La Habana, territorio neutral y libre de filtraciones
Cuba aparece como un anfitri¨®n fiable para dos l¨ªderes espirituales que llevan un milenio sin hablarse
Quienes visitan Cuba por primera vez suelen quedarse de una pieza al pasear por La Habana Vieja y tropezarse de pronto con una iglesia de c¨²pulas bizantinas laminadas en oro. Es lo ¨²ltimo que uno espera hallar en la Avenida del Puerto, donde nunca hubo fieles ortodoxos, ni fr¨ªo, ni casi quedan rusos. Pero si la Catedral Ortodoxa de Nuestra Se?ora de Kaz¨¢n est¨¢ ah¨ª plantada para sorpresa general, m¨¢s extra?eza causa todav¨ªa la elecci¨®n de Cuba como escenario para el encuentro hist¨®rico entre el papa Francisco y el patriarca Cirilo, primado de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Mil a?os han tenido que pasar del cisma que separ¨® a cat¨®licos y ortodoxos para que los l¨ªderes de ambas iglesias acepten reunirse, y va y eligen la capital cubana. Y obviamente, la pregunta que se hace hoy medio mundo es¡ ?por qu¨¦ La Habana?
Dec¨ªa el Premio Nobel de Literatura Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez que no hay mejor lugar del mundo que Cuba si uno quiere reunirse en secreto para conspirar, o negociar discretamente el problema m¨¢s irresoluble. Lo contaba una noche, la d¨¦cada pasada, durante una ronda de negociaciones entre el Gobierno colombiano y la guerrilla del ELN (Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional), a la postre fracasadas. Cada atardecer, tras las conversaciones oficiales la casa habanera del escritor se convert¨ªa en centro de cita informal de negociadores, diplom¨¢ticos, esp¨ªas, pol¨ªticos, exguerrilleros y amigos de paso, y nunca nada de lo que se habl¨® all¨ª sali¨® publicado. Ese, precisamente, era uno de los valores fundamentales de Cuba como anfitri¨®n de todo tipo de pl¨¢ticas secretas: ¡°Dif¨ªcil que se filtre nada, y el que se atreva, ya sabe¡±, bromeaba Gabo.
Al proverbial control cubano ¡ªbien resumido en el refr¨¢n popular de ¡°aqu¨ª solo se sabe lo que se quiere que se sepa¡±¡ª, se suma la condici¨®n de ¡°territorio neutral¡± de La Habana. En el caso de conversaciones bravas o de marcado tinte ideol¨®gico, como las de guerrilla y el Gobierno colombiano ¡ªsea el ELN, antes, o ahora las FARC¡ª, est¨¢ clara la seguridad que Cuba puede ofrecer a ambas partes.
Pero La Habana es tambi¨¦n territorio neutral y seguro para el papa Francisco y el patriarca Cirilo, quien, por cierto, fue quien consagr¨® la Catedral Ortodoxa de Nuestra Se?ora de Kaz¨¢n en 2008 cuando era arzobispo de Smolensk y Kaliningrado. En realidad, la relaci¨®n entre el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa y la revoluci¨®n de Fidel Castro viene de m¨¢s lejos. La primera vez que Cirilo viaj¨® a la isla fue en 1994, cuando las relaciones del mandatario comunista y la Iglesia Cat¨®lica eran especialmente tensas. El l¨ªder cubano permiti¨® entonces la visita del Patriarca, cuyo objetivo era revitalizar la peque?a comunidad ortodoxa rusa que se mantuvo en la isla tras la desaparici¨®n de la URSS. Posteriormente, Castro autoriz¨® la construcci¨®n de la catedral ortodoxa en La Habana, mientras se imped¨ªa a la Iglesia Cat¨®lica la construcci¨®n de nuevos templos. El Patriarca regres¨® a la isla en 2004 ¡ªcoloc¨® la primera piedra del templo, en su condici¨®n de presidente del Departamento de Relaciones Eclesi¨¢sticas Exteriores del Patriarcado de Mosc¨²¡ª, y en 2008 regres¨® en viaje oficial y consagr¨® la catedral en compa?¨ªa de Ra¨²l Castro.
Esta buena relaci¨®n, sumada a la condici¨®n de La Habana de aliada del Gobierno ruso, hacen de la isla un buen lugar para la celebraci¨®n del encuentro con el Papa, que tambi¨¦n tiene una sinton¨ªa muy especial con Ra¨²l Castro. Si Francisco sirvi¨® de mediador ante Estados Unidos para ayudar a la normalizaci¨®n de las relaciones entre La Habana y Washington, y bajo su tutela ambos pa¨ªses negociaron en secreto durante m¨¢s de un a?o ¡ªdurante las conversaciones, con el amparo del Vaticano el cardenal Jaime Ortega lleg¨® a reunirse en secreto en los jardines de la Casa Blanca con el presidente Barack Obama¡ª, ahora Cuba aparece como un anfitri¨®n fiable, discreto y seguro para dos l¨ªderes espirituales que llevan la friolera de un milenio sin dirigirse la palabra.
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