M¨¦xico lindo y letal
Todo mexicano en el extranjero se sorprende por el alarmismo sobre nuestro pa¨ªs
Durante los ¨²ltimos dos d¨ªas la noticia m¨¢s consultada en el portal de EL PA?S fue la que daba cuenta del asesinato de dos australianos surfistas en Sinaloa, M¨¦xico. El inter¨¦s que despert¨® en Espa?a incluso super¨® a las noticias sobre el intenso intercambio que sostienen los candidatos a la presidencia del Gobierno, de cara a la elecci¨®n del 20 de diciembre en ese pa¨ªs. Los reclamos de Pedro S¨¢nchez a Pablo Iglesias, y las descalificaciones de Rajoy a sus rivales generaron menos inter¨¦s en los lectores que los ¨²ltimos momentos de vida de Dean Russel y Adam Coleman. Ni que decir que en Australia la menci¨®n de M¨¦xico en estos momentos evoca terribles escenarios de sangre y barbarie.
Mientras tanto, el presidente Enrique Pe?a Nieto dio a conocer un ambicioso programa de inversiones para apuntalar el papel de Pemex en la explotaci¨®n petrolera en M¨¦xico. Un aviso que, entre otras cosas, constituye un gui?o a los inversionistas locales y extranjeros para generar mayor inter¨¦s en la principal reforma econ¨®mica del Gobierno priista.
La actividad tur¨ªstica, incluso, no parece haberse resentido por la imagen de inseguridad: en 2014 visitaron M¨¦xico 29 millones de personas
Se podr¨¢ argumentar que los dos p¨²blicos no son los mismos. El lector consternado por las noticias procedentes de M¨¦xico podr¨ªa, a lo mucho, alterar sus planes de vacaciones y decidirse por otros destinos. La actividad tur¨ªstica, incluso, no parece haberse resentido por la imagen de inseguridad: en 2014 visitaron M¨¦xico 29 millones de personas, 20,4 % m¨¢s que el a?o anterior. Sin embargo, es un hecho que una buena porci¨®n de esta afluencia ha dejado de circular por el interior del pa¨ªs para concentrarse en destinos de playa, muchos de ellos bajo la modalidad burbuja de paquetes todo incluido.
Es decir, nunca sabremos el crecimiento real que habr¨ªa tenido el turismo en otras circunstancias y la derrama que eso habr¨ªa provocado en zonas ahora deprimidas. Recuerdo a un empresario de Saltillo que pose¨ªa un ambicioso plan de inversi¨®n para instalar un rosario de casas de retiro por todo el norte del pa¨ªs para ancianos norteamericanos. Atractivos vecindarios con servicios m¨¦dicos en ingl¨¦s, acceso a campos de golf, gimnasios y terapeutas de todo tipo. Se propon¨ªa ofrecer una jubilaci¨®n de lujo a retirados de la clase media de Estados Unidos.
Otro inversionista tapat¨ªo comenz¨® cursos de mandar¨ªn, y con ¨¦l todos sus ejecutivos, con el prop¨®sito de construir en los siguientes 15 a?os una red de hoteles destinados a los millonarios chinos que, ¨¦l confiaba, comenzar¨ªan a pulular por M¨¦xico. Resorts al lado de pir¨¢mides mayas o playas del Pac¨ªfico en los que se hablara su idioma y paladeara su comida a precios, eso s¨ª, tambi¨¦n millonarios.
Evidentemente, ambos proyectos de inversi¨®n fueron abandonados hace tiempo. Quiz¨¢ a los ejecutivos de Exxon interesados en invertir en yacimientos de aguas profundas no les importe lo que suceda a dos surfistas australianos en una carretera sinaloense; pero afecta a un comerciante de Toronto en proceso de escoger un para¨ªso tropical para retirarse, y excede los l¨ªmites de exotismo y aventura que un millonario de Singapur est¨¢ dispuestos a correr.
Todo mexicano que viaja por el extranjero tarde o temprano queda sorprendido por el tono alarmista de las preguntas sobre la violencia en nuestro pa¨ªs. Uno es abordado poco menos que como un sobreviviente. En mi caso, se me escucha con desconfianza cuando explico que nunca he sido v¨ªctima o testigo de un asalto, o que jam¨¢s he contemplado el disparo de un arma de fuego. Y sin embargo, tampoco yo me atrever¨ªa a recorrer las carreteras que los surfistas transitaban o pasar en la medianoche por barrios que no conozco. Alg¨²n d¨ªa tendr¨ªamos que inventariar las otras ¡°v¨ªctimas¡± de la violencia en M¨¦xico. Las sutiles implicaciones econ¨®micas, los comportamientos modificados, las peque?as maneras en que hemos mutilado la vida cotidiana en aras de esta callada sobrevivencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.