Los que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca
Staten Island, una fortaleza conservadora en la progresista ciudad de Nueva York, encarna la lealtad del republicano tradicional a un candidato incendiario
Donald Trump no bebe, pero una silueta suya de tama?o natural con el pulgar alzado se aposenta en la barra del bar. A su lado, como si el tiempo se hubiera detenido el 8 de noviembre, se encuentra Sean Killeuen, el due?o de ese presidente de cart¨®n, vestido con la camiseta del lema ganador -Hagamos a Am¨¦rica grande de nuevo-, y acompa?ado por unos amigos. Todo tiene m¨¢s o menos sentido hasta que uno mira el calendario: es viernes, 25, han pasado casi tres semanas desde el gran d¨ªa. ¡°Ese hombre es un genio para los negocios, lo que necesit¨¢bamos era algo as¨ª, alguien que primero se preocupe de Am¨¦rica y luego del resto¡±, dice Killeuen, de 40 a?os. Es propietario de un restaurante y dice que no suele votar, pero all¨ª est¨¢, el d¨ªa despu¨¦s de Acci¨®n de Gracias, con el apellido del ganador a¨²n en el pecho: Trump.
El bar no est¨¢ en Ohio o en Pensilvania. No hay aqu¨ª una historia de obrero blanco de f¨¢brica atribulado por la globalizaci¨®n, el protagonista en el relato de estas elecciones presidenciales. El local est¨¢ en el distrito de Staten Island, la ¨²nica trinchera republicana de la progresista ciudad de Nueva York. M¨¢s blanca, m¨¢s rica y m¨¢s conservadora que la gran metr¨®polis, Trump se ha llevado all¨ª el 57% de los votos. El resultado tiene poco de especial: en Staten los dem¨®cratas solo han ganado cuatro veces en 60 a?os (la ¨²ltima, 2012, ¨²ltimo mandato de Obama).
Porque a Trump lo votaron, sobre todo, los republicanos pata negra: el 90% de sus votantes en Estados Unidos se identifica como tal. Las bases se mantuvieron unidas en torno al controvertido empresario, explica Kyle Kondick, de la Universidad de Virginia, una se?al de que la lealtad a los partidos ¡°se mantiene en Estados Unidos¡±. Y un porcentaje similar de los dem¨®cratas, de hecho, arrop¨® a su candidata, Hillary Clinton.
Si estas eran las elecciones del desencanto, ?a qu¨¦ viene tanta lealtad del votante?
No solo el bar donde habita la silueta de Trump parece haberse congelado el 8 de noviembre. Casi un mes despu¨¦s, los analistas de Estados Unidos siguen intentando explicar qu¨¦ ha pasado. Clinton ha arrasado en votos populares (el de papeletas, no el electoral, que es el concluyente), pese al sentimiento anti¨¦lite. Nunca alguien hab¨ªa perdido las presidenciales con tanta superioridad: 65,2 millones de votos populares frente a los 62,6 del ganador, seg¨²n Cook Political Report, la principal referencia. Al mismo tiempo, el presidente electo se convirti¨® en el candidato republicano con m¨¢s apoyos de la historia, pese a lo criticado en su partido y a despertar un 30% de rechazo entre los propios conservadores. Tampoco Clinton era muy popular entre los suyos.
Se da lo que expertos Alan Abramowitz y Steven Webster llaman ¡°partidismo negativo¡±. En las ¨²ltimas tres d¨¦cadas se ha producido un auge de la lealtad de voto a los partidos, seg¨²n su an¨¢lisis, pero no se ha visto acompa?ada de una mayor identificaci¨®n del votante con sus formaciones, sino con m¨¢s rechazo al candidato opuesto.
¡°Para m¨ª es una cuesti¨®n de valores, he votado a los republicanos casi siempre, por la segunda enmienda (la que permite tener armas), el respeto a la Constituci¨®n¡ Y Trump iba a poner a alguien conservador en el Supremo¡±, explicaba Brandon Volger, un ingeniero jubilado que paseaba por Staten junto a su hija, una joven votante dem¨®crata.
Gan¨® el padre, pero por muy poco, y lo resolvieron un pu?ado de indecisos en pocos estados, como los de Pensilvania (siete d¨¦cimas de diferencia), Wisconsin (ocho), Michigan (dos)¡. Estados Unidos ha estado a punto de contar la victoria de Clinton, la fuerza de las minor¨ªas, pero se ha impuesto la narrativa de un repunte del nacionalismo blanco.
Lo ajustado del resultado y lo tradicional de su principal votante tampoco rompe, sin embargo, con esa tesis, porque el constructor neoyorquino no era precisamente un candidato irremediable. A lomos de un mensaje racista, con constantes comentarios machistas, gan¨® las primarias ante otros 11 precandidatos m¨¢s tradicionales, de diferente gradaci¨®n conservadora cada uno de ellos. S¨ª hubo rebeli¨®n trumpista, fue en las primarias, y el partido no supo evitarla.
A Donald Trump lo ha llevado a la Casa Blanca una mezcla de derecha reaccionaria, de derecha tradicional y de lo que no es siquiera derecha. Alan Powell, un polic¨ªa retirado de Staten Island, de 44 a?os, forma parte de estos ¨²ltimos. Hasta 2016, siempre hab¨ªa votado a los dem¨®cratas. ¡°Necesitamos un cambio de veras¡±, argumenta.
Hay quien ha votado a Trump por lo que dice sobre raza, sexo o inmigraci¨®n, y hay quien lo ha hecho a pesar de ello. El retrato robot de un republicano siempre fue complicado. ¡°V¨¦ndeme los ojos¡±, escribi¨® William F. Buckley, el fundador de National Review (hist¨®rica revista de la derecha tradicional), ¡°y encontrar¨¦ al ¨²nico liberal que haya en la habitaci¨®n hasta si se esconde detr¨¢s de una maceta¡±. Pero los conservadores ten¨ªan en sus filas aves de muy distinto plumaje. ¡°Cuesta mucho m¨¢s saber si lo que ves ah¨ª es un conservador haciendo lo necesario, o un radical, o simplemente un pirot¨¦cnico¡±, dec¨ªa Buckley. Era 1963.
Basti¨®n conservador
Richard Flanagan, profesor de Pol¨ªticas en Staten, explica por tel¨¦fono que a los republicanos neoyorquinos "les gustaba el hecho de que Trump estaba alejado de los candidatos m¨¢s religiosos". Flanagan ha escrito un libro, Staten Island: basti¨®n conservador en una ciudad liberal, en el que explica que la tendencia republicana de los vecinos de Staten tiene mucho que ver con su estilo de vida m¨¢s tradicional, con su alto porcentaje de empleos en los sectores de la "ley y el orden".
El distrito, una isla-condado de m¨¢s de 470.000 habitantes, tiene un renta familiar superior a la media de la ciudad, seg¨²n el censo. Ha pasado por el proceso de desindustrializaci¨®n que ha pasado todo Estados Unidos, pero ahora, explican Flanagan abundan los empleados p¨²blicos, los del sector servicios y tambi¨¦n los profesionales de ¡°cuello blanco¡± que van todos los d¨ªas a Manhattan a trabajar. Suelen tomar el mismo ferri gratuito que usan los turistas para ver el fabuloso skyline de Nueva York.
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