Sobre el aborto, la discapacidad y los l¨ªmites
La posible relaci¨®n entre el virus del Zika y la microcefalia ha obligado a Brasil a hacerle frente a sus tab¨²es
Una enfermedad nunca es tan solo una enfermedad. Nos habla de desigualdades y de quiebras, y tambi¨¦n de pasiones. El virus del Zika, desde que fue asociado con la microcefalia, ha revuelto las profundidades del pantano en el que la sociedad brasile?a esconde sus prejuicios y totalitarismos, que muchas veces trae a la superficie cubiertos por una m¨¢scara de virtud. De esta materia hirviente est¨¢ compuesto el debate sobre el permiso para abortar en casos de microcefalia. Ante la crisis de salud revelada por el Aedes brasilis, como ya se le ha llamado, de forma tan oportuna, al mosquito vector, el futuro pr¨®ximo depende de que seamos capaces de pensar, incluso si esto significa chamuscarse las manos. Pensar y conversar, lo que implica vestir la piel del otro antes de salir repitiendo los viejos clich¨¦s utilizados como escudos contra los cambios. Si no somos capaces de superar el comportamiento de los hinchas del f¨²tbol, ni siquiera ante una epidemia considerada una ¡°emergencia global¡±, el mosquito es el m¨¢s peque?o de nuestros problemas.
El aborto
En Brasil solo se permite abortar en casos de embarazo resultante de una violaci¨®n, de riesgo de muerte de la gestante y de anencefalia del feto. En este ¨²ltimo caso, la posibilidad fue abierta por el el Supremo Tribunal Federal en 2012, por tratarse de una situaci¨®n incompatible con la vida. Prevaleci¨® la tesis de que no habr¨ªa all¨ª una vida a proteger y, por lo tanto, obligar a una mujer a darle continuidad a un embarazo que al final resultar¨ªa en un ata¨²d y no una cuna era una afrenta a su dignidad y un acto de tortura. Aquellas mujeres que encontrasen sentido en llevar hasta el fin un embarazo de un feto anencef¨¢lico, obviamente, a¨²n contar¨ªan con la garant¨ªa de sus derechos.
Este es un punto importante: el respeto al derecho de elecci¨®n de cada mujer, a partir de sus circunstancias concretas y subjetivas, de la tela de sentidos construida por cada una para moverse por el mundo. Cuando se permite el aborto, en ning¨²n momento esa licencia le quita a cualquier mujer el derecho a no realizarlo. Lo que se produce es una ampliaci¨®n de los derechos, no su estrechamiento. Quien entiende que realizar un aborto es lo m¨¢s coherente para su vida lo hace. Quien entiende que no, no lo hace. Debo informar al lector que particip¨¦ activamente en el debate sobre el aborto de fetos anencef¨¢licos. Como periodista, en la cobertura del tema, y en un documental titulado Una historia severina, en el cual se narra lucha por la autorizaci¨®n judicial emprendida por una mujer del noreste de Brasil, pobre y analfabeta, para interrumpir el embarazo de un feto anencef¨¢lico.
Aunque en Brasil el aborto solo se permita legalmente en tres casos, la pr¨¢ctica es completamente diferente. Y entender esto es fundamental para cualquier debate honesto. En el d¨ªa a d¨ªa, aborta cualquiera que pueda pag¨¢rselo. Si una mujer de clase media o alta se queda embarazada, y por diferentes motivos ese embarazo fue no deseado, va a una cl¨ªnica privada, paga entre 5.000 y 15.000 reales (entre 1.253 y 3.760 d¨®lares) e interrumpe el embarazo con una seguridad considerable. Sus dilemas son personales, internos, ya que la decisi¨®n de abortar suele ser dif¨ªcil, incluso cuando hay una convicci¨®n personal de que es imposible llevar adelante el embarazo. Pero esta mujer no tiene por qu¨¦ temer ser detenida, y mucho menos morir por un aborto mal hecho. Casi con seguridad no le pasar¨¢ eso.
