Los austriacos primero
El colapso del bipartidismo a¨²pa a una ultraderecha que apela al patriotismo y la tradici¨®n
Los llamados partidos populistas de ultraderecha han dejado de ser una minor¨ªa radical en Europa y la etiqueta de extrema derecha se les queda muy peque?a. Capitalizan el eurocabreo y la ansiedad ante una realidad cambiante e imprevisible y el rechazo al extranjero y a todo lo que venga de fuera. La crisis de refugiados, los ataques terroristas de Par¨ªs y Bruselas y la crisis griega han provocado cambios profundos en las actitudes de los europeos. Estos partidos triunfan en casi cada pa¨ªs de la UE ¨CEspa?a y Portugal no, o no todav¨ªa-. EL PA?S ha recorrido tres de ellos para explorar qu¨¦ lleva a millones de europeos a votar a estos partidos. Qu¨¦ es lo que hace que un europeo medio quiera ver a pol¨ªticos como Marine Le Pen o Geert Wilders al frente de su Gobierno.
En el caf¨¦ Schwan las pintas de cerveza van que vuelan y son solo las ocho y media de la ma?ana. A esa hora Franz Wolfsgruber se presenta a la cita con lederhosen ¨Clos t¨ªpicos pantalones cortos de cuero con tirantes-, medias de lana verde caza hasta las rodillas y chaqueta austriaca. Equipo completo. El suyo adem¨¢s no es uno cualquiera. Sus pantalones son una r¨¦plica exacta de los que visti¨® el kaiser Fernando I y que ahora cuesta tres a?os y 3.000 euros conseguirlos. Estamos en Gmunde, una ciudad de cuento de la Alta Austria, con su lago y su monta?a, convertida en campo de batalla del ultraconservador FP? (Partido de la Libertad de Austria). Aqu¨ª, como en otras localidades de este Estado industrial, el partido que caus¨® conmoci¨®n internacional el mes pasado al rozar la victoria en las presidenciales aspira a seducir al electorado conservador. Apelar al patriotismo y la identidad nacional frente a todo lo que venga de fuera es una de las estrategias de la ultraderecha europea que avanza sin freno y que, como el FP?, se autoerigen custodios de la tradici¨®n y el Estado-naci¨®n
Wolfsgruber es el presidente la asociaci¨®n de cultura tradicional ¨CTrachtenvereine- m¨¢s antigua de la regi¨®n y sentado en una de las mesas de madera del Schwan, junto a su esposa, pasa una a una las p¨¢ginas de un calendario lleno de fotos que ilustra las tradiciones centenarias que sus 200 miembros recrean cada mes. Wolfsgruber no quiere saber nada de pol¨ªtica, porque dice que la suya es una actividad puramente cultural, pero a la vez se queja de que el FP? trata de apropiarse de asociaciones (vereine) como la suya con fines pol¨ªticos. ¡°Se ponen la chaqueta austriaca y se creen que son los due?os de la tradici¨®n¡±.
A una hora en tren del caf¨¦ Schwan, Manfred Haimbuchner entra en su despacho del Parlamento de Linz con cara de haber triunfado. El vicepresidente de Alta Austria acaba de lograr que los refugiados reciban menos ayudas que los austriacos que est¨¦n igual de necesitados. Este pol¨ªtico amable y sonriente ha demostrado que ¡°los austriacos primero¡±, el lema de su partido de ultraderecha empieza a ser una realidad en su Estado, donde el FP? gobierna en coalici¨®n desde el pasado oto?o.
¡°Aqu¨ª mucha gente trabaja durante a?os para cobrar una pensi¨®n de mil euros y luego llega un refugiado que no ha trabajado nunca y el Estado le da lo mismo. No es justo. Ven c¨®mo vivimos, nuestras casas y nuestros coches y quieren vivir como nosotros, pero no ven el trabajo que hay detr¨¢s¡±. Lo que dice Haimbuchner en su despacho de Linz lo repiten sus compatriotas en la calle. M¨¢s de 90.000 personas solicitaron asilo el a?o pasado en Austria, convertido adem¨¢s en uno de los principales pa¨ªses de tr¨¢nsito de refugiados en su camino al norte de Europa. El 14,6% de la poblaci¨®n de Austria son extranjeros, la mitad de ellos de la UE.
