La casa es donde no se pasa hambre

Ot¨¢vio das Chagas, el pescador sin r¨ªo y sin letras, no consigue llegar a casa. Desde que la hidroel¨¦ctrica de Belo Monte los expuls¨® a ¨¦l y a su familia de su isla, Ot¨¢vio ya est¨¢ en su tercera casa. Pero no consigue llegar. Porque para ¨¦l aquella tercera todav¨ªa no es una casa. Como no lo era la primera ni lo era la segunda. Sin casa, Ot¨¢vio no tiene mundo. Sin mundo, un hombre no tiene d¨®nde pisar. Los conocidos avisan: ?te has fijado? Don Ot¨¢vio est¨¢ encogiendo. Y lo est¨¢, porque es eso lo que les sucede a los hombres sin mundo.

Qu¨¦ es una casa es la pregunta que atraviesa la construcci¨®n de la hidroel¨¦ctrica de Belo Monte, en el Xing¨², estado de Par¨¢, Brasil. La pregunta que no se hizo en el registro ni en momento alguno. Es la pregunta que dice qui¨¦n es aquella persona. Y d¨®nde necesita vivir para ser lo que es. Cuando es el emprendedor, el nuevo nombre del colonizador en la Amazonia, el que determina lo que es una casa, bas¨¢ndose en su mundo y en sus referencias, en general fraguadas en la realidad tan diversa del centro sur de Brasil, la violencia se instala. Y se aniquilan vidas.

Sigo a Ot¨¢vio das Chagas desde 2014. En aquel momento, ¨¦l, su mujer Maria y sus nueve hijos estaban en la primera casa que no pod¨ªa ser casa. Una casa de madera alquilada en un suburbio violento de Altamira. En 2015 se mudaron a una "unidad" de Reasentamiento Urbano Colectivo (RUC), nombre de los conjuntos de viviendas estandarizadas que Norte Energia construy¨® para albergar a las v¨ªctimas de las "remociones obligatorias". En 2016 la familia se dividi¨®: los dos hijos mayores permanecieron en la casa estandarizada, uno de ellos ya con su propia familia; Ot¨¢vio, Maria y los hijos m¨¢s j¨®venes se trasladaron a una casa donada por un grupo de austr¨ªacos, que se conmovi¨® con las tribulaciones del pescador sin r¨ªo y sin letras.

Todas las veces que llam¨¦ a cada una de las tres puertas, estaban pasando hambre, pero el hambre no se deja escribir

Todas las veces que llam¨¦ a cada una de las tres puertas estaban pasando hambre. Ten¨ªan techo, pero pasaban hambre. Era oficialmente una casa, pero pasaban hambre. En todas aquellas ocasiones solo hab¨ªa agua en la nevera. La semana pasada hab¨ªa tambi¨¦n una cebolla peque?a. El hambre es algo que fracaso en describir. El hambre no se escribe. Carolina Maria de Jes¨²s (1914-1977), la escritora brasile?a que conoc¨ªa el hambre, escribi¨®: "El hambre es amarilla".

Maria, la madre, intenta hacer caber en las palabras lo que siente cuando llega a pasar hasta dos d¨ªas sin comer, "Da un dolor en el est¨®mago, una se atonta". Es una pista, pero todav¨ªa no es el hambre por escrito. "No s¨¦ qu¨¦ hacer cuando los ni?os se quedan pidiendo comida", contin¨²a. Es otra pista, pero todav¨ªa no es el hambre por escrito. Jam¨¢s lo ser¨¢. El hambre es algo tan avasallador que es irreductible a las palabras. Encaro los ojos hondos de Adriano, el ni?o de siete a?os, y entiendo sin letras. Entiendo, pero sigo sin llegar all¨¢. Mi mirada no profundiza en los ojos de pozo, me falta la experiencia. Adriano es un ni?o dulce con ojos de viejo, uno m¨¢s en este mundo. Cuando lo encontr¨¦ en la segunda casa, la del RUC, en 2015, era el d¨ªa de su cumplea?os. Y no hab¨ªa ni siquiera un pedazo de pan que Adriano pudiese comer.

La casa es donde no se pasa hambre, me ense?an. Si se pasa hambre, es solo un techo.

