El hijo de Lula se r¨ªe de la crisis
Hasta para los no creyentes existen palabras revestidas de una sacralidad que debe ser respetada
Negar que Brasil vive una de las crisis econ¨®micas m¨¢s graves de su historia es de ciegos. Mofarse de ella, es una ofensa a los m¨¢s pobres.
Choca, por ello, que Luis Claudio, el hijo menor del expresidente Lula, se divierta publicando en su Facebook frases chistosas sobre la crisis.
Si el joven no ve ni sufre en su carne la crisis, deber¨ªa darse por satisfecho de que el destino le haya sido ben¨¦volo
Su padre, que conoci¨® desde ni?o lo amarga que es la miseria, se distingui¨®, durante su presidencia, por rescatar a millones de familias de la pobreza.
Si el joven no ve ni sufre en su carne la crisis, deber¨ªa darse por satisfecho de que el destino le haya sido ben¨¦volo, pero resulta injusto que ironice una realidad que est¨¢ costando l¨¢grimas a los que la padecen, que son siempre los anillos m¨¢s d¨¦biles de la cadena econ¨®mica.
En su Facebook, Luis Claudio ha escrito, que ¡°el garaje del shoping est¨¢ abarrotado de crisis¡±, o que las personas ¡°que hacen cola en los restaurantes esperan que la crisis desocupe una mesa¡±. Esos son, y ¨¦l deber¨ªa saberlo, los privilegiados a quienes no roza la crisis.
Quienes, al rev¨¦s, han perdido el trabajo o han visto disminuida su renta; a los que les agarrota la inflaci¨®n y les ahogan los intereses m¨¢s altos del mundo las bromas no le sirven de alivio. Si acaso ofenden su dignidad.
Esos heridos por la crisis no hacen cola en los restaurantes de lujo, sino a la puerta de los hospitales p¨²blicos, cada vez m¨¢s empobrecidos; hacen filas a la puerta de las f¨¢bricas en busca de un empleo o en las ventanillas de los bancos para pagar sus deudas.
Se pueden discutir las posibles causas de que Brasil, tras haber vivido a?os de vacas gordas, se vea hoy como pa¨ªs rebajado internacionalmente a la categor¨ªa de ¡°basura¡±.
Se puede discutir si esa crisis es m¨¢s pol¨ªtica que econ¨®mica. Se puede especular sobre los responsables de la situaci¨®n y sobre lo que significa para el gigante americano ser, en vez de motor de crecimiento y prosperidad del continente, la causa del encogimiento de su PIB.
Lo que no es admisible es elevar la crisis a la categor¨ªa de chiste barato.
He escrito tantas veces en esta columna que los j¨®venes brasile?os son la mejor esperanza de este pa¨ªs, por su esp¨ªritu emprendedor y su capacidad creativa, mundialmente reconocida.
Duele, por tanto, que sea un joven como Luis Claudio, hijo de qui¨¦n tanto se distingui¨® a nivel internacional para que Brasil fuera reconocido como el pa¨ªs que combati¨® las desigualdades econ¨®micas y sociales, qui¨¦n minimice la gravedad de la crisis. Una crisis que amenaza con empujar a millones de brasile?os, que hab¨ªan logrado salir de la fatalidad de la pobreza, al infierno del que hab¨ªan salido.
Hasta para los no creyentes, existen palabras y realidades revestidas de una cierta sacralidad que debe ser respetada. Una de ellas, sobre las que no est¨¢ permitido ni la iron¨ªa ni el sarcasmo, es el sufrimiento de los pobres.
Y la crisis que sufre Brasil, que es real y no imaginaria, est¨¢ ya sembrando de angustia el presente y el futuro de tantas familias que ven desmoronarse las esperanzas de mejora que hab¨ªan empezado a disfrutar o so?ar.
Jugar con el dolor de los que no tuvieron la suerte de nacer en la cuna de los privilegiados, es un desaf¨ªo arriesgado. En la historia, nada fue nunca tan peligroso como la ira de los dioses.
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