En Brasil, el aborto es libre y seguro para quienes pueden permit¨ªrselo, y criminalizado y mort¨ªfero para quienes no pueden
A las mujeres pobres, s¨ª. Para ellas, abortar significa correr el riesgo de ser detenidas como delincuentes y significa correr el riesgo de morir. Como una cl¨ªnica segura, con buenas condiciones sanitarias y profesionales preparados, cuesta entre 6 y 17 sueldos m¨ªnimos, ellas solo podr¨¢n arriesgarse a pr¨¢cticas muy inseguras. Cada a?o m¨¢s de 200.000 mujeres reciben atenci¨®n en el sistema p¨²blico de salud (SUS) debido a complicaciones posaborto, la mayor¨ªa de ellas por procedimientos inducidos. Seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), se realizan m¨¢s de 1 mill¨®n de abortos inseguros al a?o en Brasil. El aborto es la quinta causa de mortalidad materna en el pa¨ªs.
Los n¨²meros de casos atendidos en el SUS por complicaciones posaborto prueban que decenas de miles de mujeres pobres estaban tan desesperadas que prefirieron arriesgarse a ser detenidas e incluso morir, y aun as¨ª creyeron que ese riesgo era m¨¢s bajo que llevar a t¨¦rmino el embarazo. Aqu¨ª se hace necesario detener el texto durante un p¨¢rrafo para que, juntos, intentemos ponernos en la piel de esa mujer. Y hay que hacerlo m¨¢s all¨¢ del odio contra las mujeres, arraigado en la sociedad brasile?a. Hay que pensar, y no odiar, que es mucho m¨¢s f¨¢cil.
Quien se arriesga a ser detenida y a morir est¨¢ arriesg¨¢ndose a mucho. Est¨¢ arriesg¨¢ndolo todo. Por lo tanto, es posible ponernos de acuerdo, al menos, en que los hechos demuestran que el aborto no es un acto trivial para estas mujeres, sino una necesidad profunda, movida por motivos objetivos y subjetivos que solo ellas conocen ¨ªntimamente. As¨ª que cuidado antes de se?alarlas con un dedo acusador: ninguna de ellas aborta sin una raz¨®n muy fuerte. Y eso tiene que escucharlo cualquier sociedad que quiera guiarse por la ¨¦tica.
Escuchar es precisamente debatir. Aquellos que no quieren debatir el aborto en Brasil tienen que asumir que no les importan ni la detenci¨®n ni la muerte de mujeres j¨®venes y pobres, la mayor¨ªa de ellas negras, ya que estos son los hechos. Tienen que asumir tambi¨¦n que no les importa que el acceso al aborto reproduzca la desigualdad racial y social de Brasil, al ser accesible y seguro para quienes pueden permit¨ªrselo y criminalizado y mortal para quienes no pueden. A quien le importa esto, debate los hechos. Y escucha la posici¨®n del otro, aunque sea muy diferente a la suya. Vivir es moverse.
Y aqu¨ª, cabe subrayarlo, estamos hablando solo de lo peor. Aun cuando el aborto se consume sin complicaciones, al menos es posible imaginar el nivel de pavor al que una mujer se enfrenta al arriesgarse a hacerlo en condiciones tan terribles y sin ning¨²n amparo. Es una pesadilla, y es una pesadilla que, en este instante, est¨¢ viviendo una mujer en situaci¨®n de extrema fragilidad. No me parece que sea posible vivir ignorando a las mujeres que sufren. Pero as¨ª es como ha vivido la sociedad brasile?a.
El aborto suele surgir en el debate p¨²blico como una moneda electoral. En busca del voto religioso, los candidatos, desde la derecha hasta la izquierda, han omitido esta cuesti¨®n o han chantajeado la vida de las mujeres. Esta es una prueba m¨¢s de la corrosi¨®n de la pol¨ªtica tradicional, que se ha mostrado capaz de subastar cualquier principio: primero, en nombre de ganar las elecciones, despu¨¦s, en el nombre de esa indecencia a la que se ha dado el nombre de ¡°gobernabilidad¡±.
Cuando el virus del Zika provoca un debate sobre el aborto, es esencial que todos nos esforcemos en cualificarlo. Frente a un escenario dram¨¢tico, el mejor camino es hacer de la crisis una oportunidad de volver el pa¨ªs m¨¢s justo.
