Vivaldi jazzea Gran V¨ªa
Pepe Rivero es un pianista cubano que ha convertido una s¨®lida formaci¨®n de piano cl¨¢sico en un abanico multicolor de ritmo y f¨ªlin
Pepe Rivero es un genio, pero eso ya lo sab¨ªamos. Quien no lo conoce o reconoce a¨²n queda invitado al banquete de un talento poli¨¦drico, inventivo y hasta ahora, inagotable. Rivero es un pianista cubano que, como suele suceder con todo m¨²sico de la isla, ha convertido una s¨®lida formaci¨®n de piano cl¨¢sico en un abanico multicolor de ritmo y f¨ªlin, el saz¨®n de un sabor inimitable que de pronto hace eco de las melod¨ªas intemporales, eso que llaman m¨²sica cl¨¢sica y que esencialmente deja de ser intocable en cuanto tarareamos sin control y memorizamos con afecto las notas que alguien escribi¨® para deleite de la humanidad hace siglos. Pepe Rivero lo ha formalizado en varios proyectos, a partir de un trabajo que realiz¨® transportando la partitura del Lohengrin de Wagner hasta convertirla en una ¨®pera absolutamente contempor¨¢nea (no por un cambio efectista de vestuario, sino por una clara reinterpretaci¨®n de sus motivos musicales). Quien no conoce a¨²n a Pepe Rivero, queda invitado a escuchar el magn¨ªfico proyecto donde resucita el coraz¨®n de Chopin ¨Csac¨¢ndolo de su columna inc¨®lume en una iglesia de Varsovia¡ªy poni¨¦ndolo tambi¨¦n a jazzear como quiz¨¢ el mismo flaco polaco imagin¨® que podr¨ªa multiplicarse una de sus mazurcas.
En d¨ªas pasados, en el espacio de la Fundaci¨®n Telef¨®nica de la madrile?¨ªsima Gran V¨ªa, Pepe Rivero y una orquesta de arc¨¢ngeles diversos presentaron la tercera entrega de un proyecto que pone a jazzear nada menos que al monje Antonio Vivaldi. Sabemos que la idea original es ocurrencia de ?scar G¨®mez, director del festival Clazz donde Rivero es director musical. De all¨ª, de la partituras mismas que conforman Las Cuatro Estaciones del afamado m¨²sico italiano, Pepe Rivero contagi¨® a su cuartero habitual (compuesto por el genial contrabajista Iv¨¢n Ruiz Machado, el duende incontenible de la percusi¨®n Yuvisney Aguilar y el bater¨ªa que es metr¨®nomo dactilar llamado Georvis Pico) para una primera descarga a la que convocaron al Quinteto Cimarr¨®n (esa maravilla de cuerdas en guayabera que comanda el gran Eduardo Coma desde Galicia). Todos cubanos, todos en sinton¨ªa, juntos armaron en s¨ªncopa y sincron¨ªa la transposici¨®n de las Cuatro Estaciones de Vivaldi en jazz.
Cada estaci¨®n, sentida en el paisaje de cuatro ciudades y por ende, transpirada y palpitada con m¨²sicas y ritmos de distintos puntos cardinales: la Primavera fue cubana (con todo lo que eso significa en taquicardia, son y sentimiento), el Verano en Brasil (con ritmos que iban m¨¢s all¨¢ de la samba y de la capueira) y el pasado viernes: Oto?o en Gran V¨ªa con una feliz sincronizaci¨®n con el Oto?o Porte?o de Astor Piazzola y un homenaje no s¨®lo al gran reinventor del tango, sino incluso un gui?o a los otros bombos del folclore argentino, como la chacarera tocada como blues o el Bolero de Ravel como danza africana no muy lejana de toda la mezcla con la que sue?an estos m¨²sicos.
Para fortuna del azar, en el concierto de esta tercera entrega el p¨²blico pudo gozar de la atinada melancol¨ªa que emanaba del bandone¨®n de Claudio Constantini, un maestro de la prestidigitaci¨®n que azarosamente se presentaba por estos d¨ªas en Madrid y se integr¨® instant¨¢neamente a la vibra y grandeza de este proyecto con el que Pepe Rivero con el asombro de su bandone¨®n que parece revelar que tambi¨¦n es un gran pianista. Se trata entonces de una afortunada genialidad y quien lo dude queda invitado ¨Cgracias a la Fundaci¨®n Telef¨®nica y a Cargo Music--- a la pr¨®xima entrega del proyecto: el Invierno de las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi, ahora jazzeado sobre un fondo que rinde homenaje a New York y a todos los ritmos, tanta m¨²sica, tanto Soul, tanta Luna con Blues, y All that Jazz que en el fondo conecta de una rara manera la magia con la que Bach se volvi¨® integrante del tr¨ªo de Jacques Loussier hace m¨¢s de medio siglo o de c¨®mo a veces Oscar Peterson parec¨ªa entenderse con Pergolesi¡ as¨ª como una orquesta de nueve cuban¨ªsimos genios, con y sin guayabera m¨¢s invitados al azar, lograron jazzear la madrile?¨ªsima Gran V¨ªa con las Cuatro Estaciones de Vivaldi en medio de un mundo que parece olvidar en sus calendarios toda la magia de las estaciones intermedias.
De eso se trata. En un mundo donde parecen olvidarse primaveras de ensue?o y oto?os de saudade, no confundamos el invierno de los descontentos con el verano de las confusiones. En un mundo donde los puristas de gala creen intocable la m¨²sica intemporal de los conciertos acartonados, siempre vendr¨¢ como un libre aliento de esperanza la genialidad y el chispazo, la taquicardia novedosa del ritmo que eriza la piel all¨ª mismo sobre las notas en la partitura que no merece seguir a?ej¨¢ndose amarilla en los archivos. Eso hace Pepe Rivero y quien no lo ha descubierto a¨²n queda invitado a confirmarlo.
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