El odio viral tiene sexo
Pocos se molestan en debatir las ideas que ellas presentan, m¨¢s all¨¢ de descalificarlas
La teor¨ªa afirma que al terminar de leer este art¨ªculo usted pensar¨¢ que el autor es una persona tolerante, sensible y solidaria. Escribir sobre el abuso en contra de las mujeres es bien visto, si usted se llama Jorge, Juan o Jos¨¦. Pero el autor de este mismo texto ser¨ªa tachado de intolerante, resentido y feminazi si se llamara Georgina, Juana o Josefina. Lo que en un hombre se percibe como graciosa y responsable empat¨ªa, en una mujer se considera una manifestaci¨®n de odio y resentimiento.
?Exagero? 72 millones de comentarios lo confirman. El diario ingl¨¦s The Guardian decidi¨® analizar los casi 1,4 millones de comentarios de odio que los usuarios han colocado en su p¨¢gina de Internet (alrededor del 2% del total). Descubri¨®, entre otras cosas, que los 10 autores m¨¢s denostados con comentarios abusivos y hostiles, ocho eran mujeres, y los ¨²nicos dos hombres eran de raza negra. Y esto a pesar de que la mayor¨ªa de los colaboradores que escriben art¨ªculos en el diario son varones. Y desde luego, los 10 autores menos criticados eran hombres. El sesgo en contra de las colaboradoras era consistente en todas las secciones (desde pol¨ªtica hasta ciencia).
Pareciera que la exhibici¨®n de inteligencia y conocimiento por parte de una mujer constituye una amenaza insoportable para muchos individuos (casi siempre hombres, ocasionalmente algunas mujeres). Basta ver los comentarios en cualquier sitio de Internet: por lo general no se cuestionan los argumentos, sino la osad¨ªa de escribirlos y las motivaciones abyectas que atribuyen a las autoras. Pocos se molestan en debatir las ideas que ellas presentan, m¨¢s all¨¢ de descalificarlas con adjetivos.
Hace algunas semanas escrib¨ª en este espacio sobre el linchamiento virtual de Andrea Noel, una reportera estadounidense residente en M¨¦xico que se atrevi¨® a subir a las redes sociales y denunciar ante la autoridad el abuso del que fue v¨ªctima (un hombre la tumb¨® en la calle despu¨¦s de bajarle las pantaletas). El v¨ªdeo de la agresi¨®n que ella obtuvo en un edificio cercano se hizo viral. Luego sucedi¨® al extra?o: la verdadera infamia no fue el ataque f¨ªsico, sino lo que vino despu¨¦s. La joven recibi¨® tal acoso, primero en redes sociales y luego en su casa y en la calle, que decidi¨® salir del pa¨ªs. Las amenazas de violaci¨®n y de muerte dejaron de ser una agresi¨®n virtual para convertirse en una posibilidad real, luego de algunos incidentes.
EL PA?S relat¨® hace algunos d¨ªas la notable respuesta que obtuvo el hashtag #MiPrimerAcoso, en el que una legi¨®n de mujeres describen sus propias experiencias en 140 caracteres. La respuesta fue tan masiva como perturbadora. Luego una de las promotoras de la idea original, Catalina Ruiz-Navarro, sintetiz¨® los hallazgos (resumo brevemente):
Primero, los acosadores de estas miles y miles de historias no son ¡°locos¡±, ¡°raros¡±, ¡°degenerados¡±, son los hombres con los que interactuamos todos los d¨ªas, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros compa?eros de clase o del trabajo. Segundo, el acoso comienza cuando somos peque?as, pero contin¨²a a lo largo de nuestras vidas. Aprendemos a vivir en constante situaci¨®n de ¡°autodefensa¡±, pensando qu¨¦ me voy a poner, qui¨¦n me va a ver, por d¨®nde voy a caminar, si me puedo quedar a solas con ¨¦l.
Tercero: no tenemos que salir de nuestras casas ni de nuestros entornos supuestamente seguros para vivir esto. La ¡°privacidad¡± es el espacio que solapa el abuso.
Cuarto: no nos acosan porque seamos bonitas, sexys, provocadoras o llevemos una falda. No nos acosan por guapas o por voluptuosas. El acoso le ocurre a todas las mujeres, sin importar tama?os, formas de cuerpo y estilos de vestir. Gordas, flacas, morenas, blancas, negras, femenina, masculina, andr¨®gina, no importa: no te salvas. Como mujer, quedas sometida al escrutinio impune. Y ese es el punto. Que nos acosan porque pueden.
Hasta aqu¨ª el resumen. Sobra decir, que la mitad de los comentarios que recibi¨® el texto de Catalina (publicado en Vice), la descalificaban o de plano la acusaban de asumirse como v¨ªctima profesional.
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