Ocho ejemplos que demuestran que los debates s¨ª importan
Desde la irrupci¨®n de la televisi¨®n en las campa?as electorales, cualquier detalle puede salirle demasiado caro a los candidatos
Ha pasado casi un a?o y medio desde que Hillary Clinton y Donald Trump presentaran sus campa?as presidenciales, pero siguen siendo dos candidatos desconocidos para millones de estadounidenses. Este lunes, muchos de ellos tendr¨¢n la primera oportunidad de comparar sus propuestas y escucharlas en voz de los mismos aspirantes a sustituir a Barack Obama en la Casa Blanca. En un debate televisado que puede batir r¨¦cords de audiencias, y en una campa?a mucho m¨¢s igualada de lo que cab¨ªa predecir en un principio, estas son las razones por las que Clinton, la veterana pol¨ªtica que ha sido antes primera dama, senadora y Secretaria de Estado, y Trump, el empresario sin experiencia de gobierno, pueden consolidar o arruinar sus opciones en apenas 90 minutos.
La apariencia f¨ªsica
La f¨®rmula debate electoral y televisi¨®n es ya una tradici¨®n en la pol¨ªtica estadounidense, pero en 1960, Richard Nixon y John F. Kennedy se enfrentaron por primera vez en un encuentro televisado en directo. El dem¨®crata, m¨¢s joven, hab¨ªa cancelado sus eventos del fin de semana anterior para preparar el debate. Nixon dio un discurso ese mismo d¨ªa antes de acudir al plat¨®, donde rechaz¨® que le maquillaran. Los votantes se encontraron con un candidato cansado, con ojeras y con brillo en la cara por el sudor, acentuado a¨²n m¨¢s por una retransmisi¨®n en blanco y negro y por el contraste que supon¨ªa al compararle con Kennedy.
No fallar en pol¨ªtica exterior
El asunto no es uno de los temas centrales de esta campa?a presidencial pero ning¨²n candidato puede permitirse un error en t¨¦rminos de geograf¨ªa, conflictos o la postura de Estados Unidos en el pasado. Clinton llega con un importante curr¨ªculo por su experiencia al frente de la pol¨ªtica exterior estadounidense. Trump ha criticado algunas de esas directivas, sin dar excesivos argumentos, y ya ha demostrado que est¨¢ dispuesto a enfrentarse a un aliado como M¨¦xico y aliarse con enemigos como Rusia. En 1976, el candidato republicano Gerald Ford asegur¨® durante un debate contra Jimmy Carter que ¡°no existe una dominaci¨®n sovi¨¦tica en Europa del Este y esa dominaci¨®n tampoco existir¨¢ bajo la Administraci¨®n Ford¡±. El republicano asumi¨® el error, registrado en la lista de errores que pudieron costarle la presidencia.
Una dosis de humor
Trump no necesita lecciones en c¨®mo manejar la atenci¨®n de las c¨¢maras, los moderadores y la audiencia de un debate. Clinton sigue teniendo una tarea pendiente con los votantes: mostrarse m¨¢s humana. En 1980, Ronald Reagan dio una lecci¨®n al incorporar una y otra vez la misma frase para responder a los repetidos ataques de Carter. Su ¡°There you go again¡± ¡ª¡°ya estamos otra vez¡¡±¡ª acompa?ado de una sonrisa humaniz¨® a un candidato que logr¨® as¨ª conectar mejor con la audiencia que si hubiera optado por reaccionar o contestar bruscamente a su rival.
Los candidatos tambi¨¦n son seres humanos
Desde el sentido del humor hasta su edad o la emoci¨®n con la que defienden sus pol¨ªticas, los aspirantes a la presidencia necesitan ofrecer alg¨²n signo de que pueden ponerse en la piel de los ciudadanos, aunque suponga convertirse por un segundo en un espejo que refleje a los votantes. Reagan ten¨ªa 73 a?os en 1984 y era el presidente m¨¢s mayor de la historia, cuando uno de los moderadores le pregunt¨® si estaba listo para atender crisis internacionales. El republicano contest¨® que no iba a convertir la edad en un asunto de campa?a y aprovech¨® para atacar la juventud de su rival. Michael Dukakis se encontr¨® cuatro a?os despu¨¦s con una pregunta a¨²n m¨¢s compleja: ?defender¨ªa la pena de muerte para un hombre que violara y asesinara a su mujer?. Dukakis solo respondi¨® que no y dej¨® pasar una oportunidad de oro para mostrar su lado m¨¢s humano.
La concentraci¨®n
En 1992 la televisi¨®n volvi¨® a delatar a un candidato, revelando un detalle que solo habr¨ªa apreciado la audiencia en el plat¨®. George H. W. Bush luchaba por la reelecci¨®n contra Bill Clinton, que acabar¨ªa ganando las elecciones. Durante uno de sus debates, el republicano miraba constantemente la hora en su reloj y apenas se levant¨® del taburete. Cuando lleg¨® una pregunta sobre c¨®mo les hab¨ªa afectado personalmente la deuda nacional, Bush tard¨® en responder y pidi¨® a la moderadora que repitiera la pregunta. Clinton aprovech¨® la oportunidad, se levant¨® y respondi¨® mirando a la audiencia, dejando en evidencia la poca capacidad de reacci¨®n de un rival con la mirada pegada a un reloj.
No dejarse llevar
A Reagan le vali¨® con su ¡°There you go again¡± para conectar con una audiencia que podr¨ªa estar tan cansada como ¨¦l de los ataques de Carter, pero a Al Gore le sobraron unos cuantos suspiros cuando en el a?o 2000 intentaba presionar a George Bush con sus gestos y su lenguaje corporal. El resultado fue la imagen de un candidato impaciente, condescendiente y aferrado a una t¨¢ctica de principio a fin del debate.
Cualquier broma puede ser malinterpretada
A Clinton le persigue en 2016 el mismo problema que tuvo en 2008, su incapacidad para conectar emocionalmente con un sector de los votantes. Hace ocho a?os que un moderador le record¨® que ¡°el electorado alaba su curr¨ªculum, pero afirma que Obama es m¨¢s agradable¡±. Ella contest¨® con media sonrisa: ¡°Eso hiere mis sentimientos. Aunque creo que Obama es bastante agradable¡±. Entre las risas del p¨²blico, se oy¨® la interrupci¨®n del senador de Illinois, que le dijo ¡°T¨² eres suficientemente agradable, Hillary¡±. El suficientemente sobr¨® para muchos y, coincidencia o no, ese mes de enero Obama perdi¨® las siguientes primarias.
Respetar al contrincante
Hace ocho a?os, cuando Obama buscaba la presidencia de Estados Unidos, su rival John McCain intent¨® que los debates sirvieran para demostrar que su amplia carrera en el senado le convertir¨ªa en mejor presidente que al joven pol¨ªtico de Illinois. McCain persegu¨ªa un error de Obama pero acab¨® cometi¨¦ndolo ¨¦l. Contestando una pregunta de pie se refiri¨® al dem¨®crata como ¡°ese tipo¡±, en un tono que result¨® despectivo e irrespetuoso y que pudo costarle el saldo final del debate cuando las cadenas de televisi¨®n lo repitieron una y otra vez en los an¨¢lisis del d¨ªa siguiente.
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