Trump es un mensaje a no deso¨ªr
El magnate es un personaje da?ino que vive del odio y del miedo que provoca
Ocurren cosas extraordinarias y puede cumplirse la maldici¨®n china: ojal¨¢ vivas tiempos interesantes. El populismo arraiga en la primera potencia mundial y corremos el riesgo, no solo en EE UU, donde aumenta la alarma, de que un botarate ¡ª¡°hombre alborotado y de poco juicio¡± (RAE)¡ª se convierta en noviembre en el pr¨®ximo presidente de ese pa¨ªs. El trumpismo ha sobrevivido a las primarias y la pesadilla contin¨²a. ?Imaginan a Donald Trump tomando posesi¨®n el 20 de enero, con el malet¨ªn negro de las claves nucleares a su disposici¨®n? Ya no es impensable.
George F. Will, el decano de los analistas conservadores, se pregunta si hay algo agradable, o positivo, que se pueda decir de Trump, y responde que no, ni en su car¨¢cter, ni en su formaci¨®n, ni en sus ideas. Si es nominado por el Partido Republicano, algo ya fuera de toda duda, no habr¨¢ partido conservador en EE UU en 2020, a?ade el columnista. El billonario neoyorquino, que sostiene su campa?a en el rechazo a los inmigrantes, a los que insulta, y a las mujeres, a las que desprecia, el proteccionismo frente al comercio global, y el aislacionismo exterior para defender a un pa¨ªs que considera d¨¦bil y entregado a sus adversarios, ser¨ªa un presidente catastr¨®fico.
Trump ha sido minusvalorado en exceso. Los medios de comunicaci¨®n lo hemos lanzado haci¨¦ndonos eco de sus extravagancias y atentados verbales, como si cont¨¢ramos un espect¨¢culo de circo. Pero es un personaje da?ino, que vive del odio y del miedo que provoca. Admira a Putin y est¨¢ dispuesto a machacar a China, imponiendo tasas del 35% a sus exportaciones. El suyo es el triunfo del populismo m¨¢s descarado, preocupante tendencia global que amenaza tambi¨¦n en Europa. Significa una derrota de la maquinaria de los partidos, el republicano en su caso, que a veces se suicidan. Ha llegado muy lejos y su ¨¦xito, aun parcial, lanza un mensaje de calado sobre el momento pol¨ªtico mundial, que no debemos deso¨ªr.
La primera batalla para detener a Trump se ha perdido. La definitiva la dar¨¢ Hillary Clinton y ser¨¢ cuesta arriba. La ex secretaria de Estado goza de una ventaja demogr¨¢fica, al ser capaz de aglutinar una coalici¨®n arco¨ªris, con fuerte apoyo de los afroamericanos y los latinos, y parte del voto wasp blanco, y del progresista que ha empujado a Sanders. Trump, que tambi¨¦n es racista, es b¨¢sicamente el candidato de los trabajadores blancos con menos estudios, clases medias perdedoras de la Gran Recesi¨®n. Los votantes no blancos suponen hoy casi el 30% del censo, mientras que en 1984, en la segunda gran victoria de Reagan, eran solo el 14%.
Cabe esperar que la rabia del electorado que ha empujado a Trump en las primarias se diluya en la elecci¨®n de noviembre. Y confiar en que el miedo que provoca su candidatura acabe destruyendo al candidato menos preparado y m¨¢s peligroso de la historia de EE UU. Pero vivimos tiempos de botarates.
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