La deficiencia
En el debate sobre la interrupci¨®n del embarazo de un feto anencef¨¢lico, cierto tipo de religioso sin escr¨²pulos de mentir utilizaba el falso argumento de que la propuesta era ¡°abortar a personas con discapacidad¡±. Era un golpe muy bajo, y muy irrespetuoso. Nunca se ha comprobado que un anencef¨¢lico viviese en este mundo. Si viv¨ªam¨¢s all¨¢ de algunos d¨ªas o meses, e incluso eso solo suced¨ªa en casos rar¨ªsimos, no era anencef¨¢lico, sino una persona con otra malformaci¨®n, esta compatible con la vida. Pero se anunciaba en internet como un anencef¨¢lico. Como se sabe, la mentira presentada como una verdad, sobre todo cuando va acompa?ada por una imagen, es un poderoso instrumento de manipulaci¨®n de las mentesque prefieren sumarse, en vez de pensar.
?Qu¨¦ puede ser peor que ser decodificado como una vida ¡°no deseada¡± o como aquel que ¡°sali¨® mal¡±?
En el caso de la microcefalia, s¨ª, son ni?os con discapacidades. La malformaci¨®n cerebral puede causar diferentes niveles de problemas, desde los menos graves hasta los m¨¢s severos. Y, s¨ª, esas personas tienen vida. El hecho de que tengan dificultades de orden f¨ªsico o mental no vuelve esa vida m¨¢s o menos significativa. Ah¨ª es donde la sociedad brasile?a falla estrepitosamente.
De todos los discriminados de este mundo tantas veces s¨®rdido en el que vivimos, las personas con discapacidades est¨¢n entre las m¨¢s violadas. ?Qu¨¦ puede ser peor que ser decodificado como ¡°una vida no deseada¡±? ?Qu¨¦ puede ser m¨¢s aplastante que ser aquel que ¡°sali¨® mal¡±, o ser el portador de ¡°un fallo¡±? ?Qu¨¦ puede ser m¨¢s opresivo que ser ¡°alguien que no deber¨ªa existir¡±
Es muy brutal. Y es tambi¨¦n una gran estupidez. Desafortunadamente, esta estupidez persiste en todas las esferas, inclusive en la del Gobierno. Solo la ignorancia puede explicar que un Ministro de Salud, como fue el caso de Marcelo Castro (PMDB), se refiriese al nacimiento de personas con microcefalia como ¡°una generaci¨®n de disminuidos¡±. Cuando la difunden aquellos que deciden sobre las pol¨ªticas p¨²blicas de salud, la ignorancia es criminal.
?Por qu¨¦ es una estupidez? Porque lo que cada uno hace con su vida ¨Cy con sus limitaciones¨C es totalmente singular. Nadie puede decir, tomando como base las discapacidades f¨ªsicas o mentales de alguien, que esa persona no podr¨¢ tener una vida plena, con sentidos que ella construir¨¢ y reconstruir¨¢ a partir de sus posibilidades. Cuando las personas con discapacidades provocadas por las m¨¢s diversas causas asumen un protagonismo en el mundo, se convierten en historias ejemplares de superaci¨®n, se transforman en libros y pel¨ªculas, ganan premios y reciben homenajes, se plasman sus nombres en calles e instituciones. Cualquiera puede acordarse r¨¢pidamente de varios ejemplos en cinco minutos. Pero a todas las dem¨¢s personas con discapacidad se las masacra como estorbos, como indeseables. O como a gente ¡°disminuida¡±, como dijo el ministro.
La ¨²nica deformaci¨®n insalvable es la de una sociedad que, en vez de derribar barreras, las levanta.
?Qui¨¦n no tiene l¨ªmites en este mundo? Solo las personas de las campa?as publicitarias de ¡°una vida sin l¨ªmites¡±, uno de los esl¨®ganes m¨¢s cretinos que jam¨¢s se hayan inventado. La cuesti¨®n es que las personas con discapacidad no tienen apenas l¨ªmites, sino barreras f¨ªsicas y sociales. Desde la falta de acceso a los edificios para quienes usan silla de ruedas, por citar un ejemplo muy obvio, hasta el muro mucho m¨¢s dif¨ªcil de atravesar, que es la mirada del otro, al verlo como una ¡°vida no deseada¡±, un subhumano.
