¡®Bye bye, Independent¡¯
Este ser¨¢ el primer peri¨®dico nacional de Gran Breta?a que solo se podr¨¢ leer en pantalla
La noticia de que el peri¨®dico brit¨¢nico The Independent liquidar¨¢ su versi¨®n en papel el mes que viene me provoca pena y agridulce nostalgia pero no una enorme sorpresa.
Form¨¦ parte del equipo que fund¨® el diario en octubre de 1986, procedente del Times de Rupert Murdoch con otros 60 desertores m¨¢s, y ah¨ª permanec¨ª como corresponsal sucesivamente en M¨¦xico y Centroam¨¦rica, Sud¨¢frica y, finalmente, Estados Unidos hasta que empec¨¦ a escribir para EL PA?S en 1998. Me enorgullece poder decir que pas¨¦ buena parte de mi carrera en The Independent, pero, superada la primera d¨¦cada de su existencia, no fui el ¨²nico en intuir que las cosas empezaban a ir mal. Lo que m¨¢s me sorprende, realmente, es que The Independent lograse sobrevivir tanto tiempo m¨¢s.
Pero esos primeros 10 a?os no me los quita nadie. Cuando me toc¨® cubrir la liberaci¨®n de Nelson Mandela en 1990 ya super¨¢bamos al Times en ventas y, casi, casi alcanzamos al Guardian. El ¨¦xito del Independent se basaba en la prioridad que se le daba a la calidad de la escritura y en c¨®mo cubr¨ªamos el mundo. Me acuerdo de que el jefe de internacional nos dec¨ªa que, una vez constatada la veracidad de los hechos, la clave consist¨ªa en producir una buena lectura ¡ª¡°a good read¡±¡ª?y en explicar al lector porqu¨¦ le ped¨ªamos que dedicara a nuestros textos tres, cuatro, cinco minutos de su precioso tiempo.
Yo hac¨ªa lo que pod¨ªa como periodista relativamente junior, pero no estaba a la altura de nuestros grandes cracks. En Oriente Pr¨®ximo ten¨ªamos al legendario Robert Fisk; cubriendo de manera magistral la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica desde Mosc¨², a Rupert Cornwell, hermano del novelista John Le Carr¨¦; en el sudeste asi¨¢tico a James Fenton, veterano periodista de la guerra de Vietnam que acabar¨ªa siendo nombrado profesor de Poes¨ªa en la Universidad de Oxford. Ten¨ªamos m¨¢s corresponsales extranjeros que cualquiera de nuestros rivales y en poco tiempo nos convertimos en el peri¨®dico de referencia de los diplom¨¢ticos de la Foreign Office.
En cuanto a la independencia del Independent, no ¨¦ramos revolucionarios ¡ªse supon¨ªa un apoyo impl¨ªcito a la democracia liberal de mercado¡ª,?pero dentro de esa limitaci¨®n ten¨ªamos un amplio margen de maniobra. No hab¨ªa ning¨²n magnate ni gran empresa en la sombra; los principales accionistas eran los tres periodistas que tuvieron la idea de fundar el peri¨®dico y que al principio ocuparon los primeros tres puestos editoriales: director, subdirector y jefe de internacional. Los tres proced¨ªan del netamente derechista Daily Telegraph, pero jam¨¢s nos impusieron una agenda conservadora, mucho menos de apoyo a la entonces primera ministra Margaret Thatcher.
Un ejemplo de la libertad mental que se autoimpuso aquella troika fundadora fue la decisi¨®n de no cubrir nunca historias de cotilleo ¡ªbodas, nacimientos, divorcios, adulterios¡ª?sobre la familia real brit¨¢nica. Otro, entre muchos m¨¢s de mayor relevancia, fue el mero hecho de que me ficharan a m¨ª para cubrir pa¨ªses como El Salvador y Nicaragua sabiendo muy bien que simpatizaba con la izquierda de ambos pa¨ªses y abominaba de las intervenciones ¡°imperialistas¡± del presidente Ronald Reagan en el istmo centroamericano. El jefe que decidi¨® enviarme despu¨¦s como corresponsal a Sud¨¢frica era, en la intimidad, un tipo profundamente conservador pero tambi¨¦n sab¨ªa perfectamente que yo no iba a cubrir el final del apartheid como un drama para los blancos (lo que hac¨ªa el Telegraph) sino como el sue?o m¨¢s deseado de la mayor¨ªa negra.
Nunca ni a m¨ª ni, que yo sepa, a nadie se nos impuso en ning¨²n momento una l¨ªnea pol¨ªtica editorial. (Tampoco en mi caso, dicho sea de paso, durante los a?os que llevo escribiendo para EL PA?S).
El principio del largo adi¨®s fue a mediados de los noventa cuando Murdoch se lanz¨® a la guerra contra The Independent, rebajando dr¨¢sticamente los precios del Times sabiendo que su multinacional, News Corporation, pod¨ªa amortiguar las p¨¦rdidas y nosotros no. Cuando llegu¨¦ a Washington en 1995 empezaron los recortes y la secci¨®n internacional, llena de expertos regionales en Londres adem¨¢s de una veintena de corresponsales en plantilla, no se libr¨® de la masacre.
En aquellos tiempos, la prensa en general prosperaba, as¨ª que los compa?eros que fueron despedidos no solo salieron con un buen paquete de dinero en los bolsillos sino que encontraron nuevos trabajos r¨¢pidamente. Nunca olvidar¨¦ la reacci¨®n de un compa?ero a los pocos minutos de recibir la noticia de que lo echaban a la calle. Citando al autor escoc¨¦s Robert Louis Stevenson, me murmur¨®, ¡°Los que mueren ser¨¢n los afortunados¡±.
Me fui, con vida pero sin finiquito, en 1998 y desde entonces no he podido evitar fijarme en la correlaci¨®n entre el descenso de la calidad del Independent y el gradual e implacable recorte de la plantilla, acelerado por la letal conjunci¨®n que han sufrido los diarios en casi todo el mundo de, por un lado, la crisis econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os y, por otro, la aparici¨®n de Internet.
Habr¨¢ m¨¢s recortes que nunca ahora, se supone, pero The Independent seguir¨¢ en versi¨®n digital. El peri¨®dico fue un experimento cuando se fund¨® y es un experimento de nuevo: ser¨¢ el primer peri¨®dico nacional de Gran Breta?a que solo se podr¨¢ leer en pantalla. Los dem¨¢s, los que trabajamos para diarios que a¨²n se aferran a la antigua tecnolog¨ªa del papel, lo seguiremos con inter¨¦s. Ojal¨¢ les vaya tan bien como hace 30 a?os. Pero lo dudo.
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