Primero el idioma, luego todo lo dem¨¢s
Tras recibir a unos 250.000 refugiados, el sistema educativo alem¨¢n se enfrenta al reto de socializar a alumnos con grandes diferencias culturales y a menudo traumatizados por la guerra
Son las 11.45 y en el instituto Allee de Hamburgo el recreo est¨¢ a punto de acabar. En medio de la marabunta de alumnos correteando por los pasillos, 13 preadolescentes vuelven a la clase de se?ora Vogel. Entre todos suman siete nacionalidades y m¨¢s del doble de idiomas. La tarea hoy consiste en reescribir una redacci¨®n buscando f¨®rmulas m¨¢s acordes con la r¨ªgida estructura del alem¨¢n. Nargues, una afgana de 13 a?os que lleva solo dos meses en este centro, se ofrece a leer su ejercicio. ¡°Muy bien. Lo has hecho estupendo¡±, le felicita la profesora. La t¨ªmida ni?a parece esconderse bajo su pa?uelo isl¨¢mico.
Hace un a?o, esta clase no exist¨ªa. Este instituto de un barrio de clase media estaba acostumbrado a la diversidad tras d¨¦cadas de flujos migratorios. Pero nada parecido a esto. Ante la emergencia por la llegada masiva de refugiados, los responsables del centro se ofrecieron el a?o pasado a crear una clase de acogida. ¡°Todos est¨¢bamos muy emocionados. Los alumnos tambi¨¦n quer¨ªan participar. Pero la euforia inicial ha desaparecido¡±, explica su director, Ulf Nebe. Quiz¨¢s la emoci¨®n de los primeros d¨ªas ha dado paso a una actitud m¨¢s pragm¨¢tica: con voluntad de seguir adelante, pero al mismo tiempo consciente de las inmensas dificultades.
"Vemos casos que antes no nos pod¨ªamos ni imaginar", dice una profesora
Una ni?a de 14 a?os que no puede parar de llorar en todo el d¨ªa porque echa de menos a su familia. Lleg¨® sola desde Afganist¨¢n haciendo gran parte de la ruta a pie. Otra que fue atropellada por los talibanes. J¨®venes traumatizados por experiencias que muchas veces no cuentan. ¡°Vemos casos que antes no nos pod¨ªamos ni imaginar¡±, dice Susana P¨¦rez Caballero, una profesora espa?ola que no puede contener la emoci¨®n al contar los avances que detecta. Como el de la ni?a que le acaba de dar un dibujo en el que ha escrito: ¡°Me gusta jugar, cantar, pintar y escribir. Aqu¨ª se est¨¢ bien¡±.
El problema de los menores sin familia
Unos 60.000 menores refugiados sin familia viven en Alemania. Uno de ellos, integrado en una familia de acogida y con vistas a unas pr¨¢cticas en una panader¨ªa, se subi¨® el pasado lunes a un tren con un hacha y un cuchillo dispuesto a reventar a todo los ¡°infieles¡± que se encontrara. Cuenta Niels Espenhorst, responsable de una asociaci¨®n de ayuda a estos menores no acompa?ados, que cuando mencion¨® el caso a alguno de ellos, los chicos estaban horrorizados. ¡°Ellos vinieron a Alemania precisamente para huir de ese terror. Y ahora temen tanto los atentados, como que aqu¨ª la gente se crea que son todos terroristas¡±, aseguraba esta semana en Berl¨ªn.
De las 14.500 solicitudes de asilo presentadas el a?o pasado, la mayor¨ªa proced¨ªan de Afganist¨¢n y Siria. ?C¨®mo detectar en ellos signos de radicalizaci¨®n? Espenhorst no tiene respuestas concretas. Asegura que los tutores deben estar en contacto con ellos y vigilar qu¨¦ hacen en las redes sociales; pero admite que muchas veces estos tienen m¨¢s de 50 menores a su cargo ¨Cel l¨ªmite que en teor¨ªa no deber¨ªa sobrepasarse-, y que es dif¨ªcil un seguimiento personalizado de cada uno de ellos.
El choque ha afectado a todo el pa¨ªs. No hay datos exactos, pero se estima que el sistema educativo alem¨¢n ha absorbido en el ¨²ltimo a?o a unos 250.000 escolares. Cada Estado federado se organiza como quiere, pero el primer objetivo es igual en todos: que los ni?os y adolescentes aprendan alem¨¢n cuanto antes. Hamburgo ha optado por un periodo de integraci¨®n de un a?o con clases solo para los reci¨¦n llegados en las que se atiendan sus necesidades espec¨ªficas. Otros l?nder prefieren mezclarlos cuando antes con los alumnos locales.
