Alerta naranja en Bruselas
El refer¨¦ndum brit¨¢nico es un s¨ªntoma de que el proyecto europeo ya no es irreversible
Otra vez tiempos de ¡°al borde del abismo¡±, de ¡°a un paso del precipicio¡±. La crisis ha dejado de ser un periodo de purga entre ciclos expansivos y se ha convertido en el alma fundamental del proyecto europeo, en una forma de guerra, casi en un m¨¦todo de gobierno (¡°Europa se forjar¨¢ en las crisis¡±, dijo uno de los padres fundadores de la UE a modo de maldici¨®n b¨ªblica). El Brexit es la ¨²ltima haza?a de ese deporte tan propio de las ¨¦lites que consiste en fabricar estr¨¦s: nadie sabe qu¨¦ demonios le pas¨® por la cabeza al supuestamente liberal y moderadamente euroesc¨¦ptico David Cameron cuando convoc¨® un refer¨¦ndum sobre la salida de Reino Unido de la UE solo para contentar a una parte de su partido y, de paso, para tratar de sonsacarle a Europa alguna que otra concesi¨®n.
Tras cuatro d¨¦cadas cultivando el excepcionalismo brit¨¢nico, la sensaci¨®n es que todo ha ido demasiado lejos. Una extraordinaria sucesi¨®n de sesudos informes demuestra que el Brexit supondr¨ªa graves da?os a largo plazo y un shock a la corta, incluso m¨¢s en Reino Unido que en la Europa continental. ?Qu¨¦ tipo de l¨ªder mete a un pa¨ªs y a un continente que a duras penas se recuperan de la peor crisis en d¨¦cadas en un riesgo de ese calibre? Alguien que piensa que tiene ganada la partida de antemano, pensaba Bruselas acerca del ¨®rdago de Cameron.
Umberto Eco sol¨ªa decir que el 25% de los brit¨¢nicos pensaba que Winston Churchill era un personaje de ficci¨®n, seg¨²n una encuesta publicada en los diarios de Londres. Y Bruselas, en esa l¨ªnea, lleg¨® a creer que el Brexit era una quimera irrealizable: una suerte de ficci¨®n. Pero las encuestas, esta vez, han obligado a las instituciones a despertar de golpe: est¨¢n al 50% y han provocado un brote de nerviosismo espectacular. En parte por la suciedad asociada a la campa?a, tanto por el lado Brexit (que miente con las cifras de la inmigraci¨®n) como por el de los partidarios de que Reino Unido siga, que se empe?an en hacer ver que el Brexit ser¨ªa el fin del mundo conocido.
Pero la vida sigue, aunque los refer¨¦ndums los cargue el diablo y en ese tipo de votos a menudo la ira pese m¨¢s que la reflexi¨®n. Bruselas, a pesar de los pesares, sigue pensando que se impondr¨¢ la cordura. Reino Unido seguir¨¢ en la UE, se oye en los kilom¨¦tricos pasillos de la Comisi¨®n y el Consejo, donde los eur¨®cratas tienen teor¨ªas para todo: entre el 10% de indecisos, sostienen, hay m¨¢s gente proclive al voto conservador (proeuropeo) que al Brexit, cuyos partidarios lo tienen todo m¨¢s claro. Aun as¨ª, Bruselas ha decretado la alerta naranja. Por lo que pueda suceder. Y sobre todo porque teme que, cualquiera que sea el resultado, el refer¨¦ndum no sea m¨¢s que un mero s¨ªntoma de algo m¨¢s profundo, m¨¢s sombr¨ªo, m¨¢s feo: la sospecha de que el proyecto europeo ya no es irreversible flota en el ambiente desde que hace un a?o Alemania amenaz¨® a Grecia con expulsarla del euro. Reino Unido es 15 veces m¨¢s grande que Grecia. Y nadie le echa: puede que quiera irse, y puede que despu¨¦s otros pa¨ªses decidan seguir ese camino. Ese es el verdadero susto en Bruselas.
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