El tiempo que nos queda
El valor de Artur Mas como pol¨ªtico se mide ahora mismo en el tiempo limitado que le queda, un per¨ªodo entre cero y 18 meses, de los que por cierto ya han transcurrido dos. Lleva casi 30 a?os metido en pol¨ªtica y cinco como presidente de la Generalitat, pero su tiempo pol¨ªtico se ha terminado o, para ser m¨¢s precisos, ha sido tasado y limitado. Entre el cero, si la CUP consigue imponer su designio sobre el qui¨¦n ¡ªalguien sin estigmas de la corrupci¨®n y de los recortes sociales¡ª, y el per¨ªodo m¨¢ximo de un a?o y medio, que el propio Mas ha ofrecido reducir a la mitad en caso de obtener el apoyo cupaire mediante una moci¨®n de confianza que permitiera descabalgarle.
El todav¨ªa presidente ha hecho todo lo que se puede hacer para llegar hasta aqu¨ª. Todos los pol¨ªticos cometen errores, pero Mas los ha cometido en cadena, como si nunca se cansara de equivocarse. Eso s¨ª, siempre aplaudidos como heroicidades por su fiel garde rappoch¨¦e, m¨¢s tozuda que el mismo l¨ªder.
Desde 2012, cada vez que ha dado un paso decisivo ha cometido un error de los que se pagan. Lo fue pasar de la reivindicaci¨®n del pacto fiscal al derecho a decidir en un santiam¨¦n: se acerc¨® a La Moncloa con el claro prop¨®sito de que se lo rechazaran para poder pasar a la siguiente p¨¢gina. El pacto fiscal recog¨ªa amplios consensos, incluso en territorio del PP, y contaba con un fuerte respaldo del mundo econ¨®mico catal¨¢n. Tambi¨¦n lo fue pasar con la misma velocidad del derecho a decidir a la independencia, dejando en la cuneta los 400.000 votantes del proceso participativo del 9N que no hab¨ªan optado por el doble Si.
Con cada paso al frente, Mas ha ido virando cada vez m¨¢s a la izquierda, primero aliado con ERC, ahora con la CUP; y cediendo en liderazgo, cada vez m¨¢s compartido y difuso, a los otros dirigentes, partidos y asociaciones hasta alcanzar la actual f¨®rmula coral de su oferta a la CUP: un presidente despose¨ªdo con tres ¨¢reas o vicepresidencias y una moci¨®n de confianza a mitad del per¨ªodo pactado.
El todav¨ªa presidente ha hecho esta propuesta en posici¨®n abiertamente subordinada y despu¨¦s de entregar en prenda de fidelidad una declaraci¨®n de desconexi¨®n que no se sostiene por ning¨²n lado y le ha valido cr¨ªticas desde el interior de su propio gobierno y su partido hasta la m¨¢s prestigiosa prensa financiera internacional. Con estos nuevos errores ha tirado las dos llaves que guardan las esencias del poder presidencial: la autoridad moral y la capacidad de disoluci¨®n del Parlamento.
Cuando un pol¨ªtico lo sacrifica todo, incluida la dignidad, para mantenerse en el cargo, es que no merece ese cargo al que quiere agarrarse como el n¨¢ufrago al madero flotante. Artur Mas es el tiempo que le queda y el tiempo que le queda es escaso con tendencia a la nada. No tiene m¨¢s proyecto que no sea sobrevivir, mantenerse a flote, porque su proyecto no es suyo sino que solo puede ser el de la CUP. Ha llegado de lleno a ese punto delicado en que ya solo se antoja un estorbo aunque nadie quiera dec¨ªrselo.
Su figura ha sido trabajada estos a?os como si fuera la clave de arco del proceso hacia la Catalu?a so?ada, de forma que a muchos les parece que si se prescinde de ella tambi¨¦n quedar¨¢ destruido el sue?o. Esta reflexi¨®n puede ser cre¨ªble para quienes todav¨ªa conservan la fe en una resoluci¨®n r¨¢pida, feliz y exitosa del proyecto, que no son pocos. Pero ya se ha hecho evidente para quienes mantienen una visi¨®n fr¨ªa y realista que este no es el caso y que el independentismo solo puede aspirar a consolidar sus posiciones y mantener el capital acumulado en estos a?os de movilizaci¨®n. Tambi¨¦n para conseguir este objetivo m¨¢s modesto y mantener viva la idea del proceso, Artur Mas es un obst¨¢culo m¨¢s que una ayuda.
Tampoco cabe pensar en una salvaci¨®n desde la oferta de Miquel Iceta. Una coalici¨®n como Junts pel S¨ª, construida para la independencia, no puede convertirse de la noche a la ma?ana en un grupo parlamentario que apoye un programa de Gobierno autonomista con el auxilio de los votos socialistas. Ni Esquerra se lo permitir¨ªa a Mas ni Mas se lo permitir¨ªa a s¨ª mismo.
El tiempo de Artur Mas se termin¨®, o es solo una suma de pr¨®rrogas y agon¨ªas sin sentido. La ¨²nica idea que puede hacerse de su futuro es abandonar la aventura, declarar que nadie hab¨ªa llegado tan lejos y ofrecer un r¨¢pido relevo, antes de que las urnas, con mayor sufrimiento y p¨¦rdidas, sean las que hagan la tarea obligada por esa victoria p¨ªrrica del 27S que tanto se parece a una derrota. Su proyecto ha quedado agostado y agotado.
(Somos el tiempo que nos queda es el t¨ªtulo de la obra completa de Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald y es un verso que se repite en uno de sus poema inicialmente titulado Bar nocturno).
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