Caro Quintero desde la clandestinidad: ¡°Quiero vivir en paz. Yo ya pagu¨¦¡±
El Narco de Narcos ofrece un retrato exculpatorio de s¨ª mismo en una entrevista a la revista Proceso, aunque admite haberse reunido con El Chapo
El lobo baj¨® las orejas. Rafael Caro Quintero, El Narco de Narcos, el hombre cuya vuelta a la clandestinidad ha puesto en pie de guerra a las organizaciones criminales del norte de M¨¦xico, se presenta a s¨ª mismo como una v¨ªctima. Ni trafica ni tiene armas ni dinero. Alejado de toda ambici¨®n, se describe en una entrevista a la revista Proceso como un ganadero frustrado cuyo sue?o es vivir en paz. Un hombre ya mayor que s¨®lo quiere dormir en un colch¨®n, rodeado de su familia y sin sentir el aliento de la muerte en cada esquina: ¡°Lo ¨²nico que busco es paz¡±. Algo que estar¨ªa a su alcance si no fuera porque el Ej¨¦rcito y la fiscal¨ªa acusan al anta?o jefe de jefes, sobre el que pesa una condena por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena, de haber desatado una nueva y brutal guerra de c¨¢rteles.
El retrato que ofrece de s¨ª mismo Caro Quintero, de 63 a?os, es dif¨ªcilmente cre¨ªble. Los servicios de inteligencia militar, la fiscal¨ªa y la propia agencia antinarc¨®ticos estadounidense (DEA) sostienen que desde su salida de la c¨¢rcel en 2013 ha reagrupado sus fuerzas y, aprovechando la ca¨ªda de su antiguo amigo, Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, El Chapo, ha decidido disputarle el territorio. Para ello ha centrado su actividad en el Tri¨¢ngulo de Oro, una de las mayores zonas de producci¨®n de opio de Am¨¦rica, y se ha aliado con los Beltr¨¢n Leyva, enemigos ac¨¦rrimos del c¨¢rtel de Sinaloa. Cada vez m¨¢s osado, en su escalada habr¨ªa atacado la casa de la propia madre de El Chapo. Y ahora estar¨ªa intentando, seg¨²n la fiscal¨ªa Chihuahua, hacerse con el control de Ciudad Ju¨¢rez, la gran puerta de entrada a Estados Unidos.
Todo ello lo niega Caro Quintero en la entrevista. ¡°No s¨¦ nada de la madre de El Chapo. No tengo problema con ning¨²n c¨¢rtel. A m¨ª no me llama la atenci¨®n ning¨²n poder ni ninguna cantidad de dinero. Quiero paz, quiero vivir en paz, quiero que mi familia viva en paz. Dej¨¦ de ser narcotraficante. No quiero saber nada de cuestiones il¨ªcitas. ?Usted cree que yo tengo ganas de regresar a la c¨¢rcel despu¨¦s de estar 29 a?os preso? ¡°, dice el pr¨®fugo en diferentes respuestas.
Su actitud es la habitual en los grandes capos. Cuando al ser detenido el 22 de febrero de 2014, la polic¨ªa le pregunt¨® a El Chapo a qu¨¦ se dedicaba, contest¨® que era un simple agricultor. En un sentido parecido se expresa ahora Caro Quintero. Aunque admite que en la clandestinidad le lleg¨® a visitar Guzm¨¢n Loera ¨C¡°le dije que no quer¨ªa saber nada de cuestiones il¨ªcitas¡±-, muestra una ignorancia supina sobre todo lo relacionado con el narcotr¨¢fico: ¡°Mire, yo de c¨¢rteles y todo eso no me di cuenta hasta que estuve preso¡±. Otro tanto ocurre con su actividad criminal. ?nicamente admite que en los a?os ochenta, cuando era considerado uno de los capos m¨¢s importantes del mundo, ¡°hac¨ªa unas siembritas de marihuana, nada m¨¢s¡±.
En su relato exculpatorio llega al punto de desaconsejar los estupefacientes: ¡°Yo sembraba la marihuana, pero nunca la he fumado. No soy vicioso. Le dir¨ªa a la juventud que no use droga, ?para qu¨¦?¡±. Y desde luego niega, como siempre ha hecho, su participaci¨®n en el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena. El crimen que le llev¨® a la c¨¢rcel en 1985 y que desde entonces le persigue noche y d¨ªa.
La sentencia considera probado que el 7 de febrero de aquel a?o, cuando Camarena sal¨ªa del consulado de Estados Unidos en Guadalajara, fue secuestrado por polic¨ªas y entregado al c¨¢rtel de Guadalajara. En una finca de la organizaci¨®n, el polic¨ªa estadounidense fue torturado una y otra vez mientras un m¨¦dico le manten¨ªa con vida. Cuando su cuerpo fue recuperado, se descubri¨® que hab¨ªa sido castrado y enterrado vivo.
La barbarie golpe¨® como nunca antes el coraz¨®n de la DEA. La agencia, en venganza por la muerte de su agente, puso en marcha una gigantesca operaci¨®n, dentro y fuera de la ley, para atrapar a los culpables. Ninguno se libr¨®.
El primero en caer fue Caro Quintero. La justicia mexicana le conden¨® a 40 a?os. Pero en 2013, cuando a¨²n le faltaban 12 a?os por cumplir, logr¨® que un tribunal de Jalisco le dejase en libertad por un defecto de forma. Cuando la sospechosa sentencia fue invalidada, Caro Quintero ya estaba en la clandestinidad.
Su salida no ha escapado a los ojos de la DEA. La venganza a¨²n sigue en pie. Por su captura ofrece cinco millones de d¨®lares y a nadie se le oculta que ahora es su principal objetivo. Caro Quintero parece saberlo tambi¨¦n. ¡°Yo ya no soy un peligro para la sociedad. No quiero saber nada de narcotr¨¢fico. Le pido perd¨®n a la DEA, al Gobierno de Estados Unidos; no fue mi intenci¨®n hacerles da?o, las cosas no estaban en mis manos. Si algo hice mal, ya lo pagu¨¦, pero todos merecemos una segunda oportunidad¡±.
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