El guardi¨¢n del ¡®scoop¡¯ valiente
Alan Rusbridger iba a presidir la fundaci¨®n que sostiene ¡®The Guardian¡¯, el diario que dirigi¨® durante 20 a?os, pero ha sido descartado por los malos resultados
Hace menos de un a?o, el 29 de mayo de 2015, unas gafas aparecieron colgando de la cabecera de The Guardian en su edici¨®n digital. Era el homenaje que la legendaria cabecera brit¨¢nica ofrec¨ªa a Alan Rusbridger, su director en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. Hace menos de un a?o, tambi¨¦n, los empleados de Kings Place, flamante sede londinense del diario, se arremolinaban para despedirle entre aplausos. Hace menos de un a?o, este gran visionario del periodismo web, con su brit¨¢nica timidez y su aspecto de adulto Harry Potter, abandonaba su despacho con la certeza de que en septiembre de 2016 regresar¨ªa a casa para presidir la fundaci¨®n que sujeta a The Guardian ¨Cuna f¨®rmula inusual entre las grandes cabeceras (al no tener ¨¢nimo de lucro), creada para hacer un periodismo valiente e incisivo, liberado de las servidumbres y ataduras (sobre todo econ¨®micas) que atenazan a otros medios ¨C.
Pues bien, un a?o m¨¢s tarde, todo ha cambiado. El pasado viernes 13 de mayo recib¨ªa la llamada de Dame Liz Forgan, actual presidenta la fundaci¨®n, la mujer que le iba a ceder el sill¨®n, que le comunicaba que no, que ya no iba a presidir el Scott Trust Limited por decisi¨®n del consejo.
La historia del Alan Rusbridger, hombre de pelo y despacho desordenados, es fiel reflejo de los tiempos de zozobra y v¨¦rtigo que acechan a los medios.
Los n¨²meros parecen ser una de las claves de este brusco cambio de rumbo. The Guardian cerr¨® el ejercicio de 2015 con unas p¨¦rdidas de 74,7 millones de euros. El equipo directivo que le sucedi¨® anunciaba el pasado mes de marzo el despido de 250 trabajadores (el 13% de la pantilla). La nueva directora, Katharine Viner, y el nuevo presidente de la empresa madre, Guardian Median Group, David Pemsel, reclamaban la ¡°urgente necesidad de acci¨®n radical¡± para detener la sangr¨ªa en medio de este vol¨¢til ecosistema medi¨¢tico. El perfil expansivo y valiente ¨Cpara algunos, casi suicida¨C del visionario Rusbridger casaba mal con los tiempos de tijeras.
De este modo queda el m¨ªtico director, a sus 63 a?os, descabalgado de un equino que hoy se antoja roc¨ªn, tras 20 a?os de deslumbrante traves¨ªa en la vanguardia del periodismo digital. Atr¨¢s queda su luminosa (e ?iluminada?) apuesta por hacer la mejor web posible, cuidando contenido y continente, investigaci¨®n y vanguardia multimedia, sea cual sea el coste, desde la fe en que las grandes audiencias, tarde o temprano, ser¨¢n monetizadas. Los planes anunciados por el nuevo equipo apuntan a un cambio de modelo.
The Guardian cerr¨® el ejercicio de 2015 con unas p¨¦rdidas de 74,7 millones de euros
La tozudez de los n¨²meros apunta, tambi¨¦n, a un cambio de filosof¨ªa. La apuesta por crear una gran audiencia, por conquistar territorio al otro lado del charco, en Estados Unidos, tal vez, fall¨®. El todo abierto y todo gratis puede ser una estupenda estrategia para ganar lectores ¨CThe Guardian cuenta con 7,5 millones de usuarios ¨²nicos al d¨ªa ¨C, pero esa no tiene por qu¨¦ ser la mejor f¨®rmula para sostener a un peri¨®dico en un ecosistema digital en constante transformaci¨®n. ?Qui¨¦n tiene la f¨®rmula m¨¢gica?
