Leer la brisa
Deseo que el Premio Jos¨¦ Emilio Pacheco pueda volverse tambi¨¦n Hispanoamericano y ya no s¨®lo galard¨®n para escritores mexicanos
La Feria Internacional de la Lectura de M¨¦rida en Yucat¨¢n lleva en las siglas su principal virtud. Aqu¨ª se privilegia a la lectura y por ende, es un amplio p¨²blico lector quien apuntala la vitalidad que durante toda una semana permite a los escritores de todo g¨¦nero y a los intelectuales de toda talla conectar directamente con un p¨²blico entra?able que asiste incondicionalmente a cada uno de las muchas presentaciones de libros, conferencias, mesas redondas y dem¨¢s actividades que demuestran que FILEY es una de las m¨¢s eficaces naves espaciales en la promoci¨®n de la lectura. Lo ¨²nico que ha de salvarnos como personas, pa¨ªs y planeta se encuentra en los libros, en la lectura de todo lo maravilloso que contienen los libros y al tiempo en que eso subraya la estulticia e imbecilidad de pol¨ªticos y poderosos que acostumbran babear y mandar precisamente lejos de todo lo que leemos en libros (incluyendo las leyes impresas y las teor¨ªas que podr¨ªan iluminarlos), es precisamente el pueblo lector quien garantiza el santuario de la imaginaci¨®n, el espacio ilimitado de la memoria, todos los mundos de las ideas y la idea misma del mundo, as¨ª como la maravillosa geograf¨ªa de todas las literaturas posibles.
Lo ¨²nico que ha de salvarnos como personas, pa¨ªs y planeta se encuentra en los libros, en la lectura de todo lo maravilloso que contienen los libros
Rafael Morcillo es el tim¨®n de este proyecto llamado y su ejemplar vitalidad lo ha convertido no s¨®lo en un incansable arquitecto de cada una de las ediciones y ramificaciones de la FILEY, sino el pragm¨¢tico arquitecto cuyo constante af¨¢n por interrelacionar a esta feria con todas las ramas del mundo de los libros y los escritores ha conseguido cimentar cada una de sus ediciones anuales, as¨ª como elevar a un nivel ya inapelable de prestigio al Premio de Excelencia en Letras Jos¨¦ Emilio Pacheco que este a?o merece Juan Villoro y que en a?os anteriores fue recibido por Elena Poniatowska, Fernando del Paso y el propio Jos¨¦ Emilio Pacheco. La Filey lleva en sus siglas el ¨¢nimo no el prop¨®sito de las ferias de libros donde se negocian contratos millonarios de edici¨®n o acuerdos empresariales de traducci¨®n y cesi¨®n de derechos; aqu¨ª no se ventilan los crucigramas end¨®genos del libro y sus encuadernaciones, sino la multiplicaci¨®n de sus lecturas y adem¨¢s, en un escenario que multiplica el placer de la lectura. Hablo de las palmeras ondulantes y el Sol perfecto, las viejas casonas porfirianas que se alinean intactas a lo largo del imperial Paseo Montejo (como contraste a los adefesios ¨Cque no, edificios) que algunos dementes construyeron en d¨¦cadas recientes con el p¨¦simo gusto de una modernidad malentendida.
Deseo larga vida a esta FILEY y el deseo de que sus ¨¦xitos sigan cosechando el debido reconocimiento a su alcance. Deseo que el Premio Jos¨¦ Emilio Pacheco (ahora que se ha vuelto transgeneracional al premiar a un autor cuya obra sigue en proceso) pueda volverse tambi¨¦n Hispanoamericano y ya no s¨®lo galard¨®n para escritores mexicanos; al convertirlo en un Premio para el Habla que nos une esta FILEY y cada paisaje de Yucat¨¢n lucir¨¢ un tesoro (creciente y renovable cada doce meses) que de aliviar el cisma tur¨ªstico que afectar¨¢ a todo el Caribe mexicano en cuanto Cuba vuelva a ser la gema m¨¢s preciada del gran turismo. El inminente desembarco en La Habana y alrededores como avalancha de todos los tent¨¢culos de lo que antiguamente se llamaba imperialismo nos obliga a fortalecer la alta cultura, la inigualable arqueolog¨ªa, la abundante naturaleza, la generosa hospitalidad y la funcionalidad cultural de una empresa empe?osa como la FILEY y sus muchas ventajas. Hablo de la cercan¨ªa del mar y de la generosa historia de todos los siglos del pret¨¦rito maya que grecan las piedras, tatuando al paisaje con cenotes como ombligos conectados directamente al centro del universo y templos majestuosos donde siguen hablando las piedras. Hablo de la cocina yucateca que transforma todos los colores en saliva y en cada una de las canciones de la m¨²sica de esta tierra que embelesa y enamora, los labios como p¨¦talos, el mar en los ojos, las flores bordadas hasta en el pelo de la noche y esa impalpable manera de permitirnos leer la brisa.
Jorge F. Hern¨¢ndez, blogs.elpais.com/caf¨¦-de-madrid/
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