Exhaustos-y-corriendo-y-dopados

Nos creemos tan libres como due?os de tabletas y m¨®viles, vamos a cualquier lugar en Internet, luchamos por las causas incluso de pa¨ªses del otro lado del planeta, participamos en protestas globales y casi no nos damos cuenta de que hemos creado una postsumisi¨®n. O un tipo m¨¢s peligroso e insidioso de sumisi¨®n. Nos hemos esforzado libremente y con gran ah¨ªnco para alcanzar la meta de trabajar 24/7. Veinticuatro horas siete d¨ªas a la semana. Ning¨²n capitalista hab¨ªa so?ado tanto. El jefe nos alcanza en cualquier lugar, a cualquier hora. La jornada de trabajo ya no acaba nunca. Ya no hay un espacio de trabajo y un espacio de recreaci¨®n, ya no hay ni siquiera una casa. Todo se confunde. Internet se ha usado para borrar las fronteras tambi¨¦n del mundo interno, que ahora es un fuera. Estamos siempre, de alg¨²n modo, trabajando, haciendo networking, debatiendo (o discutiendo), interviniendo, tratando de no perdernos nada, sobre todo las noticias ordinarias. Nos consumimos animadamente, al ritmo de emoticonos. Y, as¨ª, perdemos tan solo el alma. Y logramos una haza?a sin precedentes: ser amos y esclavos al mismo tiempo.

Como en la ¨¦poca de la aceleraci¨®n los a?os ya no comienzan ni terminan, solo se juntan unos a otros, tanto como los meses y como los d¨ªas, la mitad de 2016 lleg¨® cuando parec¨ªa que a¨²n era marzo. Estamos exhaustos y corriendo. Exhaustos y corriendo. Exhaustos y corriendo. Y la mala noticia es que vamos a seguir exhaustos y corriendo, porque exhaustos-y-corriendo se ha convertido en la condici¨®n humana de esta ¨¦poca. Y ya hemos notado que esa condici¨®n humana un cuerpo humano no la aguanta. Entonces, el cuerpo se ha convertido en una molestia, un ap¨¦ndice inc¨®modo, un no-da-abasto que enferma, se queda ansioso, entra en p¨¢nico. Y, por eso, hemos dopado este cuerpo fallido, que se retuerce al ser sometido a una velocidad no humana. Nos hemos convertido en exhaustos-y-corriendo-y-dopados. Porque solo dopados seremos capaces de continuar exhaustos-y-corriendo. Por lo menos hasta que hemos conseguido librarnos de este cuerpo convertido en barrera. El problema es que el cuerpo no es otro, al cuerpo es a lo que llamamos yo. El cuerpo no es un l¨ªmite, sino la propia condici¨®n. El cuerpo es.

Los clics de internet son los remos de las antiguas galeras. Remad... Haced clic..

Los clics de Internet se han convertido en los remos?de las antiguas galeras. Remad remad remad. Haz clic?haz clic haz clic para no quedarte atr¨¢s y morir.Pero el presente, a esa velocidad, es un pret¨¦rito continuo. Si la Internet parece haber encogido el mundo, y miles de kil¨®metros se pueden reducir a un clic, como dicen el clich¨¦ y algunos anuncios, nuestro mundo interior se ha quedado a oc¨¦anos de nosotros. Conectados al planeta entero, estamos desconectados del yo y tambi¨¦n del otro. Incapaces de la alteridad, el otro se ha convertido en alguien a destruir, bloquear o incluso borrar.Hablamos mucho, pero solos. Escasas son las conversaciones, la red se ha convertido en parte en un interminable discurso autorreferencial, un delirio narcisista.Y narciso es unyosin yo. Porque para que?exista el yo es necesario el otro.

