados. Cada persona consultada por su fe, responde como si fuera una obviedad. ¡°Soy una cat¨®lica de racamandaca [a tope]¡±, dice la matrona. ¡°Ser¨ªa el peor pecado no creer en Dios. Yo hablo con ¨¦l¡±, comenta Deisy Lasso. Nadie considera contradictorio que los espa?oles hayan impuesto estas creencias a los antiguos esclavos. Ivonne Castillo, una profesora de escuela primaria, explica: ¡°Los amos los obligaban a despojarse de lo que tra¨ªan. Pero existe una necesidad humana de adorar a un Dios. As¨ª que se aferraban a la religi¨®n que pod¨ªan, desde su lugar¡±. Norman Vi¨¢fara, coordinador de la instituci¨®n educativa Sixto Mar¨ªa Rojas, agrega que el Ni?o Dios negro los enmarca en un proceso de rebeld¨ªa que les permite participar, en sus propios t¨¦rminos, de una creencia que considera universal. ¡°Posibilita que la etnia entre en la historia de la humanidad¡±, afirma. ¡°No le estamos celebrando al amo, sino que celebramos nuestra inclusi¨®n en el componente social del mundo¡±.
La iglesia cat¨®lica, por su parte, mantiene una relaci¨®n cordial con esta Navidad. El sacerdote Didier M¨¢rquez cuenta que este a?o no fue posible hacer parte de las celebraciones por ¡°problemas de coordinaci¨®n¡±, pero que espera poder hacerlo en 2026. ¡°Estas manifestaciones comunitarias permiten que las personas hablen un mismo lenguaje y vivan bajo un mismo clima fraternal. Sobre todo en esta regi¨®n, donde hay estigmatizaci¨®n, pobreza y descuido de parte del Estado¡±, dice al terminar su misa dominical, sentado en uno de los bancos de la parroquia. Mestizo y originario de Cali, se muestra abierto a las interpretaciones de los afros. ¡°Ni siquiera sabemos cu¨¢ndo naci¨® Jesucristo. Se asoci¨® al 25 de diciembre por una cuesti¨®n de conveniencia de acomodar fechas a unas tradiciones de la parte romana. Pero la venida de Dios, la venida salv¨ªfica, es algo permanente. No tiene horario ni fecha¡±, explica.
Las cadenas
El s¨¢bado por la noche, tras la llegada del Ni?o Dios, los cantores juveniles comienzan su presentaci¨®n. ¡°Ven, ven que al ni?o Dios hay que adorar¡±, entonan. ¡°A las doce de la noche, se levant¨® San Jos¨¦¡±, prosiguen. ¡°Se?ora Santa Ana, ?por qu¨¦ llora el ni?o?¡±. Mientras, los asistentes bailan la juga en rondas, en adoraci¨®n al reci¨¦n nacido. La danza, m¨¢s antigua que la fiesta, es el centro de una Navidad que no tiene regalos. Los participantes la describen como algo que corre en su sangre, que los impulsa a moverse como lo hac¨ªan sus padres y abuelos. Algunos hombres mantienen la tradici¨®n de poner sus manos atr¨¢s, por los grilletes. La mayor¨ªa, sin embargo, ha soltado esas cadenas y algunos alzan los brazos para alabar a Dios. Todos sonr¨ªen, disfrutan, se ven felices.
El j¨²bilo se entremezcla con el recuerdo de la opresi¨®n. Parece una contradicci¨®n, pero no lo es. Para Estefany Sandoval, una mujer de 35 a?os, la alegr¨ªa era el mayor actor de rebeld¨ªa de los ancestros. ¡°Decidieron cantar y bailar pese a las cadenas. Siempre buscaban la felicidad. Si no, la identidad se hubiera muerto con las cadenas ah¨ª¡±, resalta. Para ella, los esclavos ve¨ªan en la juga ¡°un momento ¨¦pico¡± en el que gozar como muestra de libertad. Por eso, el baile heredado de la esclavitud se ve como algo que los empodera. ¡°Si ellos pudieron, nosotros tambi¨¦n. Y a¨²n m¨¢s si no tenemos cadenas y enfrentamos menos obst¨¢culos¡±, a?ade Sandoval.