Vale la pena consultar lo que hace la Convenci¨®n Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: ¡°Las personas con discapacidad son aquellas que tienen alg¨²n impedimento a largo plazo de naturaleza f¨ªsica, mental, intelectual o sensorial, que, en interacciones con las diversas barreras, pueden obstruir su participaci¨®n plena y efectiva en la sociedad en pie de igualdad con las dem¨¢s personas¡±. La vida de alguien, por lo tanto, no est¨¢ determinada por la discapacidad. Pero s¨ª por el encuentro de ese cuerpo con la cultura. La ¨²nica deformaci¨®n insalvable es la de una sociedad que en lugar de romper las barreras, las levanta.
Una de las barreras m¨¢s abominables es precisamente la de la escuela, aquella que deber¨ªa ampliar los horizontes de los ni?os por medio del proceso emancipador de la educaci¨®n. Ahora mismo se est¨¢ tramitando en el Supremo Tribunal Federal de Brasil una acci¨®n presentada por la Confederaci¨®n Nacional de los Establecimientos de Ense?anza (CONFENEN) para anular algunos de los efectos de la Ley Brasile?a de Inclusi¨®n (LBI). Las escuelas privadas quieren librarse de la obligatoriedad de asegurarles la educaci¨®n a los estudiantes con discapacidades.
Como escribi¨® Lucio Carvalho, activista y uno de los editores del sitio web Inclusive, es un NO en may¨²sculas: ¡°Lo que muchas personas sienten, perciben, interpretan o identifican en una acci¨®n as¨ª, con objetivos tan claros y expl¨ªcitos, es un rotundo NO social. Un enorme NO. Un NO sin met¨¢foras. Un NO es aqu¨ª su lugar. Un NO piense que su hijo o hija es capaz de pertenecer a este mundo. Un sonoro NO, que puede ramificarse en: NO tenemos plazas, NO estamos preparados, NO tenemos recursos, NO tenemos accesibilidad, NO queremos saber de eso aqu¨ª, NO tenemos el menor inter¨¦s en salir de esta posici¨®n, NO esto, NO aquello. Y una serie de NOS m¨¢s que repercuten en la individualidad, aunque de muchas formas¡±.
Las escuelas han sido una de las barreras m¨¢s abominables al pleno acceso a la ciudadan¨ªa de las personas con discapacidad
Carvalho a?ade: ¡°Adem¨¢s de la escuela, el prejuicio contra la discapacidad se expresa de muchas otras maneras: en el aislamiento impuesto por la convivencia social, que muchas veces se dificulta; en la invisibilidad de las personas que casi no se ven representadas y reconocidas en los productos culturales y en los medios de comunicaci¨®n; en el acceso al trabajo, por ejemplo, cuando a menudo se les ve como personas con menos capacidad y su presencia muchas veces se tolera solamente por obligaci¨®n legal y formal¡±.
La mayor¨ªa de la gente prefiere no pensar jam¨¢s en lo que es tener una discapacidad y no poder tener una vida digna, una vida de invenci¨®n y con sentidos, no debido a un ¡°fallo¡± en el cuerpo, sino por la deformaci¨®n de los ¡°normales¡±. No es que la sociedad no presione para que se derriben las barreras f¨ªsicas y sociales o para que se promuevan pol¨ªticas p¨²blicas de inclusi¨®n, que garanticen el acceso a la ciudadan¨ªa de las personas con discapacidad. Es mucho peor que eso. Como se ve en la acci¨®n presentada por la CONFENEN, la sociedad quiere derribar los pocos derechos que se ha conseguido garantizar hasta ahora. Cuando se piensa que son establecimientos de ense?anza los que presentan demandas como esa, es a¨²n m¨¢s desesperante. Pero este es tan solo un caso entre tantos. Hay muros en la mirada de la mayor¨ªa.