Tal vez una parte de lo que consideramos activismo sea un nuevo tipo de pasividad

Hay tanta informaci¨®n disponible, pero tal vez nos estemos volviendo imb¨¦ciles. Porque nos falta la contemplaci¨®n, nos falta el vac¨ªo que impulsa la creaci¨®n, nos faltan los silencios. Nos falta hasta el tedio. Sin la experiencia no hay conocimiento. Y tal vez una parte del activismo sea una ilusi¨®n de activismo, porque sin el otro. Tal vez una parte de lo que creemos ser activismo sea, al contrario, pasividad. Un nuevo tipo de pasividad, llena de gritos, de certezas y de puntos de exclamaci¨®n. Los espasmos se han convertido en rutina y, al vivir a espasmos, un espasmo anula el otro espasmo, que anula el otro espasmo. Cuando todo es grito ya no hay grito. Cuando todo es urgencia ya no hay urgencia. Al final del d¨ªa que no acaba queda la ilusi¨®n de haber luchado todas las luchas, intervenido en todos los procesos, protestado contra todas las injusticias. Los espasmos agotan, consumen. Pero no mueven. Apaciguan, pero no mueven. Entorpecen, ?pero mover¨¢n?

Sobre este tema hay un peque?o libro, precioso, con el sugestivo t¨ªtulo de La Sociedad del Cansacio. Su autor es el fil¨®sofo Byung-Chul Han, un coreano radicado en Alemania, que es profesor universitario de filosof¨ªa y estudios culturales en Berl¨ªn. En este libro, Han establece un di¨¢logo cr¨ªtico con pensadores como Alain Ehrenberg, Giorgio Agamben, Michel Foucault, Hannah Arendt, Walter Benjamin o Friedrich Nietzsche, entre otros. Sin embargo, mi di¨¢logo con ¨¦l es por mi cuenta y riesgo.

Sobre esta nueva condici¨®n, Han dice:

¡°La sociedad del trabajo y la sociedad del desempe?o no son sociedades libres. Generan nuevas coerciones. La dial¨¦ctica del amo y el esclavo se corresponde, no en ¨²ltima instancia, con aquella sociedad en la que cada uno es libre y ser¨ªa capaz tambi¨¦n de tener tiempo libre para el ocio. Lleva, por el contrario, a una sociedad del trabajo, en la que el propio amo se ha transformado en un esclavo del trabajo. En esta sociedad coercitiva, cada uno carga consigo su campo de trabajo. La especificidad de este campo de trabajo es que somos al mismo tiempo prisioneros y vig¨ªas, v¨ªctimas y agresores. As¨ª, acabamos explot¨¢ndonos a nosotros mismos. Con eso, la explotaci¨®n es posible incluso sin se?or¨ªo¡±.

Los aut¨®nomos son aut¨®matas, programados para azotarse a s¨ª mismos

Hemos llegado a esto: la explotaci¨®n incluso sin un patr¨®n, ya que la hemos interiorizado. ?Qui¨¦n es el peor de los se?ores, sino el que vive dentro de nosotros? En nombre de t¨¦rminos falsamente emancipadores, tales como iniciativa empresarial, o de eufemismos perversos, como la ¡°flexibilizaci¨®n¡±,crece el n¨²mero de ¡°aut¨®nomos¡±, libres tan solo de matarse a trabajar. Los aut¨®nomos son aut¨®matas, programados para azotarse a s¨ª mismos. E incluso los empleados se ¡°autonomizan¡±, porque la jornada de trabajo ya no acaba. Todos, trabajadores culpados porque no consiguen producir a¨²n m¨¢s, en una autoimagen partida, en la que suponen que su desempe?o solo est¨¢ limitado porque el cuerpo es un inconveniente.

Para este fil¨®sofo, la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, como en la construcci¨®n de Foucault (1926-1984). Sino una sociedad del desempe?o. Sus habitantes tampoco se llaman ¡°sujetos de obediencia¡±, sino ¡°sujetos de desempe?o y producci¨®n¡±. Son empresarios de s¨ª mismos.

Si la sociedad disciplinaria era una sociedad de negatividad, el aumento de la desregulaci¨®n creciente va aboli¨¦ndola. La afirmaci¨®n ¡°Yes, we can¡±,desde el punto de vista de Han, expresa el car¨¢cter de positividad de la sociedad del desempe?o. En lugar de ¡°prohibici¨®n¡±, ¡°mandamiento¡± o ¡°ley¡±, entran ¡°proyecto¡±, ¡°iniciativa¡± y ¡°motivaci¨®n¡±. As¨ª, no es casual que la depresi¨®n sea la enfermedad de esta ¨¦poca. La sociedad disciplinaria est¨¢dominada por el ¡°no¡±. Su negatividad genera locos y delincuentes. La sociedad del desempe?o, a la cual habr¨ªamos evolucionado, al contrario, produce depresivos y fracasados. La sociedad del desempe?o, en palabras de Han, produce infartos ps¨ªquicos.

