Santos y terroristas
La religi¨®n a veces es un pretexto entre los yihadistas y una excusa en el pulso geopol¨ªtico
![Un niño refugiado enseña el martes una pancarta con el mensaje "Lo siento por Bruselas" cerca de frontera greco-macedonia.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VTPF7B6ZC6CE5Q4H3UOIB6OJV4.jpg?auth=1d90a7db96cb4eb05fb2125aa7eff0c5465ea0431bc96f85979c40e6c211de3e&width=414)
Cada vez que se reclama a la comunidad musulmana una condena m¨¢s expl¨ªcita del terrorismo ¡ªha vuelto a ocurrir¡ª se incurre en el error que supone delimitar una pura abstracci¨®n. Porque no existe una comunidad musulmana concreta. Y porque el islam, como otras religiones monote¨ªstas, incita una relaci¨®n individual con la cuesti¨®n metaf¨ªsica. Semejante conclusi¨®n no contradice que haya espacios, ritos y liturgias en comunidad, pero s¨ª previene de la simplificaci¨®n con que juzgamos a los musulmanes en una suerte de reba?o un¨ªvoco, sincronizado, naturalmente obviando que el terrorismo de la yihad les golpea a ellos sistem¨¢ticamente y renunciando a los matices de un debate extraordinariamente complejo. Tan complejo que la religi¨®n es tantas veces un pretexto entre los propios terroristas, como es una excusa en el pulso geopol¨ªtico entre sun¨ªes y chi¨ªes cada vez que se menciona en vano la pureza de Al¨¢.
Por eso Donald Trump quiere resolver el terrorismo con medidas elementales y alucinantes. La primera consist¨ªa en echar a los musulmanes de EE UU, como si todos llevaran barba o fueran embozados. La segunda radic¨® en ejecutar a los parientes de los terroristas, de tal forma que Trump extirpaba uno a uno los brotes del mal. Trump, incapacitado como est¨¢ de ordenar un silogismo, acabar¨ªa con la mafia echando a los italianos y hubiera acabado con el terrorismo etarra echando a los vascos.
No tendr¨ªa gravedad el planteamiento si no fuera porque el magnate mesi¨¢nico aspira a la Casa Blanca. Tanto aspira, que va a convertirse en el rival de Clinton y que su pujanza pol¨ªtica, arraigada en el populismo, el antiestablishment, la iconoclasia y el onanismo intelectual, no se explicar¨ªa sin la coartada del miedo y de la psicosis. Y sin las soluciones radicales que ¨¦l mismo ofrece para acabar con el terrorismo isl¨¢mico, ninguna de ellas, curiosamente, orientada a la ruptura de relaciones con Arabia Saud¨ª.
He ah¨ª una realidad, no una abstracci¨®n. He ah¨ª un pa¨ªs, un r¨¦gimen, un Estado, que financia, promueve y generaliza el terrorismo yihadista desde la divulgaci¨®n del wahabismo, pero ocurre que los pa¨ªses occidentales, tan consternados por el efecto multiplicatorio de los atentados, persisten en arrodillarse a la satrap¨ªa saud¨ª. Y perseveran en cultivar a la serpiente, sabiendo que vomita sangre y petr¨®leo.
Resulta embarazoso, discriminatorio, mencionar que entre las v¨ªctimas de Bruselas y entre las de Par¨ªs hab¨ªa musulmanes, pero conviene hacerlo porque la suspicacia hacia el vecino que reza a Al¨¢ se ha convertido en el veneno que suministran los nuevos redentores de la raza aria ¡ªTrump, Le Pen, Orban...¡ª para dividir la sociedad entre santos y terroristas.
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