La herencia en Am¨¦rica Latina
?C¨®mo fue posible que el r¨¦gimen castrista resistiera tanto? Hoy, la pregunta tiene un mayor sentido
Al final del siglo pasado, ya rebasada la desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, al volver la mirada hacia ese rinc¨®n del Caribe ocupado por Cuba, los observadores internacionales hac¨ªan una pregunta de rigor: ?C¨®mo era posible que el r¨¦gimen castrista hubiera resistido tanto tiempo? Hoy, la pregunta tiene un mayor sentido, como tambi¨¦n intriga la huella en Latinoam¨¦rica del sistema fundado por Castro.
Por entonces, plante¨¦ frecuentemente esa pregunta a numerosos expertos de ambos continentes. David Thomas, un diplom¨¢tico brit¨¢nico que sirvi¨® en La Habana, ofreci¨® la clave en forma de un ranking de las razones de la supervivencia del castrismo. A pesar de que los an¨¢lisis procedentes de la P¨¦rfida Albi¨®n no son fiables si est¨¢n por medio sus intereses particulares, cuando, por el contrario, no les va ni les viene mucho en un tema, conviene prestar debida atenci¨®n a sus diagn¨®sticos, pues generalmente dan en el clavo. Sirva de ejemplo la gran escuela de historiadores ingleses que han ofrecido obras cl¨¢sicas sobre Espa?a, y los que se han dedicado a retazos concretos de Am¨¦rica Latina. Otro Thomas, Sir Hugh, caso emblem¨¢tico, es autor de sendas historias nunca superadas sobre la Guerra Civil espa?ola y la historia de Cuba.
El embajador Thomas contest¨® con la siguiente lista: 1) La revoluci¨®n cubana era, de origen, made in Cuba, no impuesta por los tanques sovi¨¦ticos, un producto criollo. 2) La personalidad del l¨ªder, irrepetible, insustituible, irremplazable en el panorama hist¨®rico latinoamericano. 3) El papel de EE UU (y, en su interior, el contraproducente papel del exilio) en "ayudar" a la revoluci¨®n con su pol¨ªtica err¨¢tica durante casi 40 a?os entonces (ahora casi 60). y 4) La contribuci¨®n del subsidio sovi¨¦tico en solamente tres d¨¦cadas. N¨®tese, por un lado, la importancia concedida a la culpa de la pol¨ªtica de Washington. Por otro, obs¨¦rvese que mientras la huella del papel sovi¨¦tico ha desaparecido por completo y es hoy un mero accidente hist¨®rico, rechazado por millones de cubanos, las dos razones primordiales de la supervivencia del castrismo siguen inc¨®lumes.
Por lo tanto, el legado del castrismo en el contexto latinoamericano queda centrado en un aspecto nacional y otro personal. El r¨¦gimen vendi¨® magistralmente en Am¨¦rica Latina la sublimaci¨®n de la construcci¨®n de una nacionalidad desde una conciencia antes d¨¦bil y confusa. Su origen espa?ol fue reforzado por la inmigraci¨®n, el impacto norteamericano y el sustrato africano. Se cimentaba en la mitificaci¨®n de los necesarios ingredientes criollos que solo hab¨ªan sido hilvanados por Jos¨¦ Mart¨ª. Por otro lado, Castro explot¨® hasta el paroxismo el antiyanquismo convirti¨¦ndolo en una parte consustancial de la identidad nacional. Lo que el resto de Latinoam¨¦rica nunca pudo hacer, por la lejan¨ªa de EE UU y por precisamente su demasiada cercan¨ªa (caso de M¨¦xico), lo consigui¨® el castrismo. EE UU, como parte consustancial de la identidad nacional, se convirti¨® en un trasplante rechazable.