Ot¨¢vio das Chagas y su familia viv¨ªan desde hac¨ªa m¨¢s de 30 a?os en la isla de Maria, una de las centenas de islas del Xing¨². Vivir tal vez no sea la palabra exacta. Pertenec¨ªan a la isla de Maria. Es inversa esa cuesti¨®n de la propiedad. Y no solo por cuestiones de la ley. Sino porque es la isla la que se apodera de las personas, les forma el cuerpo y la existencia, les dibuja la arquitectura del tiempo. En la isla, Ot¨¢vio, Maria y sus hijos lo sab¨ªan. Cuando se los expulsa a la "calle", nombre que los ribere?os extractores de varias regiones del Amazonas dan a la "ciudad", se ven vac¨ªos de saber. De ese modo, esas casas, en la "calle", ser¨¢n de cierto modo siempre "calle", y no casas.

Ot¨¢vio das Chagas explica: "Para cortar la hierba, para trabajar la tierra, para todo lo del campo, soy un profesional. Para pescar, soy un profesional. Pero, para las cosas de la calle, no sabemos. Mis ni?o aun sabe leer, pero es solo una cosita. No hay vida para nosotros aqu¨ª ". Maria a?ade: "Aqu¨ª en la calle es todo con dinero. Si no tienes dinero, no comes. Hasta el agua hay que pagarla, todos los meses 120 real (37 d¨®lares)".

A aquellos a quienes les ahogaron su isla, que vieron su memoria convertirse en agua, les qued¨® tan solo el territorio del propio cuerpo, donde persiguen cicatrices para probar que existen

Cuando son expulsados de la isla a la que pertenecen, Ot¨¢vio, Maria y sus hijos ya no reconocen ni se reconocen, porque la isla era tambi¨¦n espejo. Si las personas se ven obligadas a dejar su tierra a causa de una guerra, de un terremoto o del hambre, habr¨¢ siempre la tierra que qued¨®, habr¨¢ ruinas, habr¨¢ los muertos all¨ª enterrados para contar lo que fueron, incluso aunque nunca puedan regresar. Ot¨¢vio, Maria y sus hijos perdieron la materialidad de lo que vivieron, la memoria f¨ªsica de lo que eran, de lo que son. Todo lo que contaba su historia se convirti¨® en agua por la fuerza de Belo Monte. De la isla ahogada no hay ni siquiera un retrato. Les qued¨® a ellos se?alar las cicatrices que documentan una vida en el ¨²nico territorio que ha sobrado: el del propio cuerpo.

Desde entonces, pisan "en la calle", pero no encuentran el suelo. Esta experiencia desestructurante es de dif¨ªcil comprensi¨®n para aquellos que siempre tienen adonde regresar. Es penoso entenderla, incluso cuando se quiere entenderla. Pero cuando los colonizadores ni siquiera se dan cuenta de que es necesario entenderla, como en el caso de los protagonistas de la hidroel¨¦ctrica, ya sea como Gobierno, ya sea como empresa, queda solo la violencia. Y la violencia va matando poco a poco.

Cuando fue expulsado, en 2012, Ot¨¢vio firm¨® con el dedo papeles que no era capaz de leer. Sus hijos firmaron por ¨¦l papeles que no eran capaces de leer. Recibieron 12.994,02 reales (3.979,06 d¨®lares) como indemnizaci¨®n. Su casa no fue considerada una casa. No cab¨ªa en el concepto decasa del emprendedor. Cuando se determin¨® la "remoci¨®n" de los habitantes de las islas, de las orillas y de las zonas bajas, as¨ª como de las tierras rurales, no hab¨ªa defensor¨ªa p¨²blica en la regi¨®n. El Gobierno de Dilma Rousseff abandon¨® a la poblaci¨®n del Xing¨² sin ninguna protecci¨®n jur¨ªdica en la mayor obra del sector el¨¦ctrico del pa¨ªs, a merced de los abogados de Norte Energia, una violaci¨®n de derechos que manchar¨¢ para siempre la biograf¨ªa de la presidenta hoy suspendida del cargo. Ot¨¢vio y su familia fueron arrojados a uno de los barrios m¨¢s violentos de los suburbios de Altamira, donde pagaban un alquiler que, junto con la enfermedad de una de las hijas, se comi¨® el dinero en meses. La casa alquilada fue la primera no casa.