Rusbridger cre¨ªa en una. Represent¨® la fe en una. Su apuesta por lo digital fue meridiana. Ya en el a?o 1994, un a?o antes en convertirse en director del diario mancuniano, cuando a¨²n era el responsable del suplemento G2, toda una referencia en la elaboraci¨®n de contenidos arrevistados ¨Ccomo se suele decir en la jerga¨C en una edici¨®n diaria, realiz¨® un viaje a Silicon Valley que cambi¨® su visi¨®n del periodismo. ¡°Internet es el futuro¡±, escribi¨®. Lo hizo en un informe para su entonces director, Peter Preston, el hombre al que sustituy¨® en enero de 1995, a los 41 a?os.
A lo largo de dos d¨¦cadas, transform¨® un viejo peri¨®dico de Manchester nacido en 1821 en una cabecera global, digital, incisiva y poco complaciente con el poder. Hizo tres apuestas informativas que marcaron su trayectoria. En 2009 destap¨® las escuchas ilegales de los tabloides de Rupert Murdoch, asunto que acab¨® con la carrera del director de comunicaci¨®n de David Cameron y llev¨® al magnate ante los tribunales. En 2010 puso en marcha la publicaci¨®n de una serie de filtraciones de WikiLeaks entre las que estuvo el Cablegate, liberaci¨®n de 250.000 cables diplom¨¢ticos de EE UU en la que particip¨® el diario EL PA?S y que puso en jaque a la diplomacia estadounidense; una operaci¨®n que le permiti¨® darse cuenta del potencial de su marca en Estados Unidos.
Y en 2013 lleg¨® su gran bombazo informativo, las revelaciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la? NSA (Agencia de Seguridad Nacional norteamericana) que supusieron un premio Pulitzer.
Atr¨¢s queda su luminosa (e ?iluminada?) apuesta por un periodismo web incisivo y de vanguardia
La cobertura del caso Snowden fue un ¨¦xito. La sede del diario brit¨¢nico en el Soho neoyorquino se llen¨® de periodistas, pero todo aquel brillante despliegue no tuvo un retorno econ¨®mico, hizo mucho ruido pero poca caja, no fue monetizado. Durante los tres ¨²ltimos a?os de su mandato, se hicieron 480 fichajes que elevaron el total de la plantilla hasta los 1.950 empleados, seg¨²n Financial Times.
Los detractores de Rusbridger sostienen que fueron sus apuestas las que condujeron a The Guardian hacia los n¨²meros rojos. De hecho, Rusbridger asume en su despedida su parte de responsabilidad en todo esto. ¡°The Guardian ha perdido m¨¢s de lo que deb¨ªa, o pod¨ªa en alg¨²n momento¡±, escribe en un art¨ªculo en New Statesman. Pero, parad¨®jicamente, cuando en 2014 se anunci¨® que se iba, el presidente de Guardian Media Group, la empresa madre, dijo que Rusbridger dejaba atr¨¢s unas finanzas seguras. Argumento que usan sus defensores para decir que su salida es un gran error.
Rusbridger ¡ªque prolongar¨¢ su estancia en Oxford, donde dirige el college Lady Margareth Hall¡ª explica en su art¨ªculo que en el ¨²ltimo a?o las cosas cambiado muy r¨¢pido, que las turbulencias en los medios han sido may¨²sculas. El modelo publicitario en el m¨®vil no da mucho r¨¦ditos y las empresas de comunicaci¨®n est¨¢n en manos de Facebook, la nueva gran plataforma de distribuci¨®n de noticias en la que las cabeceras no terminan de capitalizar su esfuerzo informativo. ¡°Claramente¡±, asume, ¡°el modelo de negocio tiene que cambiar¡±, escribe en alusi¨®n al que fue su peri¨®dico.
La cuesti¨®n ahora es ver si The Guardian sigue siendo The Guardian, sin la alargada figura y liderazgo de aquel tipo capaz de ejecutar con solvencia al piano la Balada N? 1 en Sol Menor de Chopin (am¨¦n de una versi¨®n de Radiohead) y que un d¨ªa so?¨® con una gran web abierta, gratis y rentable (como para soportar los costes de una poderosa Redacci¨®n tradicional).
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