Democracia y martirio
En la campa?a sobre el papel de los brit¨¢nicos en la UE tienen m¨¢s ¨¦xito quienes apelan a las emociones, el miedo o la bandera. La muerte de la diputada Cox es un ejemplo
¡°La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepci¨®n de todos los dem¨¢s¡±
Winston Churchill
Ser¨ªa considerado de mal gusto y oler¨ªa a c¨ªnico oportunismo reconocerlo p¨²blicamente, pero los que hacen campa?a para que Reino Unido permanezca dentro de la Uni¨®n Europea dicen en voz baja que el asesinato de la diputada laborista Jo Cox la semana pasada les ayudar¨¢ en el refer¨¦ndum que se celebrar¨¢ este jueves.
Lo cual no nos dice nada edificante sobre c¨®mo funciona la democracia pero seguramente sea cierto. Cox, que ha sido retratada por casi todo el mundo pol¨ªtico como una gran mujer, se hab¨ªa posicionado claramente a favor de la permanencia, en contra del llamado Brexit. El que la mat¨®, Thomas Mair, es un tipo solitario cuyos trastornados procesos mentales le hab¨ªan llevado a identificarse con la ultraderecha. Hoy en d¨ªa en Reino Unido esto significa clamar, entre otras cosas, por la independencia del yugo de Bruselas. Cuando un juez le pidi¨® el viernes que dijera su nombre, Mair contest¨®: ¡°Me llamo muerte a los traidores, libertad para Gran Breta?a¡±.
Dado el enorme impacto p¨²blico que ha tenido la tragedia, no se puede descartar la posibilidad de que si tras el voto del jueves Reino Unido sigue dentro de la UE la muerte de Cox ser¨¢ vista como un episodio decisivo. La conexi¨®n entre una cosa y la otra no es dif¨ªcil de interpretar: los sectores m¨¢s beligerantes de la campa?a proBrexit han estado advirtiendo al electorado sobre los peligros de la inmigraci¨®n e insinuando, por otro lado, que insistir en ceder soberan¨ªa a la UE representa una especie de traici¨®n a la patria; tales argumentos habr¨ªan incendiado la desequilibrada mente de Thomas Mair.
Seg¨²n esta l¨®gica, se ha generado una asociaci¨®n entre la paranoia ret¨®rica de los Brexiters y la paranoia homicida de Mair. Entonces, ya que podemos suponer que un cierto porcentaje de los votantes brit¨¢nicos que hab¨ªan sido tentados por la opci¨®n Brexit no querr¨¢n mancharse con semejante asociaci¨®n, se lo pensar¨¢n m¨¢s de una vez ahora antes de votar no a la permanencia.
Los mercados financieros, menos delicados que los pol¨ªticos a la hora de delatar sus pensamientos, no han dudado en actuar. La libra esterlina hab¨ªa estado cayendo tras los resultados de los sondeos de las ¨²ltimas dos semanas, que hab¨ªan se?alado la creciente posibilidad de una victoria para el Brexit. El viernes, el Wall Street Journal public¨® un art¨ªculo en el que afirm¨® que la repentina subida de la libra era consecuencia directa del asesinato de la diputada.
La verdad es que ser¨ªa absurdo e injusto que la muerte de Jo Cox influyera en el resultado del refer¨¦ndum. De la misma manera que si en vez de Mair el asesino hubiera sido un yihadista, o incluso un inmigrante de la UE, y si en vez de Jo Cox la v¨ªctima hubiera sido un diputado proBrexit del partido conservador, hubiera sido absurdo e injusto que como consecuencia se hubiera incrementado el voto a favor de la salida de la UE. La ¨²nica interpretaci¨®n honesta del asesinato es que fue un acto sin sentido cometido por un loco y, ante todo, una terrible tragedia personal para Cox, su marido y sus dos hijos peque?os. La respuesta decente es sentir un inmenso dolor por ellos y no sacar ninguna conclusi¨®n pol¨ªtica.
Pero no somos perfectos; no todos vamos a responder de esta manera. El factor Cox demuestra con una alarmante nitidez las limitaciones y los peligros de nuestros sistemas democr¨¢ticos. Valga la redundancia, los resultados de las elecciones dependen tanto o m¨¢s de las percepciones que de las fr¨ªas evaluaciones de los hechos, y m¨¢s si de lo que se trata es de una cuesti¨®n tan infinitamente complicada como si la permanencia de un pa¨ªs en la Uni¨®n Europea es algo bueno o malo para los ciudadanos. Solo un min¨²sculo porcentaje de la poblaci¨®n maneja los conocimientos necesarios para poder tomar una decisi¨®n informada.
Por eso la decisi¨®n de David Cameron, el primer ministro brit¨¢nico, de celebrar un refer¨¦ndum fue un acto de singular irresponsabilidad. Obedeci¨® no a las necesidades de la naci¨®n sino, en primer lugar, al imperativo de responder a un sector militante dentro de su partido conservador que detesta el v¨ªnculo brit¨¢nico con la UE. No fue una respuesta a un clamor popular, como por ejemplo lo fue el refer¨¦ndum sobre la independencia de Escocia celebrado en 2014, sino un c¨¢lculo pol¨ªtico interno.
Como casi nadie es capaz de interpretar con certeza la veracidad del hurac¨¢n de datos econ¨®micos que se han volcado sobre los votantes en la campa?a, ni tampoco de llegar a una conclusi¨®n sobria y equilibrada sobre las ventajas o desventajas de ceder soberan¨ªa al laberinto tecn¨®crata que es Bruselas, el populismo del bando proBrexit ha jugado con ventaja. Los intentos de Cameron y su gente de explicar con estad¨ªsticas el impacto negativo de un posible Brexit han dado inevitablemente contra un muro. M¨¢s suerte han tenido los que han recurrido a las emociones, apelando al miedo o a la bandera.
Cambi¨® la ecuaci¨®n con la tragedia de Jo Cox. Lo terrible es que podr¨ªa volver a cambiar una vez m¨¢s en caso de que en los pocos d¨ªas que quedan para el refer¨¦ndum hubiese un atentado yihadista en Reino Unido o, incluso, en Francia, donde se est¨¢ celebrando la Eurocopa de f¨²tbol.
Todo esto no significa que haya que plantearse abandonar el sistema electoral por el modelo aut¨®crata chino. La democracia representativa, en la que uno cede el poder sobre las decisiones de Estado a un grupo peque?o de gente elegido por los ciudadanos, sigue siendo, como dec¨ªa Churchill, el sistema de gobierno menos malo que se ha inventado. Lo reconfortante del sistema, en circunstancias normales, es que si el electorado se equivoca tiene la oportunidad de rectificar cuatro o cinco a?os m¨¢s tarde.
El refer¨¦ndum brit¨¢nico es otra cosa. Como dijo Cameron el domingo, ¡°no hay punto de retorno¡±. Por eso el primer ministro deber¨ªa haber dejado la decisi¨®n sobre la UE en las manos relativamente expertas de los representantes parlamentarios. Ya se ver¨¢ el jueves si pasar¨¢ a la historia como el culpable de un error hist¨®rico. Como tambi¨¦n se ver¨¢ si el espantoso martirio de Jo Cox habr¨¢ contribuido a que Cameron salve su pellejo, y el de su pa¨ªs.
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