Desfile militar en la Torre Trump
El presidente electo, que en campa?a despreci¨® a los generales, sopesa darles cargos clave de la Administraci¨®n
Donald Trump, que en la campa?a electoral se burlaba de los generales de las fuerzas armadas por su supuesta torpeza ante el Estado Isl¨¢mico, quiere rodearse de generales para gobernar. Entre los nombres que el presidente electo baraja para cargos clave como el de secretario de Estado o de Defensa, figuran algunos de los militares m¨¢s destacados de Estados Unidos. Por ahora ya ha nombrado al general Michael Flynn, miembro de su c¨ªrculo interno durante la campa?a, para dirigir el Consejo de Seguridad Nacional.
No es ins¨®lito que un general ostente un cargo relevante en el Gobierno de EE UU. El primer consejero de Seguridad Nacional del presidente saliente, Barack Obama, fue el general James Jones. Y Obama nombr¨® a otro general, David Petraeus, como director de la CIA. El general Colin Powell fue secretario de Estado con George W. Bush, y otro general, Brent Scowcroft, consejero de seguridad nacional de George H.W. Bush. El general-pol¨ªtico por excelencia fue George Marshall, uno de los arquitectos de las fuerzas armadas modernas en EE UU, cerebro de la victoria en la Segunda Guerra Mundial y del posterior plan de rescate europeo que lleva su nombre, y secretario de Estado, primero, y de Defensa despu¨¦s con la Administraci¨®n Truman.
En los ¨²ltimos d¨ªas, han pasado por la Torre Trump de Manhattan ¡ªla Casa Blanca oficiosa y provisional, a la espera de la jura de cargo, el 20 de enero¡ª dos de los militares m¨¢s influyentes en el principio del siglo XXI: Petraeus, general retirado del Ej¨¦rcito, y el general de los marines James Mattis, tambi¨¦n retirado. Trump sopesa nombrar a Petraeus secretario de Estado y a Mattis secretario de Defensa. La Torre Trump ha sido el escenario de un aut¨¦ntico desfile militar, como ha escrito la agencia Associated Press.
Petraeus y Mattis se distinguen de Flynn porque no pertenecen al c¨ªrculo ¨ªntimo de Trump y, al contrario que Flynn, tampoco se mueven en el submundo de teor¨ªas conspirativas y de islamofobia agresiva de Trump y sus colaboradores. Ambos son militares respetados, dentro y fuera de EE UU. Comparten con Flynn que en alg¨²n momento se sintieron despreciados por la Administraci¨®n Obama. Que, en el caso de Petraeus y Mattis, participasen en la ocupaci¨®n de Irak, criticada en campa?a por Trump; que se opongan a la tortura, defendida por Trump durante la campa?a; o que crean en la capacidad benefactora de la superpotencia estadounidense y en sus alianzas internacionales, al contrario que Trump, todo esto no es obst¨¢culo para que el presidente-electo juegue con la idea de incorporarlos a su administraci¨®n.
Petraeus, que tiene nombre de centuri¨®n romano pero es de origen holand¨¦s, cay¨® en desgracia hace cuatro a?os cuando se descubri¨® que hab¨ªa filtrado a su amante informaci¨®n confidencial. Antes fue el comandante m¨¢s c¨¦lebre de su generaci¨®n. Se le atribuy¨® la pacificaci¨®n de Irak tras los peores a?os de la ocupaci¨®n, y fue el ide¨®logo de la estrategia de la contrainsurgencia, que defend¨ªa que las guerras no se ganan s¨®lo con bombas sino creando instituciones sobre el terreno. Como Petraeus, que es doctor en relaciones internacionales por Princeton, Mattis es un militar-intelectual. Son famosas las listas de libros que obligaba a leer a sus marines antes de entrar en combate. Inclu¨ªan, por ejemplo, las obras de Lawrence de Arabia. El periodista Thomas Ricks cont¨® en Fiasco, una historia de la guerra de Irak, que Mattis pod¨ªa citar a Homero de memoria. Nunca iba a la batalla sin su ejemplar de las Meditaciones de Marco Aurelio.
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