Del oprobio a las puertas del poder
Keiko Fujimori analiz¨® su derrota de 2011, hizo una campa?a de reconstrucci¨®n partidaria y emergi¨® con un nuevo rostro pol¨ªtico
Pese a que algunos se preocupan por la originalidad, la pregunta se repiti¨® estos d¨ªas entre los periodistas extranjeros que cubrieron la elecci¨®n peruana: ?C¨®mo es posible que los peruanos voten por la hija de un expresidente (dictador dijeron algunos) que est¨¢ en prisi¨®n por corrupci¨®n y violaciones de derechos humanos?
No hay pa¨ªs f¨¢cil, pero el Per¨² es menos f¨¢cil que los dem¨¢s. Aqu¨ª ha pasado lo que no sucede en otros lados: entre otras cosas haber sido el ¨²nico pa¨ªs fuera de Jap¨®n que tuvo un presidente japon¨¦s.
Alberto Kenya Fujimori, que a?os despu¨¦s se presentar¨ªa como candidato de ultraderecha al congreso de Jap¨®n como ¡°el ¨²ltimo samur¨¢i¡± (los cautelosos ciudadanos japoneses prefirieron que el t¨ªtulo se quedara con Tom Cruise), entr¨® con fuerza en la imaginaci¨®n colectiva del Per¨² desde que postul¨® a la presidencia en 1990. Enfrent¨® a un gran escritor que, en medio del colosal desastre econ¨®mico, social y militar que viv¨ªa el Per¨² de entonces, proclam¨® que la salida era un shock doloroso que llevar¨ªa a la normalidad a trav¨¦s de un per¨ªodo de inevitable sufrimiento.
Fujimori ofreci¨®, con lo que parec¨ªa sonriente sabidur¨ªa oriental, una cura indolora: algo as¨ª como la aplicaci¨®n de la acupuntura y el shiatsu a la econom¨ªa. La gente le dio una victoria abrumadora sobre Mario Vargas Llosa. Cuando, meses despu¨¦s, Fujimori llev¨® a cabo un shock mucho m¨¢s rudo y traum¨¢tico del que hubiera realizado Vargas Llosa, el pueblo lo acept¨® con la resignaci¨®n del paciente que ve c¨®mo el acupunturista tira las agujas y coge el bistur¨ª sin preocuparse por llamar al anestesi¨®logo.
Las medidas y estrategias que puso luego Fujimori en funcionamiento ¡ªincluido el golpe de Estado de abril de 1992¡ª no surgieron de ninguna centenaria tradici¨®n oriental sino sobre todo de su indispensable asesor, Vladimiro Montesinos, cultor de las artes, artesan¨ªas, estrategias y triqui?uelas del espionaje.
Con hechos propios, secuestro de m¨¦ritos ajenos, operaciones psicol¨®gicas y efectos especiales, tuvieron un fuerte impacto sobre la imaginaci¨®n del pa¨ªs. Imitaron a Pinochet sin ponerse el uniforme (a Fujimori le encantaba que le dijeran Chinochet), tuvieron al empresariado feliz ¡ªpero siempre un poco asustado para que no pierda el respeto y, por supuesto, corrompido¡ª y encontraron la manera de tener razonablemente contento a un porcentaje de la poblaci¨®n, con obras locales, presencia y muchos niveles de propaganda respaldados por otros tantos de coerci¨®n.
Keiko asumi¨® la reconstrucci¨®n del movimiento cuando el ¨²ltimo samur¨¢i estaba en Jap¨®n; y luego su defensa cuando fue capturado
En ese tipo de reg¨ªmenes, las lealtades pueden ser duraderas, pero las oposiciones son a¨²n m¨¢s profundas. El a?o 2000, el fujimorismo perdi¨® la mayor¨ªa, el control de las calles, la impermeabilidad del espionaje y los secretos; y no solo cay¨® sino que fue desnudado.