Ot¨¢vio das Chagas no entiende una casa que ¨¦l no construya: "No s¨¦ trabajar como alba?il. Pero s¨¦ hacer una casanuestra. ?Sabe c¨®mo es una casa cubierta de paja? Aquellas s¨¦ hacerlas". Y describe con detalles c¨®mo se construye "una casa buena y bien hecha", como la que ten¨ªa en la isla y que no fue reconocida como casa por el emprendedor. Esta casa, que tras cada inundaci¨®n del r¨ªo ¨¦l ten¨ªa que reconstruir, fue descrita as¨ª en un despacho de Norte Energia: "estructura rudimentaria de madera con cubierta de paja". Para entender lo que es una casa en toda su entereza, es necesario escuchar a los ribere?os con m¨¢s atenci¨®n: la casa no es una "estructura" apenas, sino algo m¨¢s extenso, en lo que se abarca todo su entorno, los ¨¢rboles, los campos de cultivo, los bosques, el r¨ªo. La casa es fuera y dentro, es un amplio y un todo.

La casa es fuera y dentro, es un amplio y un todo, es donde se tejen lazos que garanticen la supervivencia y tambi¨¦n la alegr¨ªa

Maria explica: "All¨¢ en la isla ten¨ªamos todo, ten¨ªamos frutales, ten¨ªamos pescado, ten¨ªamos caza, ten¨ªamos cultivos, ten¨ªamos las medicinas del bosque, ten¨ªamos agua, ten¨ªamos vecinos, ten¨ªamos sombra, jug¨¢bamos, los s¨¢bados ven¨ªa gente de todas partes, los hombre jugaba al f¨²tbol, las mujer trataba el pescado, lo asaba y jugaba. All¨¢ en la isla ten¨ªamos de todo. Aqu¨ª compramos pl¨¢tanos y cualquier poquito es un precio loco. All¨¢ ten¨ªamostantos pl¨¢tanos que se los tir¨¢bamos a los animal". La casa no es tan solo una "estructura rudimentaria de madera con cubierta de paja", como la describe el etnocentrismo del emprendedor. El concepto de casa es extendido. La casa es donde no se pasa hambre, es donde se crean lazos que garanticen la supervivencia y tambi¨¦n la alegr¨ªa.

Con la llegada muy tard¨ªa de la Defensor¨ªa P¨²blica de la Uni¨®n a la ciudad de Altamira, a principios de 2015, Ot¨¢vio das Chagas recibi¨® una de las casas estandarizadas, construidas por el emprendedor sin ning¨²n respeto por el concepto de casa de aquella poblaci¨®n. Las unidades estandarizadas podr¨ªan estar en cualquier lugar, en la Amazonia o en la sierra de R¨ªo Grande del Sur. Son gen¨¦ricas. Las v¨ªctimas de la "remoci¨®n obligatoria" fueron arrojadas all¨¢ sin ninguna preocupaci¨®n por mantener las relaciones de vecindad y los lazos comunitarios, esenciales para la supervivencia y la preservaci¨®n de una memoria com¨²n. Ese cuidado que no hubo podr¨ªa haber jugado un papel esencial para el reconocimiento mutuo en un momento tan desestabilizador para las familias afectadas.

En esta casa gen¨¦rica, donde la familia no cab¨ªa entera, tan solo se amontonaba, en esta casa "agobiante", Ot¨¢vio das Chagas me pidi¨® un d¨ªa que le dibujase un mapa de Brasil, para mostrar de d¨®nde ven¨ªa yo. D¨®nde quedaba mi isla, mi pertenencia. Dibuj¨¦ un mapa mal dibujado. Y me di cuenta de que ¨¦l segu¨ªa perdido. Incluso aunque dibujase mil mapas perfectos, seguir¨ªa perdido, porque su isla ya no estaba en ¨¦l. Su isla ahogada ya no exist¨ªa en Brasil.