A veces, raramente, emerge la delicadeza en esas horas brutas. Como la madre de un alumno que fue a la escuela privada de su hijo a agradecer que hubiesen puesto en la clase a un ni?o con discapacidad. Ella dijo: ¡°Mi hijo ha mejorado tanto al convivir con ese chico que he venido aqu¨ª a dar las gracias. Soy yo, como madre, quien tiene que darle las gracias a la madre de ese ni?o, por todo lo que ella le dio a nuestra familia al matricular a su hijo en esta escuela. Mi hijo gan¨® mucho m¨¢s que su hijo, estoy segura¡±. La inversi¨®n es la que pone las cosas en su sitio. La inversi¨®n es la que muestra c¨®mo era antes que estaba invertido.
Cuento otra historia real m¨¢s, solo posible gracias al derecho de inclusi¨®n en la escuela. Dos ni?os estudiaron juntos durante tres a?os. Uno de ellos hab¨ªa sido diagnosticado con autismo. Cuando se aproxim¨® la pubertad, a los 11 a?os, el ni?o le pregunt¨® a su madre por qu¨¦ su colega estaba tan agitado. La madre le respondi¨®: ¡°Imag¨ªnate lo que es no ser capaz de entender que esos cambios que est¨¢n sucediendo en tu cuerpo hacen que seas la misma persona. Cada d¨ªa te despiertas y tienes la angustia de no saberte el mismo¡±. El ni?o entonces dijo: ¡°Ya lo he entendido. Es como si su cuerpo fuera un jab¨®n que la mano mojada, que es la cabeza, no consigue agarrar¡±. Eso es convivir y aprender con las diferencias. Esto es educaci¨®n, aquella que ense?a a hacer el movimiento de alcanzar una experiencia diversa de estar en el mundo.
Las mujeres pobres son las que m¨¢s sufrir¨¢n para incluir a un ni?o con discapacidad en un sistema p¨²blico de salud precario y en una sociedad que discriminar¨¢ a sus hijos en todos los espacios
La persona que se arriesga a la experiencia no es aquella que ¡°tolera¡± al otro, que tiene una discapacidad, como si fuese magn¨¢nima porque tolera, como si fuese una enorme concesi¨®n que se expresa mediante la condescendencia. Como ocurre con tantos al considerar que ya es una gran cosa saludar con una sonrisa a las personas con discapacidad que trabajan en la misma sala por determinaci¨®n legal. O cuando se quejan de que el ¡°discapacitado¡± no es simp¨¢tico, ya que deber¨ªa estar eternamente agradecido y servil porque le concedieron un lugar, aunque en una esquina. Quienes hacen que el mundo d¨¦ un paso al frente son aquellos que se dan cuenta de que la experiencia de vida se ampl¨ªa al convivir con las diferencias.Que ven diversidad y riqueza donde otros ven inferioridad y fracaso.
As¨ª que los ni?os que nacieron con microcefalia debido al zika, una conexi¨®n que a¨²n no est¨¢ del todo clara, no est¨¢n condenados a una vida sin vida. Pero pueden estar condenados a una vida mucho menos aut¨®noma, mucho menos ciudadana, mucho m¨¢s restrictiva, debido a las barreras sociales que ya deber¨ªan haberse derribado, lo que no ha ocurrido. Son v¨ªctimas de dos fracasos: el de las pol¨ªticas sanitarias, que permitieron la proliferaci¨®n del mosquito, y el de las pol¨ªticas de inclusi¨®n.
En este caso, as¨ª como ocurre con el aborto, tambi¨¦n son los m¨¢s pobres quienes m¨¢s sufren las consecuencias de la precariedad de las pol¨ªticas p¨²blicas, as¨ª como los efectos de la discriminaci¨®n que permite la desigualdad de derechos. Y los m¨¢s pobres en Brasil, como se sabe, son en su mayor¨ªa negros. La mayor parte de los casos de microcefalia se produce entre mujeres pobres del noreste de Brasil, y son ellas las que m¨¢s sufrir¨¢n con la epopeya que ser¨¢ incluir a ni?os con discapacidad en un sistema p¨²blico de salud precario y en una sociedad que discriminar¨¢ a sus hijos en todos los espacios y oportunidades.
