La gran paradoja de la paz
Para Santos ha sido m¨¢s f¨¢cil encontrar coincidencias con los l¨ªderes de la guerrilla que entenderse con Uribe
Los acuerdos de paz de Colombia, que se firmar¨¢n el pr¨®ximo lunes en Cartagena, agregan a la comprensible complejidad de su contenido una singular heterodoxia en su procedimiento. Los colombianos deben resolver un dilema delicad¨ªsimo en el contexto del duro conflicto que parte en dos a su dirigencia pol¨ªtica. Esta es, acaso, una de las manifestaciones m¨¢s elocuentes de la audacia del presidente, Juan Manuel Santos. Avanz¨® en las conversaciones con las FARC sin alcanzar un acuerdo con sus opositores. En especial con ?lvaro Uribe, su predecesor.
Esta dificultad cobija una paradoja. Y tambi¨¦n un riesgo. La paradoja es evidente: result¨® m¨¢s f¨¢cil para Santos encontrar coincidencias con los l¨ªderes de una organizaci¨®n armada a la que combati¨® en el campo militar que entenderse con quien fuera su propio presidente cuando ¨¦l era ministro de Defensa. Tal vez la explicaci¨®n haya que buscarla en la psicolog¨ªa: Uribe y Santos protagonizan desde hace tiempo un duelo personal irreductible. La pol¨ªtica se impulsa tambi¨¦n en factores narcisistas. Y en todo narcisismo hay algo de infantil.
Si el sucesor de Santos no surge de sus filas sino de las del Centro Democr¨¢tico de Uribe, ?qu¨¦ suerte correr¨¢ la implementaci¨®n de los acuerdos?
El riesgo del desacuerdo interno no es inmediato. Se proyecta sobre las elecciones presidenciales que se celebrar¨¢n en mayo de 2018. Si el sucesor de Santos no surge de sus filas sino de las del Centro Democr¨¢tico de Uribe, ?qu¨¦ suerte correr¨¢ la implementaci¨®n de los acuerdos?
Esta inc¨®gnita seguir¨¢ vigente aun cuando el S¨ª se imponga en el plebiscito del 2 de octubre. Por eso es relevante el nivel de enfrentamiento que deje como saldo esa contienda. Dicho de otro modo: si triunfa el S¨ª, el primer imperativo del posconflicto para Santos deber¨ªa ser ensayar un acuerdo interno que garantice la continuidad de lo que se aprob¨®, cualquiera sea el resultado electoral de 2018.
Esta tensi¨®n vuelve m¨¢s interesantes los preparativos sucesorios. En el entorno de Santos se destacan Humberto de la Calle, jefe de los negociadores con las FARC, y Germ¨¢n Vargas Llera, el vicepresidente, a quien le han reprochado cierta reserva en el apoyo al S¨ª.
Se ve que a Santos le gusta caminar por la cornisa. No s¨®lo se intern¨® en las tratativas con las FARC sin cubrirse las espaldas. Tambi¨¦n decidi¨® someter el entendimiento a una consulta popular. Esa estrategia desata controversias aun entre sus aliados. Un l¨ªder tan comprometido con los pactos alcanzados en La Habana como C¨¦sar Gaviria, por ejemplo, confiesa entre amigos que ¨¦l no habr¨ªa convocado a un plebiscito. Gaviria es el jefe de la campa?a por el S¨ª.El plebiscito plantea numerosas dificultades. Muchos ciudadanos se fastidian porque los dirigentes les transfieran la responsabilidad de aprobar o rechazar cuestiones intrincadas. Los colombianos deben resolver por S¨ª o por No un tratado de 297 p¨¢ginas. Es la debilidad de la democracia directa.
Otro inconveniente es que la discusi¨®n de los acuerdos de paz queda contaminada por las controversias de la coyuntura. Uribe entiende este problema y lo aprovecha. Recorre Colombia envuelto en una camisa en la que se lee la consigna No + al desgobierno. Es un llamado a votar contra Santos, cuya popularidad en las encuestas es baj¨ªsima. Esa t¨¢ctica es m¨¢s beneficiosa que enfrentarse a algo tan deseable como la paz. Santos entiende este problema y lo aprovecha. Por eso la cuesti¨®n que someti¨® a consideraci¨®n de la ciudadan¨ªa est¨¢ formulada as¨ª: ¡°?Apoya usted el acuerdo final para la terminaci¨®n del conflicto y la construcci¨®n de una paz estable y duradera?¡±. La pregunta supone que los acuerdos de La Habana son perfectos. Que no habr¨¢ resistencia en sectores intransigentes de las FARC. Y que en 2018 ganar¨¢ el oficialismo.
Ante esa oferta, Uribe debe explicar que no se opone a la paz sino a ¡°esta paz¡±. Los reproches son conocidos. No habr¨¢ c¨¢rcel para quienes se autoincriminen. Los guerrilleros podr¨¢n participar en pol¨ªtica. Y no se les proh¨ªbe financiarse con los recursos de los secuestros y el tr¨¢fico de drogas.
El oficialismo responde que no hay ¡°otra paz¡±. El precio de terminar con la sangre es una justicia imperfecta. Que la alternativa a estas 297 p¨¢ginas es la continuidad de la guerra.
Los plebiscitos son inciertos. Toda encuesta es insegura. Para facilitar su objetivo, Santos debi¨® conseguir que se redujera el piso de participaci¨®n exigible. Hay 33,8 millones de personas habilitadas, pero alcanza con que concurran a votar 4,4 millones. Los sondeos favorecen al S¨ª. Pero ocurren movimientos llamativos. El viernes pasado la consultora Datexco consign¨® que la aprobaci¨®n cuenta con 55,3% de adhesiones, contra 38,3% que se inclinar¨ªa por el No. Si se comparan estos n¨²meros con registros de la semana anterior, el S¨ª habr¨ªa ca¨ªdo nueve puntos porcentuales, que fue lo que subi¨® el No.
Santos apuesta a despejar esta vacilaci¨®n con un rotundo respaldo internacional. El lunes pr¨®ximo Cartagena ser¨¢ la sede de una reuni¨®n multitudinaria de jefes de Estado, cancilleres y directivos de organismos multilaterales. Salvo el argentino Mauricio Macri y el brasile?o Michel Temer, casi todos los mandatarios ya confirmaron su asistencia. Uribe advierte que el frente externo le plantea un reto desafiante. Por eso se mordi¨® los labios para unirse a su encarnizado rival, Andr¨¦s Pastrana, para advertir a los invitados extranjeros que est¨¢n entrometi¨¦ndose en un asunto de Colombia. Un reproche inesperado en un pa¨ªs que organiz¨® con los Estados Unidos un plan de combate a la guerrilla.
El problema para Uribe es que, dada la diversidad de los extranjeros convocados por Santos, el apoyo parece un¨¢nime. Habr¨¢ gente tan dispar como Nicol¨¢s Maduro y John Kerry. Y desde Roma, el cardenal secretario de Estado, Antonio Parolin, llegar¨¢ con la bendici¨®n papal. La ¨²ltima dificultad apareci¨® en las p¨¢ginas de este diario: los uribistas debieron responder al pronunciamiento de Mario Vargas Llosa a favor del S¨ª. Utilizaron muchos argumentos para refutar a quien reconocen como maestro, pero no se les ocurri¨® una pregunta interesante: ?qu¨¦ hubiera votado Vargas Llosa si en Per¨² se hubiera gestionado un acuerdo similar al de las FARC con Sendero Luminoso?
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