El valor del coraje
Es mucho m¨¢s f¨¢cil vivir con un problema irresoluble que pagar el precio de resolverlo
Coraje es un t¨¦rmino que tiene una mala interpretaci¨®n en espa?ol. Suele ser sin¨®nimo de una conducta casi suicida para enfrentarse a la realidad. Sin embargo, en su acepci¨®n sajona, tiene un matiz que hace referencia a la capacidad de tomar decisiones correctas bajo una gran presi¨®n.
La firma de la paz entre el Estado colombiano y el pseudo-Estado en el que ya se hab¨ªan convertido las FARC el pasado 26 de septiembre fue una muy buena noticia para Am¨¦rica y para el mundo. Tras 52 a?os de guerra, las FARC eran mucho m¨¢s que un grupo insurgente: controlaban casi el 40% del territorio y eran la hipoteca de las escuelas, de los hospitales, de la esperanza de los mayores y del miedo de los peque?os, que no soportaban vivir en un conflicto permanente. Desde que mataron al l¨ªder pol¨ªtico Jorge Eli¨¦cer Gait¨¢n en 1948, muri¨® con ¨¦l la posibilidad de que Colombia escribiera las p¨¢ginas de su historia con algo que no fuera p¨®lvora y sangre.
Sin embargo, ser¨ªa por medio de un plebiscito como los colombianos definir¨ªan el triunfo o el fracaso de los Acuerdos de Paz con las FARC promovidos por su presidente Juan Manuel Santos. Pero sabido es que Colombia es un pa¨ªs realmente bravo. Sabido es que all¨ª la sangre no se derrama en vano. Y sabido es que una cosa son las normas o las aportaciones que puedan ser posibles en la pol¨ªtica y otra muy distinta es el sentimiento de los ciudadanos.
El expresidente ?lvaro Uribe le apost¨® en el momento final al sabor y al recuerdo de la sangre derramada. Asegur¨® que la paz era un anhelo de Colombia, pero que los acuerdos de La Habana eran verdaderamente decepcionantes. Ahora con el resultado del plebiscito no s¨®lo gan¨® Uribe, sino gan¨® el recuerdo de las v¨ªctimas y, en cierto sentido, del esp¨ªritu de venganza que a¨²n est¨¢ latente en una parte del pueblo de Colombia. Pero tambi¨¦n triunf¨® el olvido de las consecuencias y de los costos que ha tenido el mantenimiento de la guerra para la sociedad.
Una cosa son las normas o las aportaciones que puedan ser posibles en la pol¨ªtica y otra muy distinta es el sentimiento de los ciudadanos
Santos es un hombre que viene de la escuela romana, la del dicho "si quieres la paz, prepara la guerra", tanto que fue ministro de Defensa de Uribe, que gan¨® grandes batallas contra las FARC. Pero un d¨ªa Santos se hizo una pregunta inconveniente porque la respuesta implicaba exterminar a un enemigo que ya era parte del propio Estado. Lo que estaban viviendo los colombianos era una guerra civil y no hab¨ªa manera de ganar sin matar a la mitad del pa¨ªs. Por eso, sin duda, hab¨ªa que tener coraje y valor para encontrar la paz. Los mismos que tuvo el ex primer ministro de Israel, Isaac Rabin, que, despu¨¦s de la firma de los Acuerdos de Oslo con los palestinos en 1993, se enfrent¨® a sus enemigos pol¨ªticos que le acusaban de haber cedido frente a los terroristas palestinos. "La paz se firma con los enemigos", fue la respuesta del l¨ªder laborista, un militar laureado y aclamado por su pueblo. A partir de ah¨ª, en ese cambio de paradigma y en esa transformaci¨®n de un militar que, despu¨¦s de haber ganado la guerra, quiso conquistar la paz, estuvo presente el coraje que seguramente le cost¨® la vida.
Hoy Israel y Palestina no tienen paz. Sin embargo, el fen¨®meno no debe ser exportable a Colombia porque ahora lo importante en ese pa¨ªs es que el valor de Santos se refleja en su capacidad para quebrar una costumbre presupuestaria, militar y social que dur¨® cinco d¨¦cadas. Es mucho m¨¢s f¨¢cil vivir con un problema irresoluble que pagar el precio de resolverlo. Por eso, el coraje es un gesto de valor que trasciende el caso colombiano. Y que, en estos momentos de redefinici¨®n ideol¨®gica en la regi¨®n latinoamericana, de reasentamiento de los intereses estadounidenses y de reincorporaci¨®n plena de la Cuba de los Castro, nos permite saber que necesitamos iniciativas que no se basen en una victoria fratricida, sino en apostar a ser destruidos o construidos por tener el valor de cambiar.
En este momento, pese al resultado del plebiscito en Colombia no se le resta a Santos el valor de su coraje. Y aunque en la vida no se juzga por intenciones sino por resultados, hay que reconocer que los m¨¢s de seis millones de votos (50.23%) que optaron por el ¡°no¡±, no le quitan la fuerza moral de lo que signific¨® el intento de los Acuerdos de Paz.
El presidente de la Rep¨²blica espa?ola, Manuel Aza?a, que muri¨® en el exilio tras la Guerra Civil, escribi¨® que Espa?a necesitaba "paz, piedad y perd¨®n". Ahora esas palabras deben retumbar en los o¨ªdos de Santos porque el ¨²nico camino para que Colombia salga del momento en el que se encuentra tras el plebiscito es saber y asumir que la paz se construye con piedad, con perd¨®n y, a?ado yo, con justicia.
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