La dise?adora alemana que resiste en Siria
Heike Weber vive desde hace tres d¨¦cadas en el pa¨ªs, donde posee una prestigiosa firma de bordados
Entre el laberinto de callejas que mapean el barrio antiguo de Damasco se abre una peque?a portezuela azul que da al magn¨ªfico patio interior de una casa ¨¢rabe. All¨ª, y bajo el zumbido de la aviaci¨®n siria, vive Heike Weber, dise?adora alemana de 66 a?os con tres d¨¦cadas en Siria. Firma una de las m¨¢s prestigiosas marcas de bordado artesanal, Anat, en cuya tienda se han vestido tanto las reinas espa?olas Sof¨ªa y Leticia, como la primera dama siria, Asma el Assad. Creci¨® en el Berl¨ªn este durante la guerra fr¨ªa. Fue en la universidad donde conoci¨® al documentalista palestino Jibril, un joven militante del PFLP (Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina), hoy su ex marido. Ah¨ª sell¨® su destino con Oriente Medio, regi¨®n que le habr¨ªa de brindar vivencias m¨¢s propias de una rocambolesca novela que de la vida real.
En 1975 pis¨® por primer vez Beirut, la misma semana que estall¨® la cruenta guerra civil que desangr¨® L¨ªbano durante 15 a?os. A los pocos d¨ªas de aterrizar, y con 25 a?os, Heike ya corr¨ªa sobre el asfalto beirut¨ª esquivando los tiroteos. Munidos con una c¨¢mara de video, la pareja comenz¨® uno de los varios documentales que grabar¨ªan sobre la guerra, recorriendo desde campos de refugiados bombardeados a los frentes de las milicias palestinas. Tras un breve periodo en Alemania, Weber y su marido, ya con tres hijos, regresaron a L¨ªbano para instalarse en el campo de refugiados palestino de Chatila. De nuevo, la guerra se intensific¨® con la injerencia de las tropas sirias al norte y las israel¨ªes al sur del pa¨ªs. ¡°A las pocas horas de aterrizar bombardearon el aeropuerto¡±, cuenta impasible pitillo en mano. Saltando en una misma frase del ¨¢rabe al ingl¨¦s relata las largas noches que pas¨® junto a sus hijos en el melja (refugio en ¨¢rabe). Cerca de 3.000 hombres, mujeres y ni?os fueron masacrados en ese campo.
?nica mujer for¨¢nea militante del PFLP, la entonces joven ajnabie (extranjera en ¨¢rabe) de larga melena rubia y ojos verdes hizo guardia con su kalashnikov a las puertas de las garitas de su partido, donde se cruz¨® con los grandes l¨ªderes palestinos y libaneses. En 1982, zarp¨® de las costas libanesas a bordo del mismo barco en el que fueron expulsados miles de milicianos palestinos. Conoce de primera mano el sufrimiento con el que cargan a sus espaldas desplazados y refugiados. Algo de ropa y dos cacerolas que hered¨® de su madre fueron las ¨²nicas pertenencias que pudo rescatar de su hogar, bombardeado por la aviaci¨®n israel¨ª. ¡°Cuando lo pierdes absolutamente todo te sientes liviana¡±, se consuela. Sin embargo, las secuelas las remolca silenciosamente el alma. Durante unas vacaciones en Berl¨ªn, la mayor de sus hijas con tan s¨®lo cinco a?os arrastr¨® a una docena de ni?os germanos a un parking subterr¨¢neo. ¡°Estaba convencida de que ten¨ªa que ponerlos a salvo de un avi¨®n comercial que sobrevolaba la zona¡±.
Una vez en Siria, se asentaron en el campo de refugiados palestinos de Yarmouk, a las afueras de la capital, hoy escenario de cruentos combates. Motivada por su pasi¨®n y conocimientos del tatreez (bordado tradicional palestino), Heike abri¨® su taller. Tras tres d¨¦cadas de esfuerzo y trabajo, la guerra le ha privado de su clientela y desperdigado entre la ola de refugiados a aquellas artesanas que durante lustros form¨® con dedicaci¨®n. Muchas, ir¨®nicamente, rumbo a Alemania. ¡°No pienso irme¡±, sentencia a?o tras a?o desde que comenz¨® la guerra, y a pesar de que ya hace tiempo que sus tres hijos y la mayor¨ªa de sus amigos abandonaron el pa¨ªs. Esta alemana sigue convencida de que cuando las cosas van mal siempre hay una forma de resistir. Y para ella, ¡°simplemente hay que estar aqu¨ª¡±.
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