"El depresivo es el inv¨¢lido de la guerra interiorizada de la sociedad del desempe?o"

El depresivo ser¨ªa el animal laborans que se explota a s¨ª mismo. Es el agresor y la v¨ªctima al mismo tiempo. La depresi¨®n irrumpir¨ªa en el momento en el que el sujeto de desempe?o ya no puede poder. Despu¨¦s de todo, si todo es posible, ?c¨®mo no puedo? El imperativo del todo es posible es, parad¨®jicamente, aniquilador. Porque, obviamente, todo no es posible. Nada m¨¢s limitante que no tener l¨ªmites. Y vivir como si poder poder dependiese tan solo de la (libre) iniciativa de cada uno. Y no poder poder, tener l¨ªmites, por tanto, fuese un fracaso personal.

Han sugiere que la depresi¨®n es un cansancio de hacer y de poder. Solo una sociedad que cree que todo es posible es capaz de engendrar el lamento depresivo de que nada es posible. ¡°Ya no poder poder lleva a una autoacusaci¨®n destructiva y a una autoagresi¨®n¡±, dice el fil¨®sofo. ¡°El sujeto de desempe?o se encuentra en guerra consigo mismo. El depresivo es el inv¨¢lido de esta guerra interiorizada.¡±

"La autoexplotaci¨®n es m¨¢s eficiente que la explotaci¨®n del otro, porque camina de la mano con el sentimiento de libertad"

La depresi¨®n, por lo tanto, ser¨ªa la enfermedad de una sociedad que sufre bajo el exceso de positividad. ¡°El sujeto de desempe?o est¨¢ sumiso tan solo a s¨ª mismo. En eso es que se distingue del sujeto de obediencia. La ca¨ªda de la instancia dominadora no conduce a la libertad. Por el contrario, hace que la libertad y la coacci¨®n coincidan. De este modo, el sujeto de desempe?o se entrega a la libre coerci¨®n de llevar el desempe?o al m¨¢ximo. El exceso de trabajo y desempe?o se agudiza en una autoexplotaci¨®n. Esta es m¨¢s eficiente que una explotaci¨®n del otro, pues camina de la mano con el sentimiento de libertad. El explotador es, al mismo tiempo, el explotado. Ya no se pueden distinguir el agresor y la v¨ªctima¡±.

Y as¨ª, estamos cada vez m¨¢s libres para trabajar 24/7, o actuar 24/7. Hemos llegado a la parad¨®jica libertad de ser esclavos. Como el cuerpo se rebela, manifest¨¢ndose en depresiones, insomnios, crisis de ansiedad y de p¨¢nico, se dopa el cuerpo. Pero el cuerpo no es otra cosa, no es ni siquiera la casa del alma. El cuerpo es. As¨ª, al mismo tiempo que denunciamos la opresi¨®n, la callamos. Como la relaci¨®n amo-esclavo no puede cuestionarse, menos a¨²n si ambos ocupan la misma persona, el dopaje cumple con la funci¨®n de censurar las protestas del mundo interior, o de los escombros que quedan de ¨¦l. Cumple, a nivel interno, el papel de las bombas de gas y de las balas de goma de la Polic¨ªa Militar en las manifestaciones callejeras contra el statu quo. Pero, aqu¨ª, es el mismo individuo el que reprime, censura y silencia y el que es reprimido, censurado y silenciado.

Ser multitarea, otra dimensi¨®n del mismo fen¨®meno, se ve como una capacidad en este momento hist¨®rico, una especie de ganancia evolutiva que volver¨ªa a la persona mejor adaptada a su ¨¦poca. Es una pregunta de cuestionarios, una cualidad presentada por personas que se venden a s¨ª mismas, una exigencia apuntada por los gur¨²s del ¨¦xito. Pronto se convertir¨¢ en algo altamente subversivo, desorganizador, que alguien se atreva a decir: "No, no soy multitarea. Me dedico a una cosa a la vez¡±.

