Jaque mate
En Brasil se forma la tormenta perfecta: corrupci¨®n, ajustes, movilizaci¨®n popular
Dilma Rousseff entr¨® en la cuenta regresiva. La prensa y los mercados brasile?os anuncian un cambio de gobierno. La imagen m¨¢s esperada del naufragio se produjo el viernes: Lula da Silva subiendo a un coche policial que lo llevaba a declarar sobre sus v¨ªnculos con la corrupci¨®n de Petrobras. Lula es el patriarca del Partido de los Trabajadores (PT). Por eso su trayectoria expresa mejor que otras la par¨¢bola del poder: cuando transfiri¨® la presidencia a Dilma disfrutaba de la simpat¨ªa del 80% de los brasile?os; hoy el 60% lo tiene por ladr¨®n. La codicia estrag¨® al pol¨ªtico m¨¢s sagaz del ¨²ltimo medio siglo de Brasil. En cinco a?os pas¨® del d¨ªa a la noche.
La citaci¨®n de Lula tiene, sin embargo, un efecto parad¨®jico. Forz¨® un reacercamiento entre ¨¦l y Dilma. Es el abrazo del oso. Una de las escapatorias que ten¨ªa la presidenta era desprenderse del PT y ensayar una nueva alianza parlamentaria. Esa puerta se cerr¨®. Lula tambi¨¦n aprovecha la dureza del procedimiento para victimizarse. Intenta trasladar su drama desde el terreno judicial al de la pol¨ªtica, que es el que conoce. El s¨¢bado lanz¨® una ilusoria candidatura presidencial para dentro de dos a?os. Y desde su partido convocaron a una movilizaci¨®n. La consigna es que hay que defender a la democracia de un golpe de las corporaciones. Es el d¨¦bil escudo ret¨®rico que utilizan en la Argentina y Venezuela los l¨ªderes acorralados por las investigaciones sobre corrupci¨®n.
La detenci¨®n de Lula disimul¨® un episodio m¨¢s da?ino para Dilma. Un d¨ªa antes, el senador Delcidio do Amaral se declar¨® arrepentido y enumer¨® en los tribunales las mil maniobras que intentaron la presidenta y su ministro de Justicia, Jos¨¦ Eduardo Cardozo, para evitar el avance de los jueces sobre Petrobras. Amaral detall¨® las presiones de Lula para evitar que sus hijos Fabio Luiz y Luiz Carlos fueran procesados. El l¨ªder del PT est¨¢ nervioso. En las redes sociales se filtr¨® un v¨ªdeo en que se le ve gritar: ¡°Que se metan el proceso en el culo¡±. Se refer¨ªa a los jueces. Hablaba con Dilma.
Quince d¨ªas antes hab¨ªa ca¨ªdo una torre principal. Fue a la c¨¢rcel el publicista Jo?o Santana, el gur¨² electoral de Lula y Dilma. Santana tambi¨¦n asesor¨® a Hugo Ch¨¢vez y a Nicol¨¢s Maduro, en Venezuela; a Mauricio Funes, en El Salvador; y colabor¨® para que Jos¨¦ Santos siga gobernando Angola, tarea que lo ocupa desde hace 27 a?os. Santana es acusado por haber recibido varios millones de d¨®lares de la constructora Odebrecht en pago por sus servicios al PT. El due?o de esa empresa, Marcelo Odebrecht, tambi¨¦n est¨¢ preso. Se lo investiga por distribuir sobornos en Brasil, Argentina, Per¨², Ecuador, Panam¨¢, El Salvador y Rep¨²blica Dominicana. Odebrecht anticip¨® que colaborar¨¢ con la Justicia. Santana podr¨ªa hacer lo mismo. Ambos conocen el mapa completo de la corrupci¨®n del gobierno brasile?o. Lula y Dilma terminar¨ªan de convertirse en Bonnie & Clyde.
Las pesquisas sobre el financiamiento electoral pueden arrastrar a Michel Temer. Es el vicepresidente de Brasil, quien desde hace un a?o se propone como jefe de un gobierno de unidad. Para evitar ese desenlace, que llevar¨ªa varios meses, Temer podr¨ªa volcar a su partido, el PMDB, a favor del impeachment contra Dilma.
Afuera del palacio la calle va tomando efervescencia. La oposici¨®n reforz¨® el llamado a una protesta para el pr¨®ximo domingo. La agitaci¨®n est¨¢ por producir una convergencia entre las ¨¦lites y la sociedad civil, sin la cual los gobiernos tienden a sobrevivir a pesar de los esc¨¢ndalos. Esa combinaci¨®n se recorta sobre el tel¨®n de fondo de un fin de ciclo econ¨®mico que resulta de la desaparici¨®n de los cuatro factores que, seg¨²n el economista Fabio Giambiagi, explicaron la hegemon¨ªa del PT: altos precios de las commodities, baja tasa de inter¨¦s, sobrevaluaci¨®n del real y escaso desempleo.
En Brasil se est¨¢ formando la tormenta perfecta: esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, ajuste econ¨®mico, movilizaci¨®n popular. S¨®lo falta que Dilma quede en minor¨ªa parlamentaria para que sea jaque mate.
Esa bala parece dispararse. El expresidente Fernando Henrique Cardoso, l¨ªder del PSDB, acaba de proponer un programa institucional para una transici¨®n liderada por la oposici¨®n: reformas al sistema de partidos, nuevas reglas de financiamiento electoral y la adopci¨®n de un r¨¦gimen semiparlamentario.
Esa remodelaci¨®n ser¨ªa, seg¨²n Cardoso, el mejor r¨¦dito que podr¨ªa obtenerse de una revoluci¨®n en c¨¢mara lenta que se inici¨® hace dos a?os en un juzgado de Curitiba. All¨ª, en la periferia del poder, el juez Sergio Moro puso en pr¨¢ctica las tres reglas que dise?aron los magistrados italianos en el operativo mani pulite: forzar arrepentimientos en cadena; no avanzar sobre los pol¨ªticos hasta que est¨¦n presos muchos empresarios; filtrar informaci¨®n para que la opini¨®n p¨²blica legitime la limpieza.
Mientras Moro avanza hacia la ¨²ltima colina, sus colegas se alarman por el poder que ¨¦l les ha dado. El juez Marco Aur¨¦lio Mello reproch¨® el procedimiento al que fue sometido Lula. Desde la m¨¢xima corte de Brasil, alert¨®: ¡°No hay peor dictadura que la del Poder Judicial¡±.
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