El poder¨ªo de la ultraderecha en Austria, que ha llegado incluso a gobernar, no es nuevo, pero el desembarco de personas que huyen de la guerra y la persecuci¨®n en busca de amparo por toda Austria ha alimentado la xenofobia y el rechazo a una Uni¨®n Europa que muchos austriacos consideran incapaz de dar soluci¨®n a sus problemas y ha aupado al FP?. Haimbuchner cree que lo correcto es proteger primero a los austriacos y presume de que su partido es el ¨²nico que defiende el patriotismo. ¡°Es una de las razones por las que nos elijen¡±.
Su Gobierno regional es un laboratorio de las pol¨ªticas del FP? y trabaja ahora por ejemplo para obligar a todos los ni?os a hablar solo alem¨¢n en la escuela, incluso en el recreo. Planea tambi¨¦n reforzar las Tratchenvereine (asociaciones culturales) como la de Gmunden, encargadas de mantener vivas las tradiciones. ¡°Queremos ofrecer mucha financiaci¨®n a las vereine. Es importante que no perdamos nuestra identidad¡±.
En Gmunden, el FP? es el segundo partido m¨¢s votado. Aqu¨ª se repiten las retah¨ªlas que se oyen en otros pa¨ªses europeos. Que a los eur¨®cratas no los ha elegido nadie y deciden por nosotros, que la globalizaci¨®n beneficia solo a los ricos y sobre todo que no quieren que vengan los refugiados a chupar de su generoso estado de bienestar. ¡°Los austriacos tienen la sensaci¨®n de que el Gobierno es incapaz de tomar decisiones sobre los refugiados o sobre el euro, que tienen las manos atadas¡±, piensa Eva Zeglovits, polit¨®loga del instituto de investigaci¨®n social IFES.
Una taxista jubilada que ahora vota al FP? despu¨¦s de toda una vida apoyando al partido socialdem¨®crata lo explica bien. ¡°Nunca pens¨¦ que iba a votar a la derecha, pero la UE me ha decepcionado. Hay demasiada regulaci¨®n y no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer¡±, confiesa ¡°Dej¨¦ de votarles porque son d¨¦biles, no saben defender a su gente en Bruselas¡±. No quiere dar su nombre para evitar que se le asocie con el FP?. Es una mujer muy bien informada y se declara ¡°patriota¡±. As¨ª explica por qu¨¦: ¡°Queremos conservar nuestra cultura y nuestra identidad¡±. Su argumento se repite por Europa con creciente intensidad, como si un ladr¨®n de identidades anduviera dando vueltas por el continente, al acecho.
Barrio obrero
Si el conservador Gmunden es a¨²n territorio por conquistar para el FP?, Auwiesen, un barrio obrero al sur de Linz es de esas zonas de Austria que siempre fue roja hasta que en una triple pirueta pas¨® directamente a votar extrema derecha. Aqu¨ª no hay lago ni monta?a que valga. Hay un centro comercial destartalado, ni?os con sobrepeso, pieles de todos los colores, perros de pelea y un puesto de kebab donde entra un hombre borracho con el cuello tatuado dando gritos. Fuera, otros beben cerveza y le r¨ªen las gracias. Auwiesen es un caj¨®n de sastre humano donde caen los que no pueden permitirse vivir en barrios mejores. ¡°El FP? ha sido capaz de capitalizar el miedo de los perdedores de la globalizaci¨®n¡±, apunta Anton Pelinka, experto en nacionalismos de la Universidad Central Europea de Budapest.
Uno de ellos es Joseph Hainbucher, un camarero reci¨¦n jubilado, vecino de Auwiesen ¡°Los otros [los dos grandes partidos] llevan 20 a?os hablando y hablando y no han hecho nada. Los austriacos nos sentimos extranjeros en nuestra propia tierra. A los ni?os turcos en el colegio no les obligan a recoger los papeles del suelo, a los austriacos s¨ª. Ya no pueden ni cantar nuestras canciones tradicionales en clase¡±, asegura. En el c¨®ctel argumental que manejan los eurocabreados caben verdades y mentiras por igual. Poco importa, porque aqu¨ª prima lo irracional, un cierto sentimiento de abandono y de venganza hacia los de arriba.