Cuando el virus del Zika provoca un debate acerca de la discapacidad, es esencial que todos nos esforcemos para cualificarlo. Frente a un escenario dram¨¢tico, el mejor camino es hacer de la crisis una oportunidad para que el pa¨ªs se vuelva m¨¢s justo.
?Es posible juntar el aborto y la discapacidad?
Fue iniciada una acci¨®n en el Supremo Tribunal Federal (STF) que pretende reivindicar, entre varias medidas, el permiso de abortar debido a la microcefalia y, al mismo tiempo, la dignidad de los ni?os con discapacidad que nazcan de estos embarazos. La idea es garantizar derechos: tanto los derechos de las mujeres que deseen interrumpir el embarazo de un feto con una malformaci¨®n, en un caso en el que la enfermedad fue causada por el fracaso de las pol¨ªticas p¨²blicas del estado, como el derecho de las mujeres que quieran llevar a t¨¦rmino este embarazo, con la garant¨ªa de que sus hijos tendr¨¢n acceso a tratamiento y a pol¨ªticas de inclusi¨®n. Se trata, por lo tanto, de una ampliaci¨®n de derechos, y no de una restricci¨®n. Y tambi¨¦n de respeto a elecciones diferentes.
La articulaci¨®n parte del grupo que, en 2004, present¨® la acci¨®n de interrupci¨®n del embarazo del feto anencef¨¢lico ante el Supremo Tribunal Federal. En ¨¦l destaca la organizaci¨®n no gubernamental ANIS ¨C Instituto de Bio¨¦tica. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) ya se ha manifestado en defensa de la despenalizaci¨®n del aborto en casos de microcefalia.
No hay respuestas f¨¢ciles. Solo consigo afrontar la complejidad del debate con dudas
En un reportaje publicado en el diario Folha de S.Paulo, la periodista Claudia Collucci mostr¨® que, ante la posibilidad de tener un hijo con microcefalia, las mujeres ya han comenzado a abortar, incluso en embarazos planificados. Como la microcefalia solo se diagnostica hacia el tercer trimestre de la gestaci¨®n, la interrupci¨®n se realiza como una ¡°prevenci¨®n¡±, ya que no se sabe con seguridad si se producir¨¢ la malformaci¨®n. Tambi¨¦n se han relatado casos de hombres que abandonan a sus compa?eras tras haber nacido beb¨¦s con microcefalia.
La cuesti¨®n de la desigualdad, de nuevo, es determinante: en la pr¨¢ctica, quienes no tienen derecho a interrumpir el embarazo en estos casos son precisamente las m¨¢s pobres, que no pueden pagar un aborto en cl¨ªnicas seguras. Tambi¨¦n son ellas las que encuentran las mayores barreras para criar a un hijo con discapacidad, en un estado que falla en la garant¨ªa de acceso a los tratamientos de salud y en el acceso pleno a la ciudadan¨ªa. Es imperativo discutir el aborto con la seriedad que merece un tema de salud p¨²blica.
Sin embargo, como sucede siempre que surge la palabra ¡°aborto¡±, tan pronto como la acci¨®n se anunci¨® en art¨ªculos en la prensa se alzaron los pu?os y se prepararon las armas. Me intereso por gritos que expresan dolores, pero no por aquellos programados para callar la voz del otro. No creo que este sea un debate con respuestas f¨¢ciles. Es necesario hacerle frente a la complejidad. Y solo consigo afrontarla con dudas.
Mi incomodidad con la propuesta de permitir que mujeres con gestaciones de fetos con microcefalia aborten es la relaci¨®n que se establece con la discapacidad. Creo que las mujeres embarazadas de fetos con microcefalia deben poder abortar, si as¨ª lo desean, porque tienen el derecho a decidir sobre su cuerpo, y no porque el derecho al aborto se justifique por el nacimiento de un ni?o con discapacidad, aunque esta situaci¨®n haya sido causada por una negligencia del estado. Tener o no tener un hijo es una decisi¨®n individual, ¨ªntima, de cada mujer. Cabe al estado garantizar que se proteja su elecci¨®n, en cualquiera de los casos.