"Ser multitarea es retroceder a un estado salvaje"

Han, as¨ª como otros fil¨®sofos contempor¨¢neos, est¨¢ en desacuerdo con esa idea, o esa publicidad. O, tambi¨¦n, esa trampa. Para ¨¦l, la t¨¦cnica temporal y de atenci¨®n multitarea no representa ning¨²n progreso civilizador. Se trata, m¨¢s bien, de un retroceso. El exceso de positividad se manifiesta tambi¨¦n como un exceso de est¨ªmulos, informaci¨®n e impulsos. Modifica radicalmente la estructura y la econom¨ªa de la atenci¨®n. Con eso, fragmenta y destruye la atenci¨®n. La t¨¦cnica de la multitarea no es una conquista civilizadora alcanzada por el humano de este tiempo hist¨®rico. Al contrario, est¨¢ ampliamente diseminada entre los animales en estado salvaje:

¡°Un animal ocupado en el ejercicio de la masticaci¨®n de su comida tiene que ocuparse, al mismo tiempo, tambi¨¦n de otras actividades. Debe tomar cuidado para que, al comer, ¨¦l mismo no acabe comido. Al mismo tiempo tiene que vigilar a su prole y echarle un vistazo a su compa?ero(a). En la vida salvaje, el animal est¨¢ obligado a dividir su atenci¨®n entre diversas actividades. Por ello, no es capaz de una profundizaci¨®n contemplativa, ni no comer ni no copular. El animal no puede sumergirse contemplativamente en lo que tiene ante s¨ª, pues tiene que elaborar, al mismo tiempo, lo que tiene tras de s¨ª".

"Por falta de reposo, nuestra civilizaci¨®n camina hacia la barbarie"

La contemplaci¨®n es civilizadora. Y el tedio es creativo. Pero ambos fueron eliminados por el rellenado sin interrupci¨®n del tiempo humano por tareas y est¨ªmulos simult¨¢neos. Ejecutas una tarea y contestas al tel¨¦fono, respondes a un WhatsApp mientras cocinas, comes viendo Netflix e insultando a alguien en Facebook, preguntas c¨®mo le fue en la escuela a tu hijo mientras miras el Twitter, conduces publicando una foto en Instagram, haces un trabajo mientras mandas un correo electr¨®nico sobre otro y as¨ª sucesivamente. Dos, tres..., varias tareas al mismo tiempo. Como si eso fuera una ganancia, y no una p¨¦rdida monumental, una involuci¨®n.

Volvamos al modo salvaje. Nietzsche (1844-1900), todav¨ªa en su ¨¦poca, ya llamaba la atenci¨®n hacia el hecho de que la vida humana termina en una hiperactividad mortal si se expulsa de ella todo elemento contemplativo: ¡°Por falta de descanso, nuestra civilizaci¨®n camina hacia una nueva barbarie¡±.

Frente a la vida desnuda, se?ala Han, reaccionamos con hiperactividad, con la histeria del trabajo y de la producci¨®n. La agudizaci¨®n hiperactiva de la actividad hace que esta se convierta en una hiperpasividad. Nos sumamos a todo y cada impulso y est¨ªmulo. En vez de libertad, nuevas coerciones. Solo por medio de la negatividad del parar interiormente el sujeto de la acci¨®n puede dimensionar todo el espacio de la contingencia que escapa a una mera actividad. Vivimos, dice, en un mundo muy pobre en interrupciones, pobre en entremedios y tiempos intermedios.

As¨ª, lo que parece movimiento puede ser tan solo una forma de sumarse y de paralizarse. El activo, o el hiperactivo, tal vez sea, de hecho, un hiperpasivo. Si hay un solo tiempo, el del acontecimiento, o si todo es acontecimiento, nada de hecho sucede. En parte, explica la sensaci¨®n de que todo es ef¨ªmero, de que el espasmo de un segundo atr¨¢s, que produjo gritos y furias, se haya vuelto distante, sustituido por otro que tambi¨¦n produce gritos y furias, y que un segundo m¨¢s adelante ya no ser¨¢. Y luego no se sabe exactamente por qu¨¦ se grita y por qu¨¦ se enfurece, pero el imperativo es seguirgritando y enfureci¨¦ndose.

