El lugar del crimen (Yarumal, Antioquia)
La oposici¨®n uribista, torva e inescrupulosa, ha puesto en escena una peque?a rebeli¨®n para enlodarlo todo, para enrarecerlo todo m¨¢s que de costumbre
El lugar del crimen es, antes y despu¨¦s, un lugar en paz. En el municipio de Yarumal, en el monta?oso norte de Antioquia, hacia 1993 tuvo su centro de operaciones una aceitada banda de ¡°limpieza social¡± llamada Los 12 ap¨®stoles, pero hoy cuesta imaginar la tortura y el desmembramiento en sus serenos caminos empinados. Cuentan las v¨ªctimas y sus victimarios ¨Cy los respalda una categ¨®rica sentencia del Consejo de Estado de 2013¨C que en colaboraci¨®n con la polic¨ªa y el ej¨¦rcito, y con la bendici¨®n de la Iglesia y el dinero de los comerciantes de la regi¨®n, el clan asesin¨® a decenas de personas como cumpliendo su destino. Sus miembros vest¨ªan de negro. Quer¨ªan darles escarmiento a lo que llamaban ¡°deshechos¡±: secuestradores, asaltantes, amigos de la guerrilla. Comet¨ªan sus cr¨ªmenes a plena luz del d¨ªa y a la vista de todos.
Y qu¨¦ sentido habr¨ªa tenido reunir el coraje para decirles a las autoridades ¡°es que vengo a denunciar que ustedes nos est¨¢n matando¡±. Y d¨®nde estaba Colombia mientras tanto.
El hacendado Santiago Uribe, hermano de un recio senador antioque?o que se volvi¨® un nefasto presidente colombiano, fue interrogado por la fiscal¨ªa en mayo de 1996 y en febrero de 2000 porque ciertos dedos lo se?alaban como el jefe de la banda, pero su proceso fue archivado ¡°por falta de pruebas¡± dos a?os despu¨¦s. Si un cuestionado polic¨ªa de apellido Meneses no le hubiera confesado a The Washington Post, en 2010, su participaci¨®n en los cr¨ªmenes rutinarios de Los 12 ap¨®stoles (y si no hubiera repetido desde entonces que lo primero que supo de aquel grupo monstruoso fue que su jefe era el enjuto Uribe), entonces el caso habr¨ªa seguido siendo un pu?o cerrado. Y la fiscal¨ªa no habr¨ªa capturado al terrateniente Uribe la semana pasada. Y el partido de su hermano no estar¨ªa llamando a una guerra civil.
S¨ª, la oposici¨®n uribista, torva e inescrupulosa, ha puesto en escena una peque?a rebeli¨®n para enlodarlo todo, para enrarecerlo todo m¨¢s que de costumbre, para que este pa¨ªs en el que ¡°8 de 10 no creen en la justicia¡± no sepa bien a qui¨¦n creerle. Se ha repetido una mentira a medias hasta que suene a verdad: ¡°la fiscal¨ªa est¨¢ persiguiendo a la oposici¨®n¡±. Se ha gritado en el Congreso, libremente, que Colombia es una tiran¨ªa. Y mientras tanto en la calle, en donde ya nadie escucha a los pol¨ªticos ¡°porque para qu¨¦¡¡±, ha ido asumi¨¦ndose la noticia de la captura como un problema ajeno. Y desde el templado, escarpado, traumatizado Yarumal ha tratado de recordarse que aquella ¡°limpieza social¡± de hace veinte a?os no s¨®lo fue una venganza de ciertos ganaderos, sino una empresa pol¨ªtica inclemente e ilegal que poco a poco se tom¨® el poder.
El jueves pasado, cuando o¨ªmos al uribismo reduciendo a conspiraci¨®n un viejo proceso abierto desde hace ocho fiscales, el portero de este edificio me cont¨® que es un desplazado de una banda paramilitar ¡°que sac¨® a la guerrilla para sacarnos a todos¡¡±. El viernes, luego de o¨ªr en la radio que el hermano del expresidente ser¨ªa trasladado a un b¨²nker antioque?o, un taxista me dijo ¡°aquellos me mataron un hermanito¡¡±. Y fue claro para m¨ª que, pase lo que pase, es de vida o muerte recordar lo que pas¨®: que con el cura de una de las tres parroquias de Yarumal, como nadie en Colombia iba a decirles que no, se reunieron ciertos prohombres impunes a decretarles la muerte a sus ¡°indeseables¡±.
Y que esta historia dejar¨¢ de perseguirlos de Yarumal a Bogot¨¢, griten lo que griten los pol¨ªticos que se han hecho entre la guerra, cuando por fin le reconozcan a los hermanos Quintero Zapata ¨Centre tantos¨C que una noche de la infancia unos ¡°ap¨®stoles¡± encapuchados y a sueldo los obligaron a ver c¨®mo les mataban a su padre.
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