¡°El lenguaje se est¨¢ volviendo cruel. Presentan a los inmigrantes como los culpables de todos los problemas. Ofrecen soluciones f¨¢ciles a problemas muy complejos¡±, sostiene Walter Haberl, secretario de la Federaci¨®n de Sindicatos Austriacos en la regi¨®n. Y detalla que a pesar de que el paro ronda apenas el 6%, en Austria es una cifra r¨¦cord desde los a?os cincuenta y que eso explica parte del malestar. Franz Schellhorn, analista de Agenda Austria piensa que el apoyo al FP? responde sobre todo al hartazgo con el bipartidismo y las grandes coaliciones, incapaces de ofrecer resultados. ¡°Quieren romper el cartel del poder, est¨¢n hartos de que los dos grandes partidos siempre coloquen a los suyos¡±. Los datos que maneja indican que el perfil del votante del FP? es un hombre, de edad media, con poca formaci¨®n, que temen a ser sustituidos por una m¨¢quina o un inmigrante que cobre menos en su puesto de trabajo.
El Movimiento Identitario es la cara menos amable de la vuelta a las esencias en Austria y otros pa¨ªses de la UE. En Viena naci¨® en 2012 y es una r¨¦plica de la organizaci¨®n francesa nacida a?os antes. La semana pasada reunieron a mil personas en Viena contra ¡°el gran reemplazamiento demogr¨¢fico¡± de Europa y ¡°la multiculturalidad¡±. Es decir, contra los inmigrantes, para los que proponen la ¡°remigraci¨®n¡± a sus pa¨ªses de origen. ¡°No solo hay que votar, hay que estar en la calle haciendo activismo¡±, detalla en una cafeter¨ªa de Viena Alexander Markovics, fundador del movimiento, que ahora el Gobierno baraja la posibilidad de prohibir. Aspiran a replicar Mayo del 68 pero para ¡°despertar a la mayor¨ªa silenciosa patri¨®tica y lograr una hegemon¨ªa de derechas¡±. Asegura Markovics que tienen muy buenas relaciones con el FP?.
Atardece en Gmunden y el Schwan sirve escalope vien¨¦s en todas sus modalidades. De las mesas emanan sonoras carcajadas masculinas. Son las Stammtisch, las tradicionales reuniones semanales que en Austria re¨²ne a los amigos siempre el mismo d¨ªa y siempre en la misma mesa. A las nueve de la noche, el caf¨¦ se va vaciando y los comensales pagan uno a uno y por separado, como manda la tradici¨®n.
?Puedo salir a correr en pantal¨®n corto?
La vicealcaldesa de Gmunden, Beate Enzmann, es una pol¨ªtica sonriente del ultraconservador FP?. Hace un d¨ªa espl¨¦ndido y a bordo de una lancha de madera, en medio del lago, del que cuentan que emergi¨® una sirena, Enzmann explica que en Gmunden no hay apenas problemas, que es m¨¢s bien un ejemplo de c¨®mo deber¨ªan ser las cosas en el resto del pa¨ªs, pero que recientemente ha surgido una preocupaci¨®n entre los vecinos.
Resulta que hay un viejo hotel a las afueras de la ciudad, a cuyos propietarios el Gobierno pagar¨¢ para que se alojen all¨ª 150 demandantes de asilo. Es un edificio de aspecto alpino, construido con madera oscura. Durante un tiempo fue griego -a¨²n conserva un letrero con el nombre, Poseidon- y est¨¢ encajonado en un bosque frondoso. Enzmann piensa que a los refugiados ¡°Esto no les gusta, es mejor que vivan en su regi¨®n, en lugares m¨¢s parecidos a su pa¨ªs¡±.
La noticia de la futura llegada de los refugiados ha alterado a la comunidad y como la vicealcaldesa es adem¨¢s la responsable de Interior, los vecinos le hacen llegar sus preocupaciones. ¡°Algunos temen que los refugiados vayan a prender fuego al bosque. Como el hotel es de madera, les da miedo que hagan sus comidas con hornillos y lo quemen todo¡±, explica Enzmann. Y sigue: ¡°Adem¨¢s, hay mujeres que utilizan el bosque para hacer ejercicio y que me preguntan si cuando lleguen los refugiados podr¨¢n salir a correr con pantal¨®n corto. Hay miedo¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.