Diez borrachos que estremecieron al mundo
El UKIP, despu¨¦s de haber hecho mucho da?o, se ha delatado como un club de matones
¡°Todo se derrumba. El centro no aguanta¡±.
W. B. Yeats,?poeta irland¨¦s.
La semana en la que Donald Trump despej¨® toda duda que quedase sobre su aptitud para ser presidente de Estados Unidos fue la misma en la que el UKIP, el partido populista de la xenofobia inglesa, se delat¨® para cualquiera que no lo hubiese querido ver antes como un club de matones borrachos. El problema es que mientras a¨²n hay tiempo para frenar a Trump, con el UKIP ya es demasiado tarde. El da?o est¨¢ hecho.
Si el UKIP no hubiese existido, no habr¨ªa habido refer¨¦ndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Uni¨®n Europea, no habr¨ªa ganado el Brexit, la libra esterlina no se habr¨ªa desplomado, la estabilidad del proyecto europeo estar¨ªa menos en cuesti¨®n.
La historia dir¨¢ que una panda de idiotas que representa la quintaesencia ¡ªla versi¨®n destilada y concentrada¡ª de los peores defectos de los ingleses decidi¨® el destino de la democracia parlamentaria m¨¢s antigua del mundo. Un pa¨ªs definido a lo largo del siglo XX por la tolerancia y el sentido com¨²n se identifica hoy ante el mundo por la mezquina insularidad, por la confusi¨®n ideol¨®gica y por la paranoia nacionalista. El actual Gobierno conservador de la madre Theresa May est¨¢ en proceso de hacer suya la demagogia barata del propio UKIP.
El v¨ªdeo que sali¨® hace unos d¨ªas de Trump hablando sobre su actitud hacia las mujeres oblig¨® a los que no estaban prestando atenci¨®n a ver la naturaleza real del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. El incidente en Estrasburgo en el que el m¨¢s reciente candidato al liderazgo del UKIP, Steven Woolfe, qued¨® tendido en el suelo y tuvo que ser hospitalizado despu¨¦s de una trifulca con varios de sus correligionarios demostr¨®, para aquellos que tampoco estaban prestando atenci¨®n, qui¨¦nes son los art¨ªfices del desastre al que se enfrenta Reino Unido.
Nada de esto deber¨ªa haber sido motivo de sorpresa. Cualquiera que se hubiera tomado la molestia de leer las noticias sabr¨ªa hace a?os que el modus operandi interno del UKIP consist¨ªa en, primero, emborracharse; segundo, sentarse a definir su l¨ªnea pol¨ªtica; tercero, insultarse entre s¨ª; cuarto, insultar a los europeos y todos los dem¨¢s habitantes de la Tierra que no han gozado de la fortuna de nacer en Inglaterra; quinto, salir ante el electorado a proclamar un mensaje racista.
La voz del UKIP ha sido Nigel Farage, el l¨ªder que siempre se esforzaba para salir en la foto con una pinta de cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra. Dimiti¨® justo despu¨¦s de la victoria del Brexit, la causa a la que ha consagrado su vida pol¨ªtica. Seg¨²n cuentan disidentes del partido, en las reuniones de la c¨²pula del UKIP nadie insultaba a los dem¨¢s con m¨¢s ferocidad o daba m¨¢s pu?etazos en la mesa que Farage. Neil Hamilton, un exdiputado conservador que se incorpor¨® al UKIP en 2011, dijo la semana pasada que ¡°la groser¨ªa creciente¡± en el partido part¨ªa del propio Farage. ¡°El abuso verbal que se ha lanzado en p¨²blico y en las redes sociales es atroz e inaceptable¡±, declar¨® Hamilton en una entrevista con Sky News.
M¨¢s alarmante a¨²n es la noci¨®n de que el propio Hamilton se postule hoy como la cara aceptable del UKIP. Su trayectoria demuestra que apoy¨® al r¨¦gimen del apartheid en Sud¨¢frica, que ha disfrutado de relaciones fraternales en Europa con figuras del neofascismo italiano, como Alessandra Mussolini, la nieta del Duce, y con el tambi¨¦n ultraderechista Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional franc¨¦s.
La buena noticia para Hamilton es que, con el UKIP suicid¨¢ndose, se le presenta de repente la grata posibilidad de volver a sentirse c¨®modo dentro del partido que abandon¨®.
Durante los primeros 100 d¨ªas despu¨¦s del refer¨¦ndum sobre Europa, despu¨¦s de que Theresa May sustituyera a David Cameron en Downing Street, la primera ministra dio pocos indicios de la nueva identidad que pensaba imprimir a su Gobierno. La semana pasada, en la conferencia anual del Partido Conservador, finalmente, mostr¨® sus cartas.
Tras calcular, correctamente, que el esp¨ªritu del UKIP hab¨ªa conquistado las mentes y los corazones de la ligera mayor¨ªa de brit¨¢nicos (52%) que vot¨® por el Brexit, May decidi¨® que para afianzarse en el poder lo sensato ser¨ªa asimilar dicho esp¨ªritu. ¡°Vamos a ser un pa¨ªs plenamente independiente y soberano¡±, declar¨®, ¡°un pa¨ªs que ya no es parte de una uni¨®n pol¨ªtica con instituciones supranacionales (...). Volveremos a tener libertad una vez m¨¢s para tomar nuestras propias decisiones (¡), desde c¨®mo etiquetamos nuestra comida a c¨®mo elegimos controlar la inmigraci¨®n¡±.
May dej¨® claro con sus palabras que en las complicadas negociaciones que se acercan sobre la salida de Reino Unido de la Uni¨®n Europea dar¨¢ prioridad al clamor expresado en el refer¨¦ndum para impedir el movimiento libre de ciudadanos de la Uni¨®n a su pa¨ªs. Agregando sustancia a la ret¨®rica de su jefa, la ministra del Interior, Amber Rudd, declar¨® casi simult¨¢neamente que las empresas brit¨¢nicas deber¨ªan publicar listas de sus empleados extranjeros como parte de una pol¨ªtica destinada a priorizar la contrataci¨®n de nativos.
No deber¨ªa cundir el p¨¢nico. Los extranjeros residentes en Reino Unido no se ver¨¢n obligados a lucir estrellas amarillas en su vestimenta. El ministro del Gobierno m¨¢s proBrexit, David Davis, dijo despu¨¦s de las declaraciones de May y Rudd que los europeos que hoy viven y trabajan en Reino Unido tienen una garant¨ªa del ¡°100%¡± de que no ser¨¢n deportados. El empresariado brit¨¢nico se ha volcado con virulencia en contra de la propuesta de Rudd, que seguramente no ver¨¢ la luz del d¨ªa.
Pero el lenguaje pol¨ªtico importa; el tono que de repente ha impuesto Theresa May se asemeja tanto al del populista UKIP que el propio Farage lo celebra. ¡°Casi todo lo que ha dicho May en el congreso tory lo he dicho yo en los congresos del UKIP en los ¨²ltimos a?os¡±, declar¨® Farage, exultante.
Todav¨ªa hay tiempo para rectificar y buena parte del establishment brit¨¢nico har¨¢ lo posible para que as¨ª sea. Pero Theresa May est¨¢ orientando Reino Unido hacia aguas tenebrosas y hoy por hoy ser¨ªa prematuro celebrar la autoinmolaci¨®n del UKIP. El partido de los borrachos se muere, pero Theresa May da se?ales de querer resucitarlo.
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