La cuesti¨®n que complica el debate en curso, sin embargo, es que el tema del aborto sigue siendo un tab¨² en la sociedad brasile?a. Por eso, el movimiento estrat¨¦gico posible ser¨ªa luchar para garantizar al menos que esas mujeres pobres, que desean interrumpir la gestaci¨®n de un feto con microcefalia, puedan hacerlo de una forma segura y que cuenten con los servicios p¨²blicos de salud. Sin correr el riesgo, por lo tanto, de ser detenidas o incluso de perder la vida. La legitimidad de esta idea se basa en la necesidad de afrontar el mundo real. Si a¨²n no es posible garantizar el amplio derecho de las mujeres sobre sus cuerpos, como se asegura en muchos pa¨ªses, en general en los m¨¢s desarrollados, al menos se conseguir¨ªan reducir la desigualdad y la injusticia, al proteger a las m¨¢s fr¨¢giles en este caso espec¨ªfico. Luchar de forma puntual por lo posible, ya que lo justo est¨¢ distante.
Tiene todo el sentido. Pero, aun as¨ª, tengo dudas. Temo que la idea de que el aborto deba autorizarse porque el feto presente microcefalia pueda tener consecuencias peligrosas. Porque, aunque sea en nombre de una causa justa, proteger la elecci¨®n de las mujeres m¨¢s pobres, inevitablemente refuerza la creencia de que una vida con discapacidad es una vida no deseada, o condenada al fracaso. Y cualquier posibilidad de reforzar este prejuicio tan arraigado, con consecuencias tan terribles en la vida de millones de personas, es un riesgo demasiado grande. Y un riesgo con repercusiones cuyas dimensiones no podemos predecir. Hay un efecto de este discurso sobre quien naci¨® discapacitado y vive en este mundo.
En este sentido, es ilustrativa una discusi¨®n que tuvo lugar en S?o Paulo, durante un encuentro informal de activistas de los derechos humanos, en el que la acci¨®n se debati¨® con intensidad. Uno de los activistas argumentaba que en un tema tab¨², como el aborto, era necesario ir avanzando por los bordes, hasta que finalmente se respetasen los derechos reproductivos de las mujeres y la autonom¨ªa de estas sobre sus cuerpos. Por eso, defend¨ªa la acci¨®n. Despu¨¦s de todo, el aborto es responsable de la muerte de mujeres j¨®venes, la mayor¨ªa de ellas, pobres. Otra activista respondi¨®: ¡°Pero este es el mismo principio de la gobernabilidad, en cuyo nombre se han hecho tantas cosas absurdas. Es justificar concesiones inaceptables en el nombre de un bien supuestamente mayor. Pero no avanzamos y no garantizamos derechos cuando la discusi¨®n sobre el aborto gira en torno a la discapacidad. El aborto es un derecho de la mujer, que no puede vincularse a un juicio p¨²blico sobre qu¨¦ vida vale la pena que exista y cu¨¢l no vale la pena¡±.
Realmente no hay respuestas f¨¢ciles en una situaci¨®n de tanto dolor. Pero, tambi¨¦n por eso, es necesario arriesgarse al debate, para que este pueda llevarnos m¨¢s lejos, en un momento tan crucial.
Me lanzo a ¨¦l con un pensamiento muy costoso. Defiendo activamente la autonom¨ªa de las mujeres sobre sus ¨²teros. Defiendo, por lo tanto, el derecho amplio al aborto. Los motivos para hacerlo pertenecen a cada una. No creo que el estado ni la sociedad puedan interrogarlas acerca de sus razones ¨ªntimas, sino tan solo asegurarse de que se garantice su opci¨®n en la esfera p¨²blica. Punto. Pero el argumento p¨²blico del derecho al aborto porque de esa gestaci¨®n nacer¨¢ un ni?o con discapacidad para m¨ª es un l¨ªmite. Un l¨ªmite que elijo no sobrepasar.
Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.
Sitio web: desacontecimentos.comEmail:elianebrum.coluna@gmail.comTwitter:brumelianebrum
Traducci¨®n de ?scar Curros
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