En aquel momento, los ni?os m¨¢s peque?os no iban a laescuela, porque le ten¨ªan miedo al autob¨²s. Solo conoc¨ªan la canoa. Cuando viv¨ªan en la isla, un barcopasaba para llevarlos hasta la profesora.Mientras sufr¨ªan de hambre en aquella casa gen¨¦rica, un coche con altavoces pasaba anunciando a gritos que Belo Monte "es energ¨ªa limpia y sostenible". Hay una perversi¨®n en el uso de las palabras. Para muchos,las hidroel¨¦ctricas en la Amazonia todav¨ªa son "energ¨ªa limpia y sostenible". Para estos, las vidas que el proceso se traga no cuentan. Nunca han contado. Es siempre f¨¢cil pedir el sacrificio de los dem¨¢s.

Robados a mano armada en la tercera casa, Ot¨¢vio das Chagas y su familia viven ahora encerrados con llave y tienen miedo

En la tercera casa, Ot¨¢vio das Chagas, Maria y sus hijos casi perdieron la vida. Los sentidos del vivir, el reconocimiento de un saber sobre el bosque, la valoraci¨®n de un conocimiento del r¨ªo, la posibilidad de sobrevivir por sus propias manos ya hab¨ªan sido destruidos por la violencia del proceso de Belo Monte. Pero, el 2 de julio, estaban sentados a la puerta de casa, un h¨¢bito de la isla que a¨²n manten¨ªan, cuando la invadieron hombres armados.

Ot¨¢vio cuenta: "Era seis hora de la tarde. Porque vivemo toda vida as¨ª en el bosque y es la forma que me acostumbro. No me acostumbro con la forma en un lugar de estos. As¨ª que, cuando es seis horas de la tarde, todos sienta all¨ª, delante de la casa, en el bosque. No hay peligro ninguno. Pero aqu¨ª, en un lugar de estos...". Le pusieron un rev¨®lver en la cabeza a Edilardo, el hijo de 24 a?os. Marisa, de 10, corri¨® y fue capturada por otro. Elladr¨®n le puso un machete en la espalda a la ni?a. Aquel d¨ªa, Marisa estaba enferma, ten¨ªa fiebre. Y de repente ten¨ªa tambi¨¦n un machete amenazandocon cortarla.

Hab¨ªa poco que robar en la casa casi desnuda. Se llevaron tel¨¦fonos m¨®viles muy sencillos y un "deuvedecito" que Ot¨¢vio hab¨ªa comprado a plazos en el Armaz¨¦m Para¨ªba, durante el per¨ªodo en el que los hijos mayores hab¨ªan tenido trabajo temporal. Era la ¨²nica diversi¨®n de los ni?os en la ciudad, que ve¨ªan pel¨ªculas piratas. Marisa ten¨ªa una de Barbie, Adriano, otras dos, de las Tortugas Ninja y del Ni?o Lobo. Se llevaron tambi¨¦n el pago del mes de trabajo de Maria como empleada dom¨¦stica en la casa de otra mujer.

Maria lava y limpia d¨ªa tras d¨ªa para ganar 400 reales (122 d¨®lares) a final de mes. Es la primera vez en 62 a?os de vida que trabaja en la casa de otra. No es f¨¢cil para Maria, una mujer del r¨ªo, que sol¨ªa pasar los d¨ªas cuidando de su propia casa expandida. Pero es el sueldo de Maria el que ha puesto a la mesa la poca comida que los mantiene vivos. Los ladrones se llevaron todo. Cuando me encontr¨¦ con la familia, unos d¨ªas despu¨¦s, Maria hab¨ªa conseguido de su patrona un adelanto de tan solo 10 reales (3 d¨®lares). Una vez tras otra hace toda la limpieza sin haber comido nada desde el d¨ªa anterior.

Tras 63 a?os de vida ribere?a, Ot¨¢vio das Chagas no entiende la l¨®gica de la violencia urbana a la que ahora se ve sometido: "Es porque soy una persona que, gracias a Dios, siempre hice mis cosas bien. No ando meti¨¦ndome con nadie. Cre¨ª que el tipo no se atrev¨ªa a entrar dentro de una casa m¨ªa a hacer una cosa de esa. No le hago caso a ciertas cosa. Si una persona llega a mi puerta, no la conozco ni nada, la trato bien. O¨ªa hablar de eso, pero yo mismo no conoc¨ªa esas cosa, no. En el bosque ando solo en cualquier lugar ". Y Maria a?ade: "Solo ve¨ªamos esas cosa en la televisi¨®n". Y Ot¨¢vio retoma:"Toda la vida digo eso y todos los que nos conocen lo pueden decir: lo que no tenemo coraje de hacer es agarrar las cosa de nadie. Gracias a Dios que, para eso, todo el mundo tiene confianza en nosotros. ?Que por qu¨¦ no ten¨ªa miedo de que me robaran? Porque no agarro nada de nadie. Pens¨¦ que hac¨ªan lo mismo conmigo. Pero no es de esa forma".