En esta actualidad hist¨¦rica, la irritaci¨®n sustituye a la ira. Volviendo a las palabras de Han: "La ira es una capacidad que est¨¢ en condiciones de interrumpir un estado, y hacer que se inicie un nuevo estado. Hoy en d¨ªa, cada vez m¨¢s, da paso a la irritaci¨®n o al enervarse, que no pueden producir ning¨²n cambio decisivo".

Hay que escuchar el malestar, y no callarlo

La positividad de esta ¨¦poca tiene, a mi modo de ver, un desdoblamiento en esta crisis tan particular de Brasil. Se nos ha instado a ser ¡°optimistas¡± o a elegir este o aquel lado ¡°para recuperar el optimismo¡±. Como si la cuesti¨®n se diese en torno al optimismo/pesimismo, o como si el optimismo fuese una cualidad moral. Esta positividad tambi¨¦n me parece aqu¨ª que guarda una relaci¨®n con la esperanza, como ya he escrito en este espacio. Como si el esperanzado tuviese una cualidad moral m¨¢s, que lo pondr¨ªa uno o varios niveles por encima de todos los dem¨¢s. Y como si ese momento fuese una cuesti¨®n de esperanza o de rescate de la esperanza, m¨¢s all¨¢ de las manipulaciones publicitarias m¨¢s obvias. Poco importa el optimismo/pesimismo, poco importa la esperanza. Se trata de algo m¨¢s fundamental.

Hay que escuchar el malestar, y no callarlo. Vivirlo en un proceso de interrogaci¨®n, vivirlo como movimiento. Cargar los l¨ªmites, sin confundir tener l¨ªmites con estar paralizado. No hay potencia total, no hay todo es posible, no hay ¡°Yes, we can¡±. No tener potencia total no es lo mismo que ser impotente. La ilusi¨®n de la potencia total es lo que acaba llevando a la impotencia. Hay potencia en decir no, y hay potencia en no hacer. Como intuy¨® Bartleby, el personaje de Herman Melville, el ¡°prefiero no hacerlo¡± puede ser un acto de resistencia y de volver a conectarse con la propia humanidad.

"El ordenador es burro porque no es capaz de dudar"

En un paralelo con las crisis del Brasil actual, llama la atenci¨®n la necesidad de respuestas inmediatas, de explicaciones instant¨¢neas, de certezas. En algunos momentos m¨¢s agudos, una parte de la propia prensa parece haberse olvidado de hacer preguntas. La exigencia de respuestas inmediatas, de respuestas que no pasen por la investigaci¨®n y por la interrogaci¨®n, no conduce a ninguna respuesta. Porque no hay pregunta. Porque el pensamiento est¨¢ ausente, ha sido sustituido por el reflejo y por el imperativo de rellenar el vac¨ªo con palabras. No hay m¨¦rito en la velocidad, nadas inmediatos siguen siendo nadas. O algo peor.

Como se?ala Han, a pesar de todo su desempe?o, el ordenador es tonto, en la medida en que le falta la capacidad de dudar. Si el ordenador cuenta de manera m¨¢s r¨¢pida que el cerebro humano y acoge una inmensidad de datos, es tambi¨¦n porque est¨¢ libre de toda y cualquier alteridad. Es, por excelencia, una m¨¢quina positiva. Volver esta positividad una cualidad a imitar es una estupidez a la que nos hemos sumado.

Desde hace a?os o¨ªmos a tantos repitiendo por ah¨ª: ¡°Estoy cansad@¡±. El cansancio, dice Han, es m¨¢s del menos yo. Pero la tragedia es que ¡°el menos en el yo se expresa como un m¨¢s para el mundo¡±. Y, as¨ª, la sociedad del cansancio, como sociedad activa, se convierte lentamente en una sociedad del dopaje. Y conduce a un ¡°infarto del alma¡±.

Amos y esclavos al mismo tiempo, tenemos una oportunidad mientras haya tambi¨¦n un rebelde. Escucharlo es preciso. Anestesiarlo no lo es.

Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.

Sitio web:desacontecimentos.comEmail:elianebrum.coluna@gmail.comTwitter:brumelianebrum

Traducci¨®n de ?scar Curros