El fil¨®sofo declara
Villoro ha confirmado que sigue casi literalmente la estela del genio de Jorge Ibarg¨¹engoitia en el abordaje de la dramaturgia como escaparate de las vidas cotidianas
Al segundo sorbo de whisky, Javier Cercas ya me habla como mexicano. Hace treinta a?os que no nos ve¨ªamos y el mundo ha girado en planos absolutamente imprevistos; nos hemos cruzado, de lejos, pero no necesito frecuentarlo sino seguir ley¨¦ndolo constante para confirmar la admiraci¨®n que le tengo y el asombro que compartimos ante lo imprevisible, como por ejemplo reencontrarme con ¨¦l sobre la bruma de un caf¨¦ que ped¨ª para hacer tiempo en la esquina del Teatro Romea de Barcelona. Hacer tiempo. Hace tiempo. Hace un tiempo de primavera ins¨®lita en pleno octubre y nos ha tocado hacer tiempo al filo de que se estrena en ese teatro emblem¨¢tico una obra de Juan Villoro.
El fil¨®sofo declara es una obra con la que Villoro se consolid¨® como dramaturgo no hace mucho tiempo. Aunque mi favorita es la m¨¢s reciente (Conferencia sobre la lluvia), un mon¨®logo entra?able que es adem¨¢s una antolog¨ªa de versos mojados por el ajeno llanto de la melancol¨ªa, con El fil¨®sofo declara Villoro ha confirmado que sigue casi literalmente la estela del genio de Jorge Ibarg¨¹engoitia, no s¨®lo en sus cr¨®nicas y cuentos, sino tambi¨¦n en el abordaje de la dramaturgia como escaparate de las vidas cotidianas donde el pensamiento se entrelaza con el humor. Efectivamente, el humor es un s¨ªntoma de inteligencia y minutos despu¨¦s, el patio de butacas que se ha llenado para aplaudir la obra de un mexicano destila una inteligencia colectiva en sinton¨ªa con muchas claves: en una ciudad que ya se acostumbr¨® a que todo teatro hable en catal¨¢n es notable que se haya volcado un p¨²blico expectante y luego, carcajeante, para una obra que habla en espa?ol.
Se sabe que El fil¨®sofo declara se estren¨® en M¨¦xico y que luego llen¨® durante un a?o y medio las butacas de un teatro en Buenos Aires. En esta ocasi¨®n, el director mexicano Antonio Castro y el ramillete de geniales actores espa?oles se han encargado de convertir los parlamentos al ¨¢nimo tono y palabras propias de una situaci¨®n peninsular, una puesta en escena donde todo espectador identifica perfectamente que est¨¢ viviendo de testigo un enredo espa?ol. Esto se debe al libreto, pero tambi¨¦n al arduo trabajo de elevado profesionalismo de los actores, y sobre todos, la genial interpretaci¨®n de Mario Gas.
Si pudiera, me pintar¨ªa el pelo de blanco e intentar¨ªa andar por los escenarios del mundo como suplente de Mario Gas, no s¨®lo para imaginar que yo tambi¨¦n soy sobrino de Mario Cabr¨¦, ese torero guapo que tore¨® nada menos que a Ava Gardner, sino por la clara inteligencia con la que Gas memoriz¨® el equivalente a un libro de 400 p¨¢ginas para esta obra donde interpreta al Fil¨®sofo declara, con Rosa Renom en el papel de Clara, Ricardo Moya como el fil¨®sofo rival de toda la vida y Maritxell Calvo y Jordi And¨²jar como comparsas de un duelo verbal entre viejos acad¨¦micos que llevan toda la vida espet¨¢ndose celos y sabidur¨ªa, inquinas y punzadas, cuentas pendientes e incontables verdades que parec¨ªan quedarse ocultas hasta que el tel¨®n las levanta.
El fil¨®sofo declara es una ventana que se abre a la vida cotidiana de quienes normalmente imaginamos encerrados en una torre intocable de marfil. La vida cotidiana donde las premisas y axiomas del pensamiento se filtran entre las dificultades emocionales y los estragos para vivir en sinceridad el decurso de los afectos. Es una tragicomedia no muy alejada de todos los hogares donde las ideas fijas, las costumbres de toda una biograf¨ªa, de pronto se decantan en la encrucijada o taquicardia de la vida misma.
Vine a Barcelona para una celebraci¨®n y el cultivo de la ilusi¨®n de que todo teatro ¨Cnovela o poema¡ªvaya de ida y vuelta sobre el Atl¨¢ntico en abono de la conversaci¨®n que merecemos de ambos lados. Vine para confirmar que los escritores de veras elevan de sobremesa o en la tarima del escenario la imaginaci¨®n compartida que nos refleja y refracta.
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