El populismo y Trump
La costumbre de abusar del t¨¦rmino ha arribado a Estados Unidos
En Estados Unidos, el populismo surgi¨® a fin del siglo XIX. Representaba los intereses y aspiraciones de los asalariados y los peque?os propietarios agrarios del sur, opuestos a las grandes plantaciones y a los grupos financieros urbanos, estos ¨²ltimos aliados a los ferrocarriles privados. Fue un embri¨®n de movimiento progresista redistributivo, una alianza entre granjeros y trabajadores que luego fragu¨® en el Partido Dem¨®crata y, seg¨²n una buena parte de la historiograf¨ªa, con legados visibles en el New Deal y en la relaci¨®n org¨¢nica con el movimiento sindical.
En Am¨¦rica Latina, a su vez, el populismo surgi¨® despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n y en algunos casos en la postguerra. Fue el instrumento de incorporaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de las clases populares. Su amplia coalici¨®n social, un compromiso de clases, vehiculiz¨® la irrupci¨®n r¨¢pida, explosiva¡ªa veces violenta¡ªde grupos subalternos en la escena pol¨ªtica. La literatura actual sobre el "populismo del siglo XXI¡± intenta identificar cambios y continuidades entre las m¨¢s recientes expresiones de ese movimiento y el original.
En Europa es dif¨ªcil argumentar que haya habido un movimiento populista en el sentido estricto del t¨¦rmino. Han existido ¡°rasgos¡± populistas, la mayor¨ªa pertenecientes a la entreguerra, aquel nacionalismo racista de clase media. Tuvo en com¨²n con las otras formas de populismo su rechazo al liberalismo y el comunismo, pero casi nada m¨¢s. Exceptuando a Podemos y tal vez Syiza¡ª ambos m¨¢s cerca de un populismo a la latinoamericana y, vale aclarar, solo en el discurso¡ªdecir populista hoy denota la reacci¨®n contra el multiculturalismo, esa nostalgia xen¨®foba que encarnan el Frente Nacional franc¨¦s o el Pegida alem¨¢n, entre otros.
?A cu¨¢l de estas tres versiones se asemeja Donald Trump, caracterizado como populista ad nauseam? Pues, a ninguna. La costumbre de abusar del t¨¦rmino, habitual en el debate europeo y el latinoamericano, ha finalmente arribado a Estados Unidos. Es un an¨¢lisis hecho en base a los soundbites, es decir, los extractos demag¨®gicos de la ret¨®rica de Trump sin profundizar en su proyecto, sus alianzas sociales, su visi¨®n de largo plazo y la institucionalidad que persigue. As¨ª, cualquier r¨®tulo que uno le ponga ser¨¢ necesariamente arbitrario, una buena receta para la ambig¨¹edad.
¡°El populismo es la h¨ªper pol¨ªtica. Trump es la expresi¨®n de la antipol¨ªtica?y de una cierta antisociabilidad¡±.
Ocurre que si todo es populismo, entonces nada lo es. Trump no tiene una clara coalici¨®n social que lo sostenga, y convengamos que una coalici¨®n es mucho m¨¢s que contar con un apoyo electoral heterog¨¦neo. Trump carece de tal por que se desconoce su programa econ¨®mico, si es que tuviera uno, o sea, quienes ganan y quienes pierden, ingrediente central del men¨² populista.
Ello subraya que tampoco posee una narrativa, un imaginario que retrate el final del camino: la imprescindible utop¨ªa de cualquier populismo. No existe en Trump una idea comunitaria, como en el populismo agrario estadounidense, ni tampoco ese organismo biol¨®gico regido por ¡°lo popular¡±, como en el populismo latinoamericano, ni la sociedad racialmente homog¨¦nea que construye, idealmente, la derecha xen¨®foba europea. Tampoco se ha pronunciado sobre el Estado liberal, instituci¨®n que todo populismo al menos cuestiona.
No es populista a pesar de ser demag¨®gico, por cierto, ello por ser estrictamente literal. Jam¨¢s se le escucha una met¨¢fora, a pesar de su enorme capacidad para hablar sin decir nada, sus exageraciones y esa particular tendencia a citar estad¨ªsticas inexistentes. Y cuando su ignorancia es evidente y la discusi¨®n sobre las pol¨ªticas p¨²blicas lo arrincona, repite el ya cl¨¢sico ¡°?Va a ser grandioso, cr¨¦anme!¡±; It¡¯s gonna be great, trust me!
El populismo puede estar errado, pero no le falta sustancia. Trump es populista solo si ello significa decir lo que una horda quiere escuchar. O bien si la definici¨®n de populismo es recurrir a la vulgaridad y a la denigraci¨®n del otro. En Trump el insulto es constitutivo. Suplanta la sustancia, esto es, la coalici¨®n, el proyecto, la utop¨ªa. Es un proto l¨ªder con un supery¨® ausente. Esta m¨¢s all¨¢ de las normas, no siente culpa, su insulto siempre queda impune.
El populismo es la h¨ªper pol¨ªtica. Trump es la expresi¨®n de la antipol¨ªtica y tambi¨¦n de una cierta antisociabilidad. Su vulgaridad lo hace un Berlusconi americano, tal vez la mejor analog¨ªa, no un populista. No es un tranquilizador consuelo, sin embargo: fue primer ministro no una, no dos, sino tres veces.
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