¡°Creo que nuestro sistema funciona bien. Es bueno que al principio est¨¦n m¨¢s protegidos. Desarrollan una solidaridad entre ellos, porque todos est¨¢n pasando por lo mismo y saben c¨®mo se sienten¡±, explica P¨¦rez Caballero. En estas clases no solo aprenden alem¨¢n, sino c¨®mo sacarse el carn¨¦ de la biblioteca o el abono transporte. Cosas b¨¢sicas que muchos nunca hab¨ªan hecho antes. El experto de la OCDE Andreas Schleicher no est¨¢ tan convencido de la bondad de estas clases de integraci¨®n. ¡°Si los alumnos aprenden muy pronto matem¨¢ticas o historia, tambi¨¦n aprenden alem¨¢n mucho m¨¢s r¨¢pido¡±, dijo en una conferencia hace unos meses.
El desaf¨ªo es may¨²sculo. Las autoridades educativas calcularon hace unos meses que necesitar¨ªan 20.000 nuevos profesores. Los sindicatos elevaron la cifra a 24.000. Solo en Hamburgo se han contratado a 600. ¡°El problema no era tanto de dinero como de capacidades. De repente nos ve¨ªamos obligados a buscar espacios donde improvisar clases. En el momento ¨¢lgido de la crisis, nos llamaban de un refugio para decirnos que de un d¨ªa para otro hab¨ªan tenido que usar el aula para meter m¨¢s camas. Y ten¨ªamos que buscar una soluci¨®n urgente¡±, explica Peter Albrecht, asesor del ministro de Educaci¨®n de Hamburgo.
Jubilados de vuelta al cole
Ante la magnitud de lo que estaba pasando, algunos profesores jubilados han abandonado su pl¨¢cido retiro. Klaus-Peter G?ke-Hillmann es uno de ellos. A punto de cumplir los 70 a?os, acude a la cita con su bicicleta y una envidiable vitalidad. A ¨¦l ni se le hab¨ªa pasado por la cabeza volver a la docencia. Tiene una buena pensi¨®n y muchos planes al margen de la escuela. Pero el a?o pasado, al ver en el telediario las riadas humanas llegando a Alemania, pens¨® que deb¨ªa echar una mano.
Las autoridades calculan que necesitan 20.000 nuevos docentes
¡°Ha sido m¨¢s duro de lo que pensaba¡±, reconoce nada m¨¢s comenzar la conversaci¨®n. Viene contento. El curso ya est¨¢ terminando y los alumnos han editado un cat¨¢logo en el que se presentan a s¨ª mismos. ¡°En Siria hay escuelas con libros muy buenos. Pero pese a que est¨¢ prohibido, los profesores pegan a los alumnos. Por ejemplo, con palos en la mano¡±, escribe el estudiante Ahmad.
El profesor G?ke-Hillmann ha disfrutado del reto empezar de cero. ?l ense?a matem¨¢ticas en un centro de primera acogida; y ten¨ªa que improvisar material escolar tanto para los que ya eran buenos estudiantes en sus pa¨ªses como para los que no sab¨ªan ni escribir los n¨²meros. Las diferencias culturales tambi¨¦n generan m¨¢s de un roce. Como cuando los familiares de una ni?a siria no le permit¨ªan ir a clase de nataci¨®n. O el que se negaba a dar la mano a una profesora por ser mujer. ¡°Lo llev¨¦ a la ventana y le dije: mira, esto es Alemania. Aqu¨ª da igual que t¨² seas un hombre y ella una mujer. Lo importante es que t¨² eres un alumno y ella tu profesora¡±.
La jornada ha terminado ya en el instituto Allee. Los alumnos arrastran sus mochilas de vuelta a casa. Nargues, la afgana que hab¨ªa le¨ªdo su redacci¨®n en clase, camina junto a sus compa?eros. Por una parte van los alumnos de las clases convencionales; y por otra los nuevos. Por ahora no se juntan. Quiz¨¢s lo hagan el pr¨®ximo a?o, cuando el curso de integraci¨®n haya acabado, y Nargues est¨¦ rodeada de compa?eros alemanes.
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