La nueva econom¨ªa del terror
El califato terrorista no es tan solo una oferta de violencia, sino que act¨²a sobre la demanda
La guerra siempre es misteriosa. Solo se sabe algo de c¨®mo empieza y nada de c¨®mo sigue y termina. Ahora estamos entrando en un conflicto que el papa Francisco ha calificado de ¡°tercera guerra mundial a trozos¡± y del que sabemos bien poco, como demuestran los debates sem¨¢nticos sobre si es o no una guerra o sobre la identidad del enemigo; si es un aut¨¦ntico Estado Isl¨¢mico, una banda terrorista o el islam mundial, como pretende la extrema derecha blanca y occidental y su mejor representante, que es Donald Trump.
Todo esto se ir¨¢ aclarando. Y, por desgracia, ser¨¢ sobre todo a fuerza de duras lecciones de muerte y de dolor. La primera lecci¨®n versa sobre la novedad radical del fen¨®meno, hasta el punto de que exige nuevos conceptos a la vista de que los viejos van quedando superados uno detr¨¢s de otro. Nos hab¨ªan contado que la diferencia entre Al Qaeda y el autodenominado Estado Isl¨¢mico consist¨ªa precisamente en que el primero realizaba acciones contra un enemigo lejano y carec¨ªa de territorio, mientras que el segundo controla e incluso administra un territorio y se dedica a combatir all¨ª a sus enemigos, especialmente chi¨ªes.
Los atentados de Par¨ªs y de San Bernardino nos han demostrado la insuficiencia de esta distinci¨®n: se han producido contra el enemigo lejano de los terroristas y por parte de individuos que en algunos casos ni siquiera han viajado a las tierras del califato terrorista. Tampoco sirve la teor¨ªa del lobo solitario que se dedica a sus actividades terroristas por cuenta propia a la vuelta de su guerra en Siria o Irak. Cabe que se trate de individuos aislados, incluso por parejas, como los terroristas de San Bernardino, Syed Farook y Tashfeen Malik; pero act¨²an de forma planificada y acorde con los m¨¦todos e ideas del califato terrorista. Nada tienen que ver con la figura inspiradora de los nazis solitarios como lobos extraviados que segu¨ªan combatiendo contra los aliados una vez terminada la guerra. Ni siquiera es suficiente la explicaci¨®n sobre el uso de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, los m¨®viles y las redes sociales sobre todo, que los hace m¨¢s eficaces y clandestinos.
Una buena explicaci¨®n de este nuevo tipo de terrorismo, capaz de organizar un nuevo tipo de guerra, la ha proporcionado el fiscal designado por la Casa Blanca para ocuparse del terrorismo digital, John Carlin (nada que ver con el periodista de EL PA?S), con un concepto que conecta con el meollo de la econom¨ªa digital. Se trata de un caso de crowdsourcing, es decir, una forma de externalizaci¨®n abierta por parte de una marca u organizaci¨®n, que se alimenta precisamente de la demanda de ideolog¨ªa terrorista por parte de individuos radicalizados. No es el islam radicalizado sino la islamizaci¨®n de la radicalidad, tal como ha aclarado Olivier Roy, uno de los mejores conocedores del islam contempor¨¢neo. La idea es temible, porque significa que esta guerra que nos han declarado, aunque exhiba un enorme yacimiento en Siria e Irak desde donde se nos ofrece violencia y muerte a raudales, se asienta en la demanda de ideolog¨ªas violentas que surge desde lo m¨¢s profundo de nuestras sociedades, dentro de las cocinas y los dormitorios de nuestros suburbios.
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