Despu¨¦s de haber sido arrancado de su isla, Edilardo fue contratado para hacer lo mismo con los monos y los perezosos. De v¨ªctima pas¨® a verdugo

Edilardo, que pas¨® el asalto con un rev¨®lver en la cabeza, tiene pesadillas recurrentes en las que el ladr¨®n dispara el arma y lo mata. Parece tener menos que sus 24 a?os en el cuerpo, parece tener m¨¢s en la tristeza de los ojos. "Aqu¨ª en la calle no me siento mucha cosa, no", dice. "Sin estudios soy poco". El ¨²ltimo trabajo que tuvo lo lanz¨® a una frontera cruel. Para conseguir trabajar, Edilardo se clav¨® en el alma los alambres de espino de la contradicci¨®n. As¨ª como sus hermanos, fue contratado por una empresa externalizada por Norte Energia para hacer la "remoci¨®n" de los animales de las islas. El d¨ªa que tuvo que expulsar a los animales de la isla de Maria, la suya, llor¨®. Edilardo hab¨ªa sido convertido de expulsado en expulsador. De v¨ªctima en verdugo. En la perversidad pragm¨¢tica del trabajo, la vida violada viola. Y los ojos de Edilardo adquirieron un dolor nuevo:

"Todo lo que nosotros hab¨ªa hecho el agua hab¨ªa acabado. Plantas acabaron todo. Todo quemado. Nosotros pasaba por all¨ª y ve¨ªa todo destruido. Era mucho mucho mucho. Es muy triste ver una cosa de aquella acabada as¨ª. El primer d¨ªa que fuimos all¨¢ no voy a mentir. S¨ª que llor¨¦. Llor¨¦ de verdad. Comenzamo a agarrar animalitos de all¨¢, y los mono empezaron a gritar un mont¨®n. No voy a mentir, hubo unos que muri¨®. Muri¨® porque iba a agarrar y ca¨ªa al agua. Cortaba el ¨¢rbol con motosierra, con ellos en las rama, hab¨ªa mucho que mor¨ªa ahogado. Los palos ca¨ªa todo encima, se ahogaba. Hubo de ellos que nosotros salvaba , hab¨ªa muchos que mor¨ªa. Era mucho sufrimiento. Perezosos tambi¨¦n, muchos mor¨ªa. Pacas, pecar¨ªes, agut¨ªes... Hab¨ªa animal que trataba de atravesar a nado, pero estaba d¨¦bil, ten¨ªa hambre. No lo consegu¨ªa. Para agarrarlos, no voy a mentir, casi los ahorc¨¢bamos, porque ten¨ªan hambre y miedo, mord¨ªa. Si no agarrase as¨ª, no consegu¨ªa echarlos en la caja de madera para entregarlos a los bi¨®logo. Ellos soltaba a los animal all¨¢ al otro lado, pero creo que all¨¢, d¨¦bil de la forma que estaba, los animal mor¨ªa tambi¨¦n. Llor¨¦ el primer d¨ªa. A¨²n no hab¨ªa visto c¨®mo hab¨ªa quedado. Despu¨¦s de verlo, llor¨¦. Ver una cosa de aquella manera y saber que ya no vuelve de forma alguna es muy dif¨ªcil ".

Maria interrumpe: "Pasamos all¨ª por nuestra isla y solo hay unos pedazos de palo en el medio del agua. Da ganas de abrazar un pedazo de palo y quedarse agarrada all¨ª toda la vida".

Edilardo concluye: "Lo que nos pas¨® es como si el mundo se acabase. As¨ª, haber pasado la p¨¢gina".