A la vista de la negativa imagen de Estados Unidos en Latinoam¨¦rica durante el inicio del nuevo siglo, por culpa de la lamentable pol¨ªtica de George W. Bush, la herencia de la animadversi¨®n hacia Washington continu¨® plenamente vigente. La antorcha durante d¨¦cadas levantada por Castro estuvo tambi¨¦n mantenida por Ch¨¢vez y sus seguidores. Pero mientras este solamente consigui¨® imitarlo en la senda populista, no pudo llegar a la altura del l¨ªder cubano. Le falt¨® capacidad, y tiempo. ?C¨®mo consigui¨® Fidel este estatus de superioridad, que solo la historia confirmar¨¢ o denegar¨¢, sin que importen los abusos dictatoriales cometidos?
Aparte de la contribuci¨®n de las otras tres razones de la supervivencia del r¨¦gimen, Castro logr¨® esta marca probablemente imposible de superar porque disfrut¨® de una envidiable lectura de la historia pol¨ªtica e intelectual, no solamente de Cuba, sino del resto de Am¨¦rica Latina en rellenar un espacio vac¨ªo que ni siquiera Bol¨ªvar logr¨® en su laberinto personal. Castro se puso como meta ser al mismo tiempo el pr¨®cer fundador, el diagnosticador de los males de Cuba y Am¨¦rica Latina, y el ide¨®logo que ofrec¨ªa soluciones. El mejor populista se dobl¨® tambi¨¦n de intelectual. En vida, logr¨® lo aparentemente imposible: la identificaci¨®n de su persona no solamente con el r¨¦gimen, sino tambi¨¦n con el Estado y la naci¨®n cubanos. Insistiendo en la manipulaci¨®n del pensamiento de Mart¨ª (m¨¦todo que Ch¨¢vez intent¨® con Bol¨ªvar), lleg¨® a sustituirlo.
La captura de la personalidad nacional por parte de Castro fue tan agobiante que no eran infrecuentes en el exilio los comentarios encomi¨¢sticos, o por lo menos el reconocimiento de su genialidad en aprovechar las debilidades del adversario. La menci¨®n de su nombre fue tan obsesiva que nunca surtieron efecto las recomendaciones para que se soslayara la centralidad de su actuaci¨®n y la conveniencia de contrarrestarla. As¨ª se le hubiera privado de una de sus armas m¨¢s efectivas, con la que justificaba las carencias de su r¨¦gimen por el acoso norteamericano centrado en el embargo y la pol¨ªtica contraproducente como resultado de las inclinaciones especiales del lobby del exilio.
No va a ser nada f¨¢cil ponerse los zapatos de Castro en Am¨¦rica Latina, pero ser¨¢ comparativamente menos dificultoso despojarse de la mitificaci¨®n de los logros de la revoluci¨®n. Por una parte, es posible que se genere una tremenda presi¨®n en no insistir en la adaptaci¨®n del llamado modelo cubano ortodoxo, erosionado por los escarceos en las "v¨ªas china y vietnamita". Pero va a ser mucho m¨¢s dif¨ªcil sustituir a mediano plazo el vac¨ªo de referencia personal dejado por su desaparici¨®n.
Por otro lado, la ausencia de Castro permitir¨¢ tanto a los Gobiernos moderados como a los incondicionales y los opositores dise?ar una pol¨ªtica realista, m¨¢s pr¨¢ctica, hacia Cuba que consiga un cierto com¨²n denominador (nada f¨¢cil) que combine la necesidad de la estabilidad y la seguridad (sobre todo en el entorno inmediato del Caribe y M¨¦xico) y la consideraci¨®n de los logros reales de la revoluci¨®n cubana como modelo a adoptar, y su debido sopeso con los costos.
En suma, es posible que la historia no llegue a absolverlo. Pero en Latinoam¨¦rica ser¨¢ dif¨ªcil olvidarlo, aunque se detectar¨¢ un cierto grado de alivio.
Joaqu¨ªn Roy es catedr¨¢tico Jean Monnet y director del Centro de la Uni¨®n Europea de la Universidad de Miami. jroy@Miami.edu
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