Alrededor de la juga, brota el resto de la fiesta. Como la Navidad de diciembre, se expande m¨¢s all¨¢ de la religi¨®n y la tradici¨®n. Hay una feria de atracciones para ni?os, con trampol¨ªn, noria y trencito. Hay fuegos artificiales. Y hay discotecas en las que suenan a todo volumen la salsa, la cumbia, el vallenato y el reguet¨®n. Algunos visitantes reconocen que esa es su principal raz¨®n para participar. ¡°Mi amiga y yo venimos a bailar¡±, enfatiza Marcela Choco, una cale?a que conoce la fiesta porque su abuela era del pueblo vecino de Robles y sus padres la tra¨ªan de ni?a. El alcohol inunda las mesas hasta el amanecer.

Por momentos, la procesi¨®n de ni?os de Quinamay¨® y las discotecas parecen dos fiestas separadas. Pero, en realidad, se retroalimentan. El Ni?o Dios aporta un significado hist¨®rico y cultural que diferencia esta Navidad de cualquier otra celebraci¨®n de pueblo. Las discotecas y los puestos de comida la vuelven un evento masivo, con motos y carros copando la calle principal y los alrededores. Adquiere una envergadura que le da mayor visibilidad y, por consiguiente, mayor financiamiento. Incluso la alcaldesa de Jamund¨ª, el municipio al que pertenece Quinamay¨®, llega en la noche del s¨¢bado con una decena de escoltas, producto de la presencia de grupos armados en otros pueblos de la zona. Se toma fotos, graba videos y enfatiza que el municipio no es solo la violencia que llega a la prensa.
Los evang¨¦licos
Mientras todos festejan, Arbey Mina siente nostalgia. Trabaja en el puesto de comidas de su esposa, donde prepara platos con pipilongo, una pimienta verde que abunda en la regi¨®n. Antes tuvo un rol m¨¢s central en la fiesta: fund¨® Los Jugueritos, la agrupaci¨®n de j¨®venes que acompa?a las procesiones y danzas con trompetas, trombones y bombos. Hace 20 a?os comenz¨® a ense?arle c¨®mo tocar estos instrumentos a unos adolescentes. Los dej¨® hace tres a?os por influencia de la iglesia evang¨¦lica a la que pertenece. ¡°Lloro, extra?o a mis muchachos, son esencia m¨ªa. Me dan emoci¨®n. Pero Dios dice que no debo adorar ¨ªdolos falsos, como el Ni?o¡±, explica. ¡°Jes¨²s es hijo de Dios, no es Dios¡±, a?ade.
El caso de Mina no es aislado. Sandoval, que da talleres sobre identidad cultural para j¨®venes, expresa su preocupaci¨®n durante un conversatorio porque cada vez m¨¢s ni?os le dicen que no pueden participar. ¡°No s¨¦ c¨®mo vamos a hacer, a veces pienso en tirar la toalla¡±, dice. Despu¨¦s, explica que es notoria la expansi¨®n del evangelismo. ¡°Una ni?a me dice: ¡®No puedo ir porque mi mam¨¢ me lo proh¨ªbe por mi religiosidad¡¯. Otra profe que me colaboraba con trajes me dice que no puede porque es mundano¡±, cuenta. Los organizadores, sin embargo, matizan que los evang¨¦licos igual participan desde sus comercios. Asimismo, Rodr¨ªguez, la matrona, asegura que no ve menos inter¨¦s. ¡°Los ni?os llegan, a veces incluso nos toca dejar algunos por fuera por falta de vestuario. Nunca me ha tocado rogarle a una mam¨¢¡±, afirma.

Todos coinciden en se?alar que la participaci¨®n de los m¨¢s j¨®venes es lo m¨¢s importante. Rodr¨ªguez, Sandoval, el profesor Vi¨¢fara y el cantor Carabal¨ª recuerdan que aprendieron las tradiciones cuando eran ni?os: ve¨ªan a sus padres y abuelos, escuchaban las canciones, interpretaban a los personajes b¨ªblicos. Ahora, preparan a la siguiente generaci¨®n. ¡°Si muero, ya quedan Daniela y Victoria¡±, dice Sandoval, en referencia a dos j¨®venes que la asisten. El domingo en la tarde, un jurado corona reina de la simpat¨ªa afro a Danna Isabel Balanta, una adolescente de 13 a?os que demostr¨® sus conocimientos sobre la fiesta. La presentadora le deja en claro, frente a una multitud, que conf¨ªan en ella. ¡°T¨² dijiste que ibas a contribuir al Plan Especial de Conservaci¨®n. Ahora tienes una responsabilidad enorme¡±.
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