Tan pronto como parto, al final de la tarde, cierran la casa que no es casa. Se cierran con llave en un calor que supera los 30 grados por la noche. Poco despu¨¦s, dos hombresllaman a la puerta. Les piden un cigarrillo. No fuman. Piden agua. No se la dan. Dentro de casa, temen que los ataquen. "De la forma como somos unidos, si mata a uno acaba con la familia", diceEdilardo. La casa es cada vez menos casa, cada vez m¨¢s madriguera.As¨ª como se acorralaba los animalesen la ¨²nica parte de la isla todav¨ªa no devastada, hambrientos y con miedo, para que se hiciese m¨¢s f¨¢cil capturarlos, tambi¨¦n est¨¢n all¨ª. Acorralados, solo que "en la calle". Tirados en otra esquina, donde d¨¦biles y hambrientos tampoco consiguen vivir, robados por los m¨¢s fuertes y mejor adaptados al d¨ªa a d¨ªa de violencia y precariedades de una ciudad en la que las aguas residuales fluyen a cielo abierto.

?Qui¨¦n puede decir qui¨¦n es aquel que es?

Ot¨¢vio das Chagas se mira las manos y se averg¨¹enza: "Est¨¢n qued¨¢ndose finas". En el mundo que conoce y que lo reconoce, un hombre de manos finas es un hombre que no trabaja. Ot¨¢vio se averg¨¹enza m¨¢s. Sufre porque "en la calle" nadie necesita lo que ¨¦l sabe hacer, nadie quiere saber lo que ¨¦l sabe. Est¨¢ enfermo. Me ense?a dos pruebas en las que los indicadores muestran una pr¨®stata muy alterada, pero no consigue un m¨¦dico que las interprete. Cuando el dolor es mucho, compra una caja de 10 comprimidos de finasterida, "para que vaya pasando".

Casi todos los d¨ªas camina con sus dolores y con su hambre durante casi una hora bajo el sol amaz¨®nico, para visitar a Antonia Melo en la organizaci¨®n Xingu Vivo Para Sempre. Antonia es la mayor l¨ªder popular de la regi¨®n. Para Ot¨¢vio, es el ¨²nico punto de referencia en un territorio desconocido y hostil. Antonia perdi¨® su propia casa, destruida por Belo Monte en una serie de escenas que recuerdan a un terremoto. Pero, para Ot¨¢vio das Chagas, Antonia es una casa. Va all¨¢ para ser visto, para saber que existe. Ot¨¢vio se reconoce en los ojos de Antonia y entonces emprende el camino de vuelta. Siempre que se aleja de ella, parece quedarse m¨¢s lejos de s¨ª mismo. Emprende su viaje sin retorno con sus dolores y con su hambre, pero un poco menos partido.

Ot¨¢vio das Chagas lo intent¨®, pero, como les ha ocurrido a tantos, no fue reconocido como ribere?o. Ni con derecho a ser reasentado junto al lago de la central. Es Norte Energia quien dice qui¨¦n es ¨¦l, qui¨¦nes son tantos. No la vida, no la historia, no la memoria, no el conocimiento producido sobre el tema en las mejores universidades de Brasil. Sino el emprendedor. Pero, ?qui¨¦n puede decir qui¨¦n es aquel que es?

Ot¨¢vio, el hombre que parece encoger, resiste. Anuncia que regresar¨¢ al r¨ªo porque vivir es preciso. Solo sabe vivir si navega. En las aguas del Xing¨². "No s¨¦ andar en coche, no s¨¦ andar en moto, no s¨¦ andar en bicicleta, no voy a mentirle. Pero en canoa soy un profesional, todo el mundo me conoce como un profesional del r¨ªo". Como la isla ha muerto ahogada, Ot¨¢vio promete plantarse a una orilla del r¨ªo y quedarse. Esta vez, usar¨¢ las u?as para aferrarse a la tierra si es necesario. "Aqu¨ª est¨¢ todos de acuerdo para ir al bosque conmigo otra vez¡±.

Ot¨¢vio das Chagas est¨¢ vivo, porque todav¨ªa no ha renunciado a encontrar el camino a casa.

Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.

Sitio web:desacontecimentos.comEmail:elianebrum.coluna@gmail.comTwitter:brumelianebrum

Traducci¨®n de ?scar Curros