Los v¨ªdeos de Montesinos fueron a la corrupci¨®n (limitada al Per¨²) lo que los Panama Papers son a las offshores, solo que m¨¢s directos e inapelables. Fujimori fug¨® a Jap¨®n, Montesinos a Venezuela y cada uno escap¨® del otro.
Pero Keiko Fujimori se qued¨® en Per¨² y arrastr¨® las tormentas de esos a?os con serenidad. Eso marc¨® la percepci¨®n de la entonces muy desorientada masa fujimorista. Tambi¨¦n sent¨® las bases de la narrativa subsecuente: la del svengali Montesinos, promotor de todos los males; y la del, digamos, ingenuo Fujimori. Fue endeble en extremo como coartada, pero sirvi¨® para iniciar la reconstrucci¨®n del movimiento.
En el r¨¦gimen democr¨¢tico, los liderazgos resultaron suficientes para la econom¨ªa pero enormemente deficitarios en lo pol¨ªtico. El Gobierno de Toledo marc¨® el estilo: bien intencionado, quiz¨¢, pero d¨¦bil, fr¨ªvolo, contradictorio. La tecnocracia y los grupos empresariales que prosperaron con Fujimori y Montesinos mantuvieron y acrecentaron su poder. La econom¨ªa fue fuerte y la pol¨ªtica muy d¨¦bil. Prontamente impopular, a Toledo le dieron como a pi?ata y ya entonces, en el recuerdo de algunos, empez¨® a redibujarse la improbable nostalgia de Chinochet.
Keiko asumi¨® la reconstrucci¨®n del movimiento cuando el ¨²ltimo samur¨¢i estaba en Jap¨®n; y luego su defensa cuando, en una audaz pero p¨¦simamente planeada maniobra, vol¨® a Chile, donde fue capturado y luego extraditado a Per¨².
Los otros dos Gobiernos, de Alan Garc¨ªa y Ollanta Humala, fueron variaciones, punto m¨¢s, punto menos, sobre el mismo tema. Econom¨ªa aceptable; pol¨ªtica, salvo excepciones, despreciable. No es casualidad que tanto Toledo como Garc¨ªa hayan tenido votaciones homeop¨¢ticas que, por lo menos por ahora, los esfuman de la pol¨ªtica. Y la impopularidad de Humala es tal que ha afectado a su capacidad de gobernar. En el nuevo congreso no tendr¨¢ parlamentario que lo represente.
Keiko Fujimori, entre tanto, analiz¨® su derrota de 2011, hizo una campa?a de reconstrucci¨®n partidaria durante casi cuatro a?os a trav¨¦s del pa¨ªs, y desde el a?o pasado emergi¨® con un nuevo rostro pol¨ªtico, destinado a aminorar anticuerpos y ganar el centro. Reconoci¨® la corrupci¨®n y las violaciones de los derechos humanos durante el Gobierno de su padre y ¡ªhace unos d¨ªas¡ª prometi¨® no volver a perpetrar, nunca m¨¢s, un golpe de Estado como el del 5 de abril de 1992. Muchas gracias.
No todo est¨¢ dicho, sin embargo. El fujimorismo es masivo pero el antifujimorismo es todav¨ªa mayor, como evidencia el antivoto declarado contra Keiko Fujimori y las grandes marchas contra ella el 5 de abril ¡ªlas mayores desde el 2000¡ª. Pero calculo que ese voto antifujimorista no se endosar¨¢ autom¨¢ticamente al otro candidato, Pedro Pablo Kuczynski, quien defendi¨® ardorosamente la candidatura de Keiko y el legado de Alberto Fujimori en el balotaje de 2011. Imagino que ahora renunciar¨¢ a esas expresiones como renunci¨® recientemente a su ciudadan¨ªa estadounidense. Pero si quiere ganar tendr¨¢ que hacer mucho m¨¢s que eso.
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