La rebeli¨®n de la otra Asturias
3,5 millones de valones mantienen en vilo a 508 millones de europeos tras resistirse a aceptar el tratado de libre comercio entre la UE y Canad¨¢
Los 3,5 millones de valones ¡ªbelgas franc¨®fonos del sur¡ª mantienen en vilo a 508 millones de europeos. Est¨¢n vetando el tratado comercial (y de inversiones) entre la UE y Canad¨¢, negociado al detalle durante siete a?os. Y ponen en riesgo la credibilidad europea para pactar, incluso con un pa¨ªs tan emp¨¢tico en valores y estilo como el canadiense: ?Tiene raz¨®n ese desaf¨ªo?
Habr¨¢ que distinguir entre Raz¨®n con may¨²scula y razones comprensibles, pero m¨¢s min¨²sculas. Valonia es una Asturias centroeuropea (multiplicada por tres). Fue agraciada por la historia, que la consagr¨® como campeona primigenia de la revoluci¨®n industrial continental, hace dos siglos, a la breve zaga de Manchester.
Los valones se beneficiaron entonces de una protoglobalizaci¨®n. La que les permiti¨® disfrutar a buen precio de las materias primas procedentes del Congo, finca particular de los reyes belgas, crueles advenedizos al clan de los monarcas europeos. Con ellas tejieron una densa red de transporte y manufacturas (textil, agroindustria, metal), aupadas en la miner¨ªa y la siderurgia, drogas duras de aquella revoluci¨®n. Valonia era entonces la joya de la corona.
Hoy es el paisaje declinante en poblaci¨®n, ahumado en sus grises chimeneas e irrelevante en la econom¨ªa. Lo propio de quienes fueron y ya no son, ni saben c¨®mo volver a ser. Sufri¨® como nadie las ¨²ltimas crisis nacionales: la del petr¨®leo en los primeros ochenta; la de 1992-93 y la Gran Recesi¨®n. En una B¨¦lgica de econom¨ªa muy abierta, sensible al ciclo global: dos tercios de su PIB los allegan las exportaciones.
De modo que el peso de la industria baj¨® al 26,3% del PIB, las minas cerraron, los altos hornos se evaporaron y las empresas se diezmaron. Y claro, el desempleo toc¨® al 12% de la poblaci¨®n activa en 2015: menos de la mitad que en Espa?a, s¨ª, pero m¨¢s del doble de la rival y vecina, la rica Flandes (5,2%), que con el doble de poblaci¨®n ostenta igual n¨²mero de parados. Encona el vecino, y m¨¢s si te desprecia.
Valonia se sinti¨® v¨ªctima de una globalizaci¨®n asim¨¦trica. De libro. ¡°La liberalizaci¨®n comercial, cuando se hace de manera justa y va unida a medidas y pol¨ªticas adecuadas, contribuye al desarrollo¡±, recuerda Joseph Stiglitz, pero eso no significa que ¡°todos vayan a ganar¡± (C¨®mo hacer que funcione la globalizaci¨®n; Taurus, 2006).
La culpa global de las deslocalizaciones podr¨¢ aplicarse al caso de la siderurgia; pero no al cierre de las minas, anticompetitivas y contaminantes. Adem¨¢s, el balance final depende de la estrategia reindustrializadora. A veces funciona (Sagunto); otras, menos (cuencas asturianas).
As¨ª que la econom¨ªa y la radicalizaci¨®n pol¨ªtica ¡ªla emergencia de un Partido del Trabajo de extrema izquierda, que aprieta a los eternos socialistas de Paul Magnette¡ª cocinaron el caldo de cultivo de un antiglobalismo bastante esquem¨¢tico.
Las reivindicaciones valonas eran las de tantas pancartas. Primero, protecci¨®n a los est¨¢ndares medioambientales, sanitarios y laborales europeos: algo que, ay, tambi¨¦n reclaman inversos c¨ªrculos canadienses, se?al de que una de las dos protestas, o ambas, capotan en coherencia. Segundo, un sistema p¨²blico ¡ªy no el arbitraje privado, que suele favorecer a las multinacionales¡ª para dirimir los pleitos sobre inversi¨®n entre empresas y Estados.
Pero es que el tratado CETA mejor¨® y garantiza a los Estados regular lib¨¦rrimamente todos los sectores de impacto social (punto 8.9); e impide a las multinacionales pleitear alegando ceses en su expectativa de lucro, salvo opcional oferta de los Gobiernos (8.10). Y crea un tribunal permanente de inversiones que sustituye el viejo arbitraje privado: compuesto por 15 jueces p¨²blicos o asimilados (tipo los del cuarto turno espa?ol) y una Corte de apelaci¨®n.
M¨¢s a¨²n. La declaraci¨®n interpretativa complementaria acordada el 5 de octubre remacha que ¡°no se rebajar¨¢n los est¨¢ndares¡± en materias socioambientales; que los Gobiernos ¡°mantienen la competencia de legislar en favor del inter¨¦s p¨²blico¡±; que las empresas de EE UU con filial canadiense no se colar¨¢n de rond¨®n. Contra lo que dice alguna propaganda, esta declaraci¨®n no se limita a deseo piadoso. Al ser ¡°interpretativa¡± y acompa?ar al tratado, vincula y obliga a todos los actores y todos los tribunales (Convenci¨®n de Viena sobre el derecho de los tratados, art¨ªculo 31, 2).
Quiz¨¢ Valonia pueda buscar ¨¢rnica a sus males en otras boticas, como los fondos estructurales de la Uni¨®n, o el plan Juncker de inversiones. Pero hoy paraliza sin Raz¨®n el CETA; desactiva el TTIP con los EE UU y desacredita la capacidad de la UE para culminar cualquier acuerdo. Incluidos los que en su d¨ªa se escriban con Reino Unido para el divorcio (Brexit) y para el r¨¦gimen comercial sustitutivo posterior. La rebeli¨®n (pac¨ªfica) de Valonia trae una par¨¢lisis 1